¿Por qué maltratan las madres?

SANDRA SALINAS 07/02/2008 12:45

Aunque esporádicos, ya conocemos varios casos de mujeres que, por unos u otros motivos, provocan la muerte a sus propios hijos pero, ¿cómo puede una madre llegar a este límite?

Trastorno mental transitorio

Javier Urra, ex Defensor del Menor apunta el trastorno mental transitorio como una posible causa. Un trastorno que aparece de forma brusca e imprevisible y de breve duración.

Se trata de "un momento en que pierdes la capacidad crítica y de análisis de la realidad" por lo que la mujer no es totalmente consciente de lo que hace.

Depresión profunda

El trastorno mental transitorio no es el único motivo, hay mujeres que llegan a esta situación cuando atraviesan una profunda depresión. Se trata de depresiones de larga duración y, normalmente se hallan en tratamiento psiquiátrico.

Estas depresiones también pueden desembocar en actuaciones como esta aunque, como apunta el psicólogo, "son casos excepcionales".

El llamado 'Síndrome de Medea', no catalogado

Sin embargo, hay una tercera causa, "la más improbable" para el ex Defensor del Menor. Se trata de una situación en la que la pareja atraviesa un proceso de separación en el que los celos pueden llevar a la mujer a querer hacer daño a su marido a toda costa. Pero este caso "es muy difícil de creer en una madre".

Este tipo de sucesos han sido relacionados con el Síndrome de Medea pero ésta no es una enfermedad catalogada psicológicamente como nos explica Urra. La mitología griega cuenta que Medea, tras ser abandonada por Jasón por otra mujer, acabó con la vida de ésta e incluso con la de los hijos que tuvieron en común con el objetivo de herirle.

Tras cometer estos actos, la mujer, como ocurre en el caso de Amaya, puede intentar quitarse la vida ya que puede ser consciente de lo que ha hecho. Por ello, hay que ser precavidos con la actitud posterior de la madre pero, sobre todo de los hijos.

Detrás de este suceso hay unos niños que han perdido a sus hermanos a manos de su madre y que han de ser tratados con mucho cariño y afecto pero, sobre todo, "con prudencia".