Luis Alberto, el eterno adolescente

ELENA VILLEGAS 02/06/2008 09:03

Llevaba casi una semana deseando que llegara el martes. No sabía cómo iba a ser el encuentro, si le reconocería fácilmente, si habría envejecido, engordado... me daba algo de miedo que hubiera cambiado tanto como para distorsionar los recuerdos. Ya había hablado con él y su voz seguía siendo inconfundible; el mismo tono afable, propio de alguien cuya dicción es su instrumento de trabajo. En el primer contacto telefónico, me sorprendió por su simpatía; casi podía imaginármelo haciendo lo que siempre le había visto hacer: atraer a niños y jóvenes con su presencia y su desparpajo. Me iba a reencontrar con el pasado, con una imagen accesible por su amabilidad, pero inalcanzable por cuanto de mito tenía. Era una figura elaborada por la máquina de la televisión; ¿podía ser, por tanto, alguien real?1

Luis Alberto Sánchez es real. No desapareció con 'La 5ª marcha' y 'Hugolandia' y, por supuesto, no defraudó. El pasado es presente; el antiguo ídolo juvenil sigue igual, pero ahora se me presenta cercano. Sin la barrera de los tubos catódicos, el discurso unidireccional se torna en interactividad, en diálogo. Le pregunto y responde; ¿me habrá absorbido la pequeña pantalla? Creo que no, al igual que tampoco le absorbió a él hace años; Luis Alberto decidió que la televisión no le moldeara -no dejó que ningún guión le exigiera nada- y optó por moldear él mismo a la televisión. ¿Cómo lo hizo? Montó una productora, Canal Zero Producciones. Desde entonces, los programas los hace él (los hace él literalmente porque se encarga prácticamente todo); dirige, realiza, edita, presenta...

Ése era su trabajo en Telecinco: presentar; él dice que era un teleñeco, pero es mentira. Es mucho más que eso. Cuando era presentador de programas dirigidos a un público masivo, ya se podía percibir que tenía carisma. Por aquel entonces, a principios de los 90, como espectadora de 'La 5ª marcha' y de 'Hugolandia', no tenía ni idea acerca de si repetía sus palabras cual papagayo (ya me ha confirmado que no) o sus movimientos estaban perfectamente estudiados y aprendidos (con diez años, no me imaginaba que lo que salía en la tele no fuera natural y espontáneo ni que la realidad que se presenta como tal pudiera no serlo). Independientemente del guión, Luis Alberto Sánchez transmitía; era capaz de encandilar, de hacer ver que creía en lo que estaba contando. Ahora, al cabo de los años, visto ya desde una perspectiva crítica y después de haber hablado con él, descubro en todo eso un don (aunque ya sabemos que los dones también se educan y trabajan). Luis Alberto era y sigue siendo un comunicador. Si se compara con sus compañeros quintamarchosos, se aprecia algunas diferencias: Penélope Cruz atraía el objetivo de la cámara y las miradas no tanto por su físico como por sus gestos, por su postura de diva en potencia -ya entonces hacía saber que aquí estoy yo-; Jesús Vázquez era el guaperas, el chico por el que todas las niñas suspiraban, carne de guión (es evidente que todo eso hoy le ha dado unas tablas y un saber estar en un plató al que pocos, por no decir ninguno, igualan en España). Y Luis Alberto era quien contaba -no leía- lo que pasaba; quien presentaba a un grupo de música anodino como el mejor del mundo, quien anunciaba una marca y la hacía suya, quien improvisaba... quien tenía cerebro y lo usaba. Y, poco a poco, amplió sus horizontes profesionales.2

La premisa fundamental en su productora es la calidad y quien haya visto alguno de sus programas en la TDT lo habrá comprobado. Sin embargo, la calidad supone invertir en esfuerzo, tiempo y dinero y no siempre se obtienen los resultados merecidos; por eso, una vez conseguidos los retos profesionales que se había propuesto con Canal Zero, quiere volver a presentar. Dieciséis años después, se ofrece de nuevo. Y qué inteligente será la cadena que lo contrate; Luis Alberto aportará la solidez de la experiencia y el frescor y la energía de un nuevo comienzo.