Convulsión en la sociedad austriaca

BELINDA CEA 15/03/2009 00:00

"Jamás hemos notado nada" , comentaban los vecinos a los que no les llamó la atención que Josef Fritzl durante casi 20 años comprara una y otra vez pañales y comida para los bebés que ocultaba en el sótano.

Cuando en agosto de 2006, la joven Nastasha Kampusch logró escapar del sótano, había pasado ocho años de su adolescencia prisionera, en manos de otro depravado. El zulo era minúsculo, 2,5 metros cuadrados y también estaba bajo tierra. Entonces Austria despertó al horror. Tardaron tiempo en asimilarlo, pero cuando dos años después Elizabeth salía de la madriguera, muchos se preguntaron qué está pasando en los sótanos de ese país.

Los dos casos sucedieron en Baja Austria, el estado federado que rodea Viena.

El jefe de gobierno, el canciller Alfred Gusenbauer, manifestó: "No vamos a permitir que el país entero se convierta en rehén de un solo hombre" en referencia a Josef Frtizl. Pero, es innegable, que cuando un criminal adquiere notoriedad y pasa a esa galería del espanto, suele asociárse con una ciudad. Y si no recordemos al estrangulador de Boston, el vampiro de Dusseldorf o en nuestra propia historia del crímen, al violador del Ensanche, los crímenes de Puertourraco o el asesino del Putxet.

Justo es no meter en el mismo saco a ocho millones de austriacos, pero lo que se les critica a raiz del caso del monstruo de Amstetten es esa capacidad que tienen de esconder las cosas debajo de la alfombra.

Un "cultura" de mirar para otro lado, no tanto en Viena como en las pequeñas localidades donde todos se conocen y en las que la responsabilidad social, como ellos mismos reconocen, es mínima. Y ponen ejemplos, "preferimos llamar a la policía para quejarnos del ruido que hace nuestro vecino de puerta que pulsar el timbre y enfrentarnos cara a cara con el problema", comentaba un vecino de la localidad. Y esto la gente de más edad lo justifica por su pasado nazi, una parte de su historia a la que "se refieren como un periodo oscuro del que fueron víctimas, aunque algunos de estos abuelos austríacos tuvieron que ver, y mucho con el nazismo".

Ahora en Austria sólo quieren vivir en armonía, de hecho, son como adictos. El problema es si por disfrutar de esa paz nunca se harán una pregunta ¿Cuántos de los más de 700 desaparecidos oficiales en el país no estarán presos en alguno de los dos millones de sótanos?

EB

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