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La caída a los infiernos de Antonio Orozco: del día que tocó fondo a su cambio de hábitos para empezar de cero

Antonio Orozco
Antonio Orozco. Europa Press
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"Decidí parar todo en mi vida cuando sentí que ya no podía más. Cuando tocas fondo, lo único que te queda es ir hacia arriba". Con esta premisa, Antonio Orozco abre las páginas de su primera biografía, 'Inevitablemente yo' (Planeta), que publica este miércoles 1 de octubre.

Lejos de los escenarios, el artista abre su corazón especialmente sobre la etapa en la que estuvo a punto de perder la voz, sobre su delicado estado mental tras la presión y la carga de trabajo, y sobre su físico. 'Inevitablemente yo' es, sin duda, su confesión más íntima y personal.

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La portada de la biografía de Antonio Orozco

El día que tocó fondo

Orozco describe un episodio que marcó un antes y un después en su vida y su carrera: el día que tocó fondo.

El intérprete de 'La Llamada' estaba inmerso en su gira internacional y narra cómo, antes de subir al escenario del SOM Festival de Castellón, la tensión y el caos dominaban el ambiente. "Varios problemas técnicos graves con el equipo de sonido provocaron discusiones y nerviosismo entre técnicos y músicos. Salir al escenario en medio de ese caos fue extremadamente difícil, me costaba mantener la concentración", confiesa.

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El concierto, asevera, fue especialmente doloroso no por las dificultades técnicas, sino porque ya estaba rozando el límite emocional. "Me vi sobrepasado por un cúmulo de circunstancias. Hay una que puede parecer irrelevante, pero te aseguro que no lo fue: se perdió mi maleta y no tenía ropa para el concierto. Así que tuve que vestirme con lo que buenamente me prestaron los músicos. Por cierto, aquella maleta nunca apareció", relata.

A pesar de que las críticas sobre los shows seguían siendo positivas, el artista se dio cuenta de que algo no marchaba bien en su entorno profesional. "La confirmación definitiva llegó justo antes del concierto", explica.

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El momento culminante de su "crisis" llegó a apenas diez minutos de la actuación: su asistente y amigo de más de 20 años, Sam, le anunció de forma repentina que dejaba de trabajar con él. "Te lo tengo que decir ahora: Antonio, ya no voy a seguir más".

Para Orozco, aquel mensaje fue la estocada final. "Aquel fue el peor concierto de mi vida. Aquel día fue un cúmulo de desastres. Todo salió mal, pero el mal se alargaría todavía un poco más a bordo de mi velero", apostilla.

Lo que llegó después fue incluso peor: en las redes sociales se empezó a rumorear que Antonio "había estado bebiendo" momentos antes del concierto y que hizo su actuación "perjudicado" por los efectos del alcohol. "En ese momento me colapsé, no podía creerlo. Pensé, por primera vez en mi vida, en dejarlo todo". Y llegó a oídos de su hijo Jan: "¿Papá, esto es verdad?", le preguntó. Lo que le hizo replantearse todo.

Tras el tour internacional, canceló sus shows previstos de teatros porque su cuerpo le decía "basta". "He aprendido que el descanso no es un lujo, es una necesidad". Fue, en parte, ese aprendizaje, lo que le ayudó a cambiar de hábitos.

Antonio Orozco

El cambio físico

El compositor decidió cambiar no solo su físico, también su vida. No buscaba una imagen distinta frente al espejo, sino la posibilidad de seguir viviendo.

"No era una cuestión estética. Fui porque ya no podía seguir así", confiesa al recordar lo que vivió hace casi dos años cuando, con 127 kilos y pruebas clínicas alarmantes, se enfrentó a un diagnóstico duro: estrés descontrolado, sobrepeso extremo y riesgo inminente de un colapso. "Si no hacemos algo ya, te puede dar un infarto. Un ictus. Un colapso fatal", le advirtió su médico.

Esa llamada de atención lo llevó a una conclusión clara: no podía seguir tomando decisiones solo. "Debía ponerme en manos de profesionales. No de influencers, ni de gurús", afirma. Así empezó su gran transformación, acompañado por especialistas en nutrición, ejercicio y salud mental.

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"Durante años, fui acumulando kilos como quien acumula silencios. Ansiedad, frustración, culpa… Todo eso se convirtió en comida. En noches largas. En excusas. En ropa que dejas de ponerte. En rodillas inflamadas que duelen cuando subes unas escaleras...", cuenta.

El cambio, sin embargo, no consistía solo en contar calorías o seguir rutinas de gimnasio. Su verdadero desafío estaba en la forma de relacionarse con la comida y en cómo gestionaba su ansiedad. "Me he dado cuenta de que mi problema no tenía tanto que ver con los alimentos, sino con el instante en el que decidía comer. Si cada vez que vas a comer estás nervioso, si siempre tienes una lucha interna con la comida, al final el problema no es tanto lo que comes, sino cómo te enfrentas a ello".

La ayuda de la dietista Andrea Celis le enseñó a revisar cada comida y a reconocer que la obesidad no es un fallo de voluntad, sino "una enfermedad y un problema serio de salud". En paralelo, con el apoyo del preparador físico Alex Iloie y de su entonces nuevo asistente Carlos Ros, incorporó el ejercicio a su día a día, aprendiendo a organizarse en medio de una vida marcada por la improvisación.

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Otro de los motivos por los que pudo realizar esa transformación mental y física fue acudir al psicólogo. "Antes de cambiar mis hábitos, primero tenía que cambiar mi modo de pensar".

Ahora, el cantante reconoce que, sin las terapias, no habría podido seguir adelante, "sin haber dado ese paso por primera vez". El plan estaba claro: empezar con mi salud física, abarcando la alimentación y los entrenamientos, y, a la vez, comenzar a tratar mi salud mental", concluye. Y así lo hizo, dando pie a un nuevo capítulo en su vida.