¿Qué efectos tiene comer ostras?

Su textura viscosa o su fuerte sabor salado hace que muchas gente rechace las ostras
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Las ostras son consideradas un majar, uno de esos bocados que se disfruta en ocasiones espaciales o momentos señalados. Si bien están consideradas un lujo, cada vez es más habitual encontrar lugares que las ofrecen en sus cartas, lo que hace posible que cada vez más personas puedan descubrirlas y disfrutar de ellas. Eso sí, no son del gusto de todo el mundo.
Al probar las ostras pueden suceder dos cosas, que las ames o que las odies. Esto último puede deberse a su textura viscosa o su fuerte sabor salado, lo que para ciertas personas puede ser motivo de rechazo, sin embargo, también son muchos quienes no han dudado en añadirlas en su lista de imprescindibles después de la primera cata, convirtiéndose en un favorito para aquellos que disfrutan con los sabores nuevos y especiales, sobre todo con aquellos relacionados con el mar.
Los más clásicos apostarán por comer las ostras de manera tradicional, pero aquellos que estén dispuestos a salirse de la norma (o ya estén aburridos de comerlas siempre igual) tienen muchas otras opciones para comerlas, ya sea como acompañamiento de una bebida, como el champán, vino blanco, un cóctel o agua con gas, o junto con algún aliño o salsa que potencie su sabor. Si bien suelen comerse crudas, lo cierto es que también es posible encontrarlas ahumadas, fritas o a la brasa.
Las opciones son muchas y hay muchas maneras de disfrutarlas porque, a pesar de los riesgos que puede suponer comerlas, lo cierto es que un consumo moderado de ostras también puede tener bastantes beneficios. ¿Qué efectos tiene comer ostras?

Ostras: beneficios y riesgos de comerlas
Las ostas son una fuente de nutrientes, contienen proteínas, vitaminas y minerales que nuestro cuerpo necesita y que, si bien hay otra muchas formas de conseguirlas, también puede lograrse gracias a su consumo. Principalmente, aportan hierro, zinc y calcio, y vitamina B12 (clave para la salud del cerebro) y vitamina E, que es un potente antioxidante, además, contienen ácidos grasos omega-3.
Precisamente, gracias a su contenido en omega-3, las ostras pueden ayudarnos a cuidar el corazón, porque reducen el riesgo de enfermedades cardiacas, colaborando a bajar la presión arterial y reduciendo la inflamación. Tienen también un bajo contenido de colesterol y grasas saturadas, lo que es positivo para la salud cardiovascular.
Su consumo puede ayudar a mejorar el funcionamiento del sistema inmunológico gracias a su contenido de zinc, porque este mineral ayuda a la función inmune, además favorece la cicatrización. La piel también puede verse beneficiada por el consumo de ostras, por los efectos antioxidantes de la vitamina E, que ayuda a proteger de los daños ambientales y también tiene propiedades antiinflamatorias. La vitamina B12 es esencial para la salud neurológica y las otras la contienen, por lo que puede ayudar a mejorar la función cognitiva, también el estado de ánimo.
Son una fuente de proteínas completas, favoreciendo el crecimiento muscular, también la densidad ósea, gracias a los minerales que contiene, como el zinc, pero también el calcio, el fósforo, el hierro, el cobre y el selenio, reduciendo el riesgo de desarrollar osteoporosis. Beneficios todos ellos que no se obtienen por el mero hecho de comer ostras, sino que se ven potenciados por ellos siempre y cuando se incluyan en una dieta completa y equilibrada y se lleve una vida saludable.
Conviene señalar que, desde siempre, se ha considerado las ostras como un alimento afrodisiaco, esto se dice que es por el zinc que contienen, que aumentaría los niveles de testosterona y mejoraría la libido.

A pesar de sus muchos beneficios, también conviene tener en cuenta los riesgos que supone su consumo, sobre todo al comerlas crudas o poco cocidas. El riesgo de exposición a ciertos patógenos es mayor cuando se toman de esta manera, principalmente sucede con las bacterias del género vibrio, que puede llegar a causar enfermedades en humanos, como gastroenteritis o infecciones graves. En general, no suele ser de gravedad en personas sanas, pero que sí pueden serlo en personas con problemas inmunes. Entre los síntomas más habituales está el dolor abdominal, diarrea, debilidad, náuseas y fiebre no demasiado elevada.
El riesgo de enfermar tras consumir ostras se reduce drásticamente si estas están bien cocinadas. También si se compran en lugares de confianza o si se mantiene bien la cadena del frío o se congelan a bajas temperaturas. También se recomienda prepararlas en un entorno limpio y desinfectado, depurarlas bien con agua de mar limpia, para eliminar residuos y, sobre todo, tener especial cuidado con los grupos de riesgo, como las personas con problemas inmunológicos, embarazadas o si se tiene alguna patología como cáncer o enfermedades hepáticas.
Su consumo será seguro tanto si las tomamos cocinadas, como si lo hacemos en lugares de confianza y donde se cumplan todas las reglas señaladas anteriormente.

