Sara Hernández, la joven almeriense que heredó esquilar un millón de ovejas

Un día Sara se levantó y sin darse cuenta en su vida tranquila y serena se colaron casi un millón de ovejas. No tuvo tiempo ni de reaccionar. Esta joven almeriense de 35 años heredó el negocio que su tío le dejó por sorpresa: el de esquilar lana por toda la península ibérica. Y así, sin pensárselo dos veces, dejó su trabajo en una tienda de ropa y se dedicó a las ovejas.

Fue hace dos años. El tío de Sara enfermó y ella se encargó de cuidarlo. Dos semanas antes de morir le pidió que se quedará con su empresa en el pueblo granadino de Órgiva, El Esquilador Guerrero, una empresa que había construido de la nada y que ahora era todo un imperio de la esquila. "Yo no sabía nada de ovejas en ese momento", explica Sara que se puso manos a la obra.

Una semana antes de hacerse con los mandos de la empresa estudió todos los tipos de ovejas que hay en España y Portugal. "Me hacía chuletas en el móvil y en papeles que metía en el bolso", recuerda con una sonrisa Sara Hernández. Además, tenía centenares de clientes por todo el país cuyos nombres debía memorizar, así que se los anotaba en la mano antes de reunirse con ellos para no equivocarse.

Falta de esquiladores

Pero ese no iba a ser el único problema al que se enfrentaría. Para esquilar ovejas hacen falta esquiladores... y para esquilar casi un millón de ovejas hacen falta muchos. "En España no hay esquiladores, la mayoría son mayores o no tienen experiencia", se queja Sara. El año pasado a su oferta publicada en el servicio de empleo tan solo respondieron un par de personas. Una ya estaba jubilada y la otra era una peluquera. "Me preguntó si era lo mismo pelar a una persona que a una oveja".

Sara no puede enseñar a esquilar con el ganado de sus clientes. Necesita gente experimentada y por eso siempre acaba contratando a cuadrillas de Uruguay y Argentina. "El año pasado me traje a 93 esquiladores de fuera", dice Sara, "es un trabajo bonito y se gana mucho en poco tiempo". 

En breve tendrá que hacer una nueva oferta pública y si no encuentra esquiladores en España volverá a recurrir al extranjero. La esquila normalmente empieza en marzo y acaba poco antes del verano. "Para que las ovejas estén fresquitas", explica Sara que ya es capaz de distinguir con facilidad una merina de una castellana... y más le vale porque el precio es diferente según la raza.

No solo los esquiladores escasean, el ganado ovino está descendiendo también. "La media de edad de los ganaderos está por encima de los 55 años", asegura Sara, "y no se ayuda a los jóvenes a comprar ganado o alquilar fincas". También faltan, "un trabajo sacrificado de lunes a lunes que no todos quieren hacerlo"

Su tío, José Antonio Guerrero Marfil, fue pastor en el Pirineo. Allí se dio cuenta hace más de una década que había mucha lana y pocos esquiladores. Así nació la idea de crear El Esquilador Guerrero, la empresa que José Antonio se trajo hasta su pueblo en la Alpujarra. Hoy ese sueño está en manos de su sobrina: la joven a la que un día un millón de ovejas le cambiaron la vida. 

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