Sanitarios jubilados atienden a sintecho de Barcelona en una ambulancia de campaña: “No suelen acudir al sistema de salud"

La parroquia de Santa Anna de Barcelona lleva años dedicándose a atender a personas vulnerables sin recursos. Desde marzo de 2017 ofrecen acogida y acompañamiento a personas que no tienen un hogar. Pero ahora, además, también disponen de una ambulancia reconvertida en unidad móvil. Profesionales sanitarios jubilados son los encargados de atender a personas que, por la razón que se, no acuden al hospital ni a la atención primaria.

Todo se organiza desde la Asociación Salud Sin Techu, que está vinculada al Hospital de Campaña de la parroquia de Santa Anna. Su objetivo es mejorar la situación de salud de las personas en riesgo de exclusión social. Por ello, médicos y enfermeras jubilados se desplazan, cada semana, a dos comedores sociales para ofrecer este servicio básico, que va más allá de su especialidad.

"Hacemos de todo. Hay quien tiene dolor de cabeza, quien tiene tos, quien necesita cuidados en el pie o quien no ve bien. Muchos viven en la calle y al día siguiente vienen con dolor de costillas de espalda por dormir fuera", explica Montserrat Pérez, dermatóloga voluntario. Aseguran que al principio la gente era reacia a acercarse, pero ahora, cuando llegan, ya hay una cola esperándoles. "Me hice daño en la pierna en el metro y he venido a curarme", explica un joven a NIUS.

No acuden al hospital ni al CAP

Las personas que acuden al servicio suele tener muchos problemas tanto de salud física, como mental y de adicciones. “Son personas que no acuden al sistema de salud, que no acuden al CAP por su cuenta. Tienen una percepción de su salud diferente, porque la prioridad es cubrir otras necesidades, como la comida o encontrar un lugar resguardado donde dormir. La podóloga ve muchas lesiones en los pies porque cuando salen de aquí solo les queda caminar”, expone Montserrat Pérez.

Es por eso que los equipos del Hospital de Campaña creyeron que también debían salir a la calle para atender a las personas sin hogar en temas de salud donde duermen. Hace un tiempo recibieron una donación de una ambulancia y se ha convertido en una unidad móvil. 

Ya han empezado a salir alguna noche. Va un equipo profesional médico voluntario y se buscan otras personas voluntarias que quieran hacer el acompañamiento. "La novedad son las salidas con la unidad móvil y se está ampliando. Atendemos entre 80-100 personas a la semana. No son cosas graves pero necesitan que alguien les haga caso. Todos los medicamentos son donación", añade Esther Martín, enfermera voluntaria.

“La alimentación sigue siendo el motivo principal por el que llegan las personas, pero a partir de ahí intentamos atender otras necesidades y enseguida vimos que teníamos que atender la salud ”, expone el padre Peio Sánchez, párroco de Santa Anna. Y vista la necesidad, en febrero de 2019 empezaron a organizar campañas trimestrales de dos días de duración. Profesionales de la salud, la gran mayoría del Hospital del Sagrat Cor, de Barcelona, se instalaban durante dos días en el claustro de Santa Anna y atendían a los y las pacientes.

Grupo multidisciplinar de profesionales

Posteriormente, se creó un grupo multidisciplinar de profesionales del ámbito sanitario y el equipo ha ido creciendo, se ha ido consolidando y ya moviliza a más de una veintena de personas voluntarias. Ahora existen profesionales voluntarias de las especialidades de medicina interna, medicina de familia, dermatología, odontología, cirugía general y digestiva, psicología, salud internacional, podología, optometría y enfermería. También hay personas que gestionan las cuestiones administrativas.

"El objetivo tanto de los cuidados médicos que se hacen en la parroquia de Santa Ana como de los que se hacen en la calle sería, de hecho, que la persona que lo necesita acabe acudiendo al CAP o al hospital, pero para conseguirlo es necesario establecer una confianza y unos vínculos que no son fáciles ni rápidos. Son gente muy agradecida. Una vez un chico cuando le puse las gafas se puso a llorar de la emoción", explica Francisco Campo, óptico optometrista voluntario.

Según Arrels Fundació, una de las entidades que las atienden, estas personas viven una media de veinte años menos que la población en general. "La esperanza de vida que tienen es muy inferior a la media y las dificultades para acceder a la sanidad pública son también muy grandes", afirma el párroco de Santa Anna.