De Madrid a Shanghái para crear startups: "El aprendizaje que da salir de la zona de confort no tiene límites"

El ingeniero Pablo Rabadán disfruta de sus últimos días en España. En febrero volverá a cruzar el ‘portal’ que le llevará a la acelerada ciudad de Shanghái. Él mismo define esta metrópolis como dinámica y adictiva: “Siempre hay algo que hacer: desde oportunidades de ocio, cultura, eventos de networking…”. Él llegó con el pretexto de desarrollar su propia startup, pero al final acabó dirigiendo la incubadora de startups de la Universidad Politécnica de Madrid, Xiji Incubator.

“Hubo una parte de la aventura de emprender en sí mismo, que me dio parte de los conocimientos que yo creo que hacen falta para luego poder trabajar con startups, que es aprender a fallar, aprender de los errores y a mancharse las manos y meterse en el barro”, explica Rabadán.

La Universidad Politécnica de Madrid, con más de 20 años de experiencia en China, mantiene una sólida relación con la Universidad de Tongji, que llevó a la apertura del Campus Sino-Hispánico, donde se desarrolla Xiji Incubator.

Con seis años de experiencia, Xiji Incubator ha permitido crear alguna que otra iniciativa exitosa. Rabadán explica cómo una de las primeras startup que pasaron por su incubadora, Movo, al final fue absorbida por Cabify: “Las startups ven que lo que está pasando en China se podría replicar en el lugar de donde vienen”. En el caso de Movo, ellos “se inspiraron en el modelo de la movilidad compartida china para llevarlo a ciudades de España y Latinoamérica”.

Las startups ven que lo que está pasando en China se podría replicar en el lugar de donde vienen

Aunque él mismo reconoce que la ratio de éxito en startups en fases muy iniciales es pequeño, los perfiles que pasan por allí luego “progresan a nivel personal o profesional”: “El aprendizaje al que te expones al salir de la zona de confort no tiene límites”.

Sesiones con mentores

La incubadora cuenta con dos convocatorias de cuatro meses cada una: una en primavera y otra en otoño. Y, de momento, aceptan proyectos procedentes de estudiantes de la Universidad Politécnica de Madrid, la Universidad Tongji, la Universidad Politécnica de Cataluña, la Universidad de Sevilla y el Tecnológico de Monterrey, así como de organizaciones de apoyo al emprendimiento de Europa y Latinoamérica.

En cada una de las estancias se seleccionan hasta 20 proyectos tecnológicos en base a tres filtros: la idea (que tenga que ver con las áreas que trabajan desde China), la proactividad (que el equipo “sea capaz de aguantar los golpes”) y, finalmente, el perfil (que en el pasado haya intentado emprender).

Una vez allí, comienzan las sesiones con los mentores, que acompañan a los diferentes proyectos en su camino hacia la consolidación de la idea de negocio: “Nosotros en las primeras etapas nos centramos mucho en, why you, why this, ¿por qué tú y por qué esto?”, que también puede marcar el éxito o el fracaso de una startup.

Rabadán comenta una experiencia vivida en el último programa para entender que no es todo un camino de rosas: “Uno de los mentores venía de la aceleradora de Microsoft y también de Silicon Valley, y el estado de validación de las startups que teníamos era muy temprano: su sesión fue reveladora pero demoledora a la vez y una de las startups pivotó [cambió su estrategia por completo]”, explica.

Sin embargo, para el director, eso no significa que la experiencia sea menos interesante: “Yo animo a las startups a aventurarse; al final el nivel de riesgo suele ser equiparable al nivel de recompensa, y en casos como estos no conozco a nadie que se arrepienta, incluso los que fracasan estrepitosamente”.

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