Así es el pueblo que renunció a la tecnología en favor de la ciencia: sin móvil, microondas ni wi-fi

El telescopio de radio Robert C. Byrd de Green Bank
El radiotelescopio Robert C. Byrd de Green Bank, EEUU. Wikimedia
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En un mundo tan tecnológico como el actual, resulta imposible de creer que pueda haber algún lugar en el mundo civilizado en el que no haya cobertura en el móvil, la radio no va sintonizar ninguna emisora, no te vas a poder conectar a Internet vía WiFi y, en general, no vas a poder acceder a ningún tipo de conexión inalámbrica ya que han prohibido cualquier tipo de onda electromagnética. ¿Lo más increíble de todo? Que este lugar está en pleno Estados Unidos.

El misterio de Green Bank, el pueblo sin ondas

El lugar del que hablamos tiene por nombre Green Bank y está ubicado en Virginia Occidental, en lo más profundo de los Apalaches. Este pueblo es diferente al resto de los de Estados Unidos y el motivo principal es que cuenta con la particularidad de que las ondas electromagnéticas creadas por los humanos están prohibidas desde 1961 por parte del gobierno federal. Hasta el punto de que su uso puede estar incluso perseguido y penado.

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Green Bank tiene apenas unos 150 habitantes y ese es uno de los motivos por los que es conocido como el pueblo más tranquilo de Estados Unidos. La decisión de prohibir las ondas electromagnéticas tiene su razón de ser en la presencia de una de las tecnologías más sofisticadas de este planeta, por lo que se ha hecho el sacrificio en pos de la ciencia. No es que la gente sea retrógrada o le tema a la tecnología, sino todo lo contrario.

Lo que más destaca al ver una postal de Green Bank es la imponente presencia del radiotelescopio orientable más grande del mundo, el Robert C. Byrd, operado por el Observatorio Nacional de Radioastronomía. Este aparato cuenta con tal grado de precisión y es tan delicado que un simple teléfono móvil con su ínfima radiación electromagnética puede neutralizar el correcto funcionamiento del radiotelescopio e impedir a los astrónomos estudiar a través de él cómo se formó la Vía Láctea y cómo sigue evolucionando. Esta maravilla de la tecnología pesa unos 7,7 millones de kilos y abarca una inmensa superficie de 0,8 hectáreas de anchura, por unos 147 metros de altura. En la zona a su alrededor encontramos 1.130 hectáreas de zona natural en la que se ubican otros telescopios más pequeños.

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El telescopio Robert C. Byrd puede escuchar sonidos a cientos de millones de kilómetros de distancia, pero si quieres oír ruidos suaves, necesitas mantener el ruido bajo. De esta forma, se decidió convertir a Green Bank y sus alrededores en lo que se llama una Zona de Silencio Radioeléctrico. Esta abarca un área de unos 23.000 kilómetros cuadrados que limita la frecuencia de radio en la mitad oriental de Virginia Occidental y partes de Virginia, extendiéndose hasta la frontera con Maryland.

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Para asegurarse de que nadie alrededor de la Zona de Silencio Radioeléctrico utiliza WiFi, teléfonos móviles o incluso un microondas, hay una autoridad que vigila el espectro radioeléctrico para detectar posibles interferencias. Algo así como la policía del RFI. La interferencia de radiofrecuencia (RFI) en un sistema de sonido se puede definir como una señal audible no deseada que invade el sistema de sonido a través de una señal de radiofrecuencia (RF). Por tanto, tienen unas camionetas con antenas omnidireccionales gigantes en el techo y en las que el asiento del copiloto ha sido reemplazado por un receptor, un sistema Doppler y un analizador de espectro. De esta forma, el vehículo detecta cualquier cosa que pueda interferir con los sonidos del espacio exterior.

El hogar de los que buscan tranquilidad

Más allá de un lugar al que acuden muchos científicos, también se ha convertido en una especie de lugar de peregrinaje por parte de las personas que están saturadas de tecnología. Algo así como un refugio libre del mundo hipertecnológico actual, casi como un viaje al pasado. Para hacernos una idea, ni siquiera hay casi semáforos, solamente tres en los alrededores. Sin embargo, sus habitantes no llegan a estar desconectados del mundo, porque tienen equipos de radioaficionados y teléfonos fijos. También Internet, ya sea por línea telefónica o por cable Ethernet.

Otras de las restricciones es que alrededor del telescopio solamente se permite la circulación de vehículos diésel, ya que la presencia de bujías podría opacar el sonido de las galaxias. A los trabajadores de la zona se les obliga a comunicarse mediante walkie-talkies y en frecuencias muy específicas. Estos trabajadores viven en una serie de viviendas construidas específicamente para empleados en los terrenos del observatorio. Tienen que firmar un contrato en el que aceptan que no usarán microondas ni dispositivos inalámbricos.

Los habitantes de Green Bank, lejos de quejarse de sus circunstancias, temen que su secreto se revele y que se comience a convertir en una especie de destino vacacional bajo el gancho “refugio de la conectividad”. De momento, lo que sí están comenzando a notar es la llegada de personas consideradas “electrosensibles”, aquellos que creen que las frecuencias electromagnéticas son la causa de sus enfermedades.