Sus 100 metros de largo y sus 11 millones de toneladas mantienen en alerta a la pequeña aldea de Innaarsuit, un asentamiento de 167 personas que se encuentra en la costa oeste del país, a más de 600 kilómetros de Nuuk, la capital de Groenlandia.
Ahora, la gran masa helada se encuentra en alta mar a la deriva, pero de cara las próximas horas y días, a los residentes de esa zona se les presentan dos opciones: la primera, que las condiciones del tiempo sean favorables y las rachas de viento arrastren el glaciar lejos del lugar, y segunda, que la lluvia comience a derretir el iceberg haciendo que una parte de la estructura quiebre precipitándose al océano y provoque un tsunami que sepulte la aldea.
Los aldeandos están acostumbrado a ver icebergs cerca de sus costas a diario, pero esta vez se muestran temerosos porque nunca antes habían visto uno tan grande. Ante esta peligrosa situación, las autoridades han aconsejado a la población que se dirijan hacía zonas más altas, para que en caso de que ocurra la inundación no corran ningún peligro dentro de sus hogares.
Y en el caso de que se produjese el tsunami, afectaría a los barcos del puerto, que son cruciales para la pesca, y a las plantas de energía que abastecen la zona.
Para no tener que lamentar daños posteriores, hasta el momento han trasladado a 33 personas, pero si la situación no mejora, las autoridades tendrán que tomar cartas en el asunto y trasladar por completa a la población. Por esta razón un buque de la Armada Real de Dinamarca se encuentra cerca.
Este derretimiento de icebergs y glaciares en Groenlandia se traduce en un aumento del 4 por ciento global del nivel de mar, una cantidad que se ha duplicado desde mediados de la década de 1990. Los científicos se muestran preocupados por los constantes cambios del paisaje y ecosistemas.