Sergio del Molino: "Felipe González tiene muchas zonas vedadas, incluso para su gente, y eso le hace muy interesante"

Ni Felipe, ni González, ni la suma de los dos. El camino intermedio. “Un tal González” (Alfaguara) es el título con el que Sergio del Molino (Madrid, 1979) se ha empeñado en reivindicar al expresidente socialista como la figura política más importante del siglo XX y de paso “adecentar” una opinión sobre la Transición, cuando se está a punto de cumplir 40 años de la primera victoria electoral del PSOE y sus 202 escaños en el Congreso.

Una novela “historiada” sobre un personaje que comenzó a gobernar este país (1982) cuando Del Molino tenía tres años y que renunció a la secretaría general del PSOE (1997) cuando el autor tenía 16, y lo que pasaba dentro de aquel partido a aquel chaval le parecía una película de serie B de policías y ladrones tipo 'Marbella, un golpe de 5 estrellas'.

El resultado es una mirada personalísima del autor de la exitosa “Contra la España Vaciada” sobre la historia del PSOE, que sin ser un libro de memorias ni una biografía le permite contar las interioridades de un partido, el momento en que Francia entendió que tenía que colaborar en la lucha contra ETA, los GAL y la corrupción, pasando por la bodeguilla de Moncloa, una cena con Manuel Fraga en un chalet del Viso de Madrid, o dónde se fraguó la relación del ministro de Economía Miguel Boyer con Isabel Preysler.

En 'Un tal González' desfilan todos los personajes relevantes patrios desde 1969, los Suárez, Guerra, Romero, Serra, Aznar, Galindo, Corcuera, Conde, Garzón…; los extranjeros: Castro, Kohl, Torrijos, Mitterrand, Palme… Solo se echa de menos en este índice onomástico alguna mención a un hombre del PSOE que siempre estuvo ahí, Alfredo Pérez Rubalcaba. “Lo que me extraña es que este libro no se hubiera escrito ya”, defiende Del Molino, que lo mismo dice en la conversación Felipe que González y que entre teoría y teoría política cuenta que cuando llegó el socialista a La Moncloa había un ujier apodado “La SER” cuyo único cometido era anunciar que el presidente había entrado en la habitación o salido de ella como si fuera la megafonía de un supermercado.

Pregunta: Escribe al comienzo del libro que no se puede escribir de González, que hay que escribir “en torno a González porque es un agujero negro”. Pues para no poder escribir se ha cascado 373 páginas.

Sergio del Molino: (Risas) ¡Es comedido el libro! Está muy seleccionado, muy escardado, hay muchas elipsis, la historia da más de sí. Me refería a que Felipe es más extraño que los demás porque incluso para su gente Felipe tiene muchas zonas vedadas, en las que nunca entrarán y estarán siempre al margen de todo y eso le hace muy interesante. Porque tiene su reserva natural, fruto de su carácter genético, su educación en los claretianos de Sevilla, que marca mucho, y te mete mucho para dentro, y tiene la experiencia de la soledad del poder, que eso le marca profundamente y hace que haya regiones dentro de él que son inaccesibles, a veces hasta para él mismo.

P: ¿No me queda claro si lo que busca con el libro es que se reconozca la labor de Felipe González o sencillamente se le quiera?

R: Yo creo que hay que hacerle justicia, colocarle en el sitio que merece y valorar esa grandeza. Su obra política de los primeros años es muy importante para entender el país que tenemos hoy y sin él el país sería de otra forma. Es un personaje que ha estado muy emborronado, que está lleno de prejuicios alrededor y que está muy maltratado, muy oscurecido en los últimos años.

P: Menciona muchas veces el origen de González, el hijo de un vaquero, que sabe de vacas, que “huele a establo”, decía Guerra.

R: A todo del mundo le condiciona, le marca mucho el origen. En España no hay precedentes de que alguien como él haya estado cerca del poder, no ya de presidente. Eso condiciona mucho su visión; también la tradición de pensamiento en la que él se inserta. Él es más heredero de la corriente reformista que de la socialdemocracia, que tiene que ver mucho con los regadíos, con las vacas. El pasa ahora mucho tiempo en Guadalupe (Cáceres), cultiva un huerto, también lo tuvo en Moncloa. Eso dice mucho de en qué tradición se inserta y dónde se ve él; como la persona que ha hecho realidad el viejo sueño ilustrado, y está tremendamente orgulloso de que lo haya conseguido un vaquero, alguien que viene del campo.

España no hay precedentes de que alguien como él haya estado cerca del poder, no ya de presidente, ni tan siquiera cerca (Sergio del Molino)

P: En el repaso por la vida de González le acompañan personajes secundarios que también retratan al expresidente… Alfonso Guerra, usted mantiene que sobre todo son amigos.

R: Guerra es importantísimo para asentar la democracia en términos modernos, para pasar a una democracia liberal con retóricas anticuadas para homologarla al resto. Es un personaje fundamental. En muchos aspectos González y Guerra tenían una relación de simbiosis. Felipe estaba muy solo, Alfonso es la única persona que llega donde no llegan los demás, que le entiende donde no le entienden los otros mucho antes de entrar en el Gobierno, en Suresnes. Guerra tenía celos de Boyer porque este también era otro que podía tener una intimidad política. Los que defienden que no eran amigos argumentan que no iban al cine juntos, que las familias no comían juntas, que no tenían nada en común salvo la política. Pero es que la política para ambos era la vida, tener en común eso era tener en común todo. Pese a todas la luchas, las asperezas, que eran solo luchas orgánicas, eran luchas por personas interpuestas, ellos son amigos desde muy jóvenes, que no se ponen cara a cara hasta que González le dice a la cara que tiene que dejar el Gobierno. Felipe, que todo lo dice, que todo lo habla, que no escribe nunca, es incapaz de plantarse delante de Alfonso.

P: O su primera mujer, Carmen Romero.

R: Le da la estabilidad, y aunque suene un poco machista, le da la posibilidad de un regreso, dentro de todo un caos desde el principio, la sensación que hay un hogar aunque no lo visite, y eso le ordena la cabeza en una vida caótica como la que lleva él. Le aporta además el contacto con el mundo de la cultura. Romero tiene una relación intensa con los escritores y le lleva a la bodeguilla gente muy interesante que a González le da una densidad que no han tenido otros presidentes. Nunca los intelectuales han tenido una relación tan estrecha como la tuvieron con él y eso es a través de Carmen Romero. Algunos iban creyendo que volverían con un cargo de director general y salían oliendo a chorizo extremeño y vino, que era lo que allí se les ofrecía.

El estribillo del libro es un consejo que el dictador Torrijos le dio a González: "Si te afliges te aflojan"

P: Hay un estribillo/consejo que el dictador panameño Omar Torrijos le da a González y que hace fortuna: “Si te afliges, te aflojan”

R: Hizo fortuna en la forma de entender el poder, cuando González cita sus referentes siempre menciona a Olof Palme, que es de quien aprende la socialdemocracia, pero de Omar Torrijos aprende algo más importante, que es el ejercicio del poder. Aprende que sin poder nada sirve para nada. La acción política, o está encaminada a conseguir el poder o no tiene ninguna posibilidad de transformar la sociedad en nada. Parece una obviedad ahora, pero antes no estaba tan claro que el PSOE pudiera llegar a esas posiciones ni estaba tan claro que pudiera intervenir en la política a menos que no fuera la oposición.  Ve que sin poder no tiene sentido. Y que el poder se ejerce de forma incluso de forma física, con el gesto, la voz, o te lo crees o estás perdido.

P: Del Citroën de González para ir a Francia al Sánchez en coche buscando apoyos para competir por la secretaría general del PSOE, ¿le copian los socialistas posteriores?

R: No. Se intentan distanciar. José Luis Rodríguez Zapatero no se atreve a distanciarse ni orgánicamente ni a destruir la obra de Felipe dentro del PSOE, pero lo que hace en el Gobierno es distinto, sobre todo en la segunda legislatura. Tiene una forma de concebir el poder que no se parece a la de González; no se aplica el “si te afliges, te aflojan”, él se aflige continuamente, es una forma más sentimental de encarar el Gobierno. En el caso de Pedro Sánchez, es su antítesis, además deliberadamente. Creo que tienen una relación muy fría y distante. Sánchez es robótico, no es capaz de transmitir sinceridad, no tiene calor, ningún tipo de carisma; se aleja conscientemente. La acción política de Sánchez ha sido cortar amarras con la tradición felipista de raíz.

P: Si hay algo que valga en González tanto como los hechos son las palabras. Recoge en el texto un mitin en Zaragoza en 1977 en el que apaciguó con el discurso a una docena de anarquistas que iban a reventarle el acto, terminaron partiéndose las manos a aplaudir.

R: Él si seduce es por cómo lo dice, por su puesta en escena, encanta por cómo lo dice.  Cuando dimite González, Fidel Castro pide a sus espías que le cuenten. Le llevaron unos informes con dosieres, con una crónica del discurso de dimisión. Fidel los coge y los tira al suelo y les dice: “¡Ya sé lo que dijo; quiero que me digan cómo lo dijo!”. En el cómo está todo. No es tanto el arte con las palabras sino lo que crea con ellas, el ambiente y la puesta en escena. Te convence de lo que quiere, lo que transmite Felipe es un compromiso muy férreo, una confianza muy grande. Eso es lo que convence en el 82.

P: Defiende a González y reivindica la Transición por el mismo precio.

R: Estamos siendo injustos y juzgamos con términos presentistas y con un exceso de moralina a los protagonistas de la Transición. Hay un relato que cuando lo lees parece que las cosas no podían haber sucedido de otra manera, que el río de España desembocaba en el mar de la democracia de una forma totalmente natural y con líderes generosísimos y unos personajes de altura… pero la cosa no fue así. Eran personas con sus mezquindades, y sus cálculos, estrategias y miserias como cualquiera pero se dieron una serie de circunstancias tanto en las personalidades como el momento histórico y la sensibilidad de este tiempo que no se tienen en cuenta cuando se critica. Se ha impuesto un relato muy cínico que acaba presentado la Transición como una especie de complot de unas elites franquistas, en convivencia con otras para perpetuar el privilegio franquista. Me parece muy injusto y me parece que hay que valorar el contexto y entender que aquello fue un milagro, que muy pocas veces se sale de una dictadura tan traumática, con tan pocos daños y se convierte en una sociedad democrática y avanzada en tan poco tiempo. Somos hijos de esa democracia que hoy damos por supuesta y que entonces estaba muy lejos de hacerlo. Me parece que todos hicieron un ejercicio de amputación ideológica muy importante que no tengo claro que la generación de hoy pudiera hacer.

P: Por lo que documenta, lo que tiene González es más olfato que los demás, capacidad de entender mejor al país entonces. ¿Y ahora?

R: González ha perdido en parte esa capacidad porque le ha cegado su paso por el poder y algunos rencores que le nublan la vista, pero sigue manteniendo la perspicacia cuando ve la realidad y ve el mundo. Él va de estadista, esa mirada que tenía en los 70 es una mirada intuitiva que no está racionalizada y por eso Guerra la complementa muy bien. Su éxito político depende de eso, tiene que ver con lo fácil y lo rápido que ve muchas cosas, como que con los líderes socialistas del exilio no puede hacerse la política democrática del futuro.

P: Si entendió bien el inicio, ¿cómo no se dio cuenta de lo que pasaba al final de su tercer mandato? ¿No quería ver lo que pasaba con Rubio, Roldán... con tantos?

R: Se paraliza porque hasta ese momento cree que todo ha dependido de su voluntad, cualquier crisis que ha atravesado se arremanga y lo soluciona de forma drástica. Cuando se generaliza la corrupción se le escapa por completo, vio que tenía un monstruo de cargos públicos que están robando a manos llenas y si los destituye a todos se le cae todo el Gobierno y entiende que eso no se soluciona con un golpe en la mesa ni dar mítines. No tiene herramientas para eso, y en lugar de tomar una decisión, se paraliza lo que es el principio de sus años negros. No es que no lo vea, es que no sabe reacciona y le apaga y le hace tener errores de juicio tan graves que le llevan por ejemplo a minusvalorar a José María Aznar y por eso pierde el primer debate electoral. González defiende que su mayor error político fue convocar el referéndum de la OTAN pero yo creo que fue su inacción ante eso.

Gónzalez asegura que su error político fue convocar el referendum de la OTAN, en mi opinión su mayor error fue no saber cómo luchar contra la corrupción, eso le paralizó

P: En una conversación de González con Casinello y que recoge en el texto, el entonces secretario del PSOE asegura que España no puede ser atributo de la derecha, ni la patria ni el patriotismo pueden ser atributos de la derecha. Ni de broma ¿esto cuando lo ha perdido la izquierda?

R: Se fue perdiendo… González lo perdió cuando hizo campaña contra Aznar en el 96 con la campaña del doberman, cuando aventaron el miedo a la derecha involucionista que hasta entonces no se había presentado así. Ahí se pierde y se abre la veda de la polarización. La izquierda se aleja mucho de la idea de lo común de la patria, algo que todavía no se ha recuperado. Hasta ese momento sí había habido un intento de la izquierda por rehabilitar los símbolos nacionales y volverlos pueblo, volverlos populares.

P: Se reunió con González para escribir este libro. Un encuentro de tímidos, escribe usted en el texto.

R: Él guarda las distancias con el libro, es coquetería, hay tantos libros a favor como en contra. Creo que no termina por entender qué carajo es esto porque no soy miliante, no soy un periodista afín, ¡le divierte, le hace gracia! Solo dijo que no lo iba a escribir él.

En la presentación de este jueves 6 de octubre en Madrid no estuvo. Leerlo, lo ha leído. Palabra de Del Molino.