El cineasta, fotógrafo y escritor Carlos Saura (Huesca, 1932 - Madrid, 2023) ha fallecido este vienes a los 91 años de edad, según ha confirmado la Academia de Cine, junto un día antes de que se reconociera su carrera con un Goya de Honor, mañana durante la entrega en Sevilla de esos premios cinematográficos.
Saura fue golpeado en su infancia por la Guerra Civil y más tarde por las secuelas del franquismo, cuya férrea censura supo burlar en sus películas mediante símbolos y alegorías envueltas en un lenguaje visual a veces críptico, hasta el advenimiento de la democracia, cuando su amor por la música se plasmó en una serie de fascinantes producciones que indagan en un estilo propio y genuino.
Le hubiera gustado nacer en el Renacimiento y poder relacionarse con genios como Da Vinci o Caravaggio, como él mismo reconoció alguna vez, pero su vida atravesó uno de los periodos más convulsos de la historia de España, de bombardeos durante su niñez en Huesca, Madrid, Valencia o Barcelona, que evoca en su cine, y de la represión y el cainismo que marcó a la sociedad de su época.
Demostró durante toda su vida una actividad febril que no cesó en ningún momento, con una carpeta aún repleta de proyectos, que mostraba su actitud ante una vida que resumió así en una entrevista: "Cada día que sale el sol digo, 'Coño, estoy vivo todavía'".
Tras abandonar los estudios de ingeniería industrial que había comenzado, Saura ingresó en el Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas de Madrid, donde se diplomó y comenzó a gestar su primera producción, 'Los golfos' (1960), una crónica de la deriva de un grupo de jóvenes filmada al estilo de un documental y marcada por el neorrealismo italiano.
Sin embargo, fue 'La caza', producida en 1965 por Elías Querejeta, la que le llevó al éxito internacional, con una historia cruel que analizaba en tono alegórico las heridas causadas por la Guerra Civil a través de las relaciones que se dan entre varios personajes durante una partida de caza y que le reportó el premio a la mejor dirección en el Festival de Berlín.
Desde entonces, el joven Carlos Saura inició, de la mano de Querejeta, una serie de producciones que indagan sobre los efectos de la represión franquista como 'Peppermint Frappé' (1967), 'La madriguera' (1969), 'El jardín de las delicias' (1970), 'Ana y los lobos' (1972) y, en mayor medida, 'La prima Angélica' (1973), una película cuyas imágenes simbólicas indignaron a los sectores más reaccionarios de la sociedad española.
Después llegaron 'Cría cuervos' (1975) y 'Elisa, vida mía' (1977), donde empieza a reflexionar sobre la interconexión de la música y la imagen, y 'Deprisa, deprisa', cine de quinquis al estilo de la época, que le llevó a hacerse con el Oso de Oro en Berlín.
Su primera experiencia con el musical fue 'Bodas de sangre' (1981), con Antonio Gades, a la que siguieron 'Carmen' (1983) y 'El amor brujo', una trilogía de imágenes fascinantes en la que consigue desarrollar un género musical genuino, alejado de los clichés de los musicales europeos y norteamericanos.
En el ínterin hacia su otra serie de musicales, el cineasta rodó 'El Dorado' (1987), un ambicioso film sobre la figura de Lope de Aguirre; 'La noche oscura' (1989), que evoca la prisión sufrida por San Juan de la Cruz; y 'Ay, Carmela', una de sus producciones más populares, que escribió junto a Rafael Azcona a partir de una obra teatral de José Sanchís Sinisterra.
A partir de 1991, Saura continuó con su reflexión sobre la imbricación del sonido y la música con 'Sevillanas' (1991), 'Flamenco' (1994) y 'Tango' (1997), producciones a las que sumaría 'Goya en Burdeos' (1999), una evocación de los últimos años del pintor aragonés; y 'Buñuel y la mesa del rey Salomón' (2001), homenaje a quien consideraba uno de sus maestros en el cine.
El realizador aragonés volvió al musical en 2002 con el drama 'Salomé', a la que seguirían 'Iberia' en 2005, un homenaje a Isaac Albéniz, y 'Fados' (2007), una producción en la que ahonda en la luz como elemento dramático y donde el mobiliario y la decoración se reduce cada vez más.
Tras el análisis de la España profunda que se plasma en 'El séptimo día' (2004), basada en un crimen real que dramatizó junto al novelista Ray Loriga, Saura filmó 'Io, Don Giovanni' (2009), en la que se sirve de la genial ópera de Mozart para ahondar en la figura de quien fue su libretista en esta y otras dos obras, Jacopo da Ponte.
A pesar de rondar su edad ya los ochenta años, Carlos Saura continuó una incesante actividad tanto como cineasta como fotógrafo, guionista, novelista y escenógrafo para teatros de ópera.
A partir de estos años, el realizador se vinculó con proyectos promovidos en Aragón, como el rodaje del documental 'Sinfonía de Aragón', hecho con motivo de la Exposición Internacional, y 'Jota' (2016), un musical sobre esta música del folclore aragonés en el que participó, entre otros, el coreógrafo y bailarín Miguel Ángel Berna.
Su última producción aragonesa es el cortometraje 'Francisco de Goya, los Fusilamientos del 3 de mayo' (2021), una recreación del conocido cuadro del pintor universal.
Su actitud vital que en sus últimos momentos mostraba, sin embargo, pesimismo con la humanidad y un temor a que pudiera repetirse un nuevo conflicto civil en España derivado del clima de violencia y conflicto que percibía en la sociedad.
"Faltan todavía muchas películas sobre la Guerra Civil, un tema tabú en la política actual que nadie quiere abordar", confesó a un periodista en la última etapa de su vida para preguntarse si la sociedad española había superado ya el trauma del conflicto.