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De Donald Trump a Pedro Sánchez: rumores y opciones de los aspirantes a ser nominados al Premio Nobel de la Paz

Donald Trump, presidente de Estados Unidos, y Pedro Sánchez, su homólogo en España. Europa Press
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El Premio Nobel de la Paz siempre genera tanta expectación mediática como debate y opinión sobre el ganador. Este año, una vez más, y dado el secretismo que caracteriza a todo el proceso que rodea a la selección del galardonado, su llegada se produce también entre rumores sobre los posibles candidatos y aspirantes, con varios nombres resonando ya sea por lo inverosímil, lo disruptivo o lo evidente. Ejemplo de ello podrían ser las menciones a Donald Trump o Pedro Sánchez, en la lista de posibles para algunos y en la de inconcebibles para otros.

Sea como sea, el próximo viernes 10 de octubre se resuelven las incógnitas en el Instituto Noruego del Nobel, ubicado en Oslo, y para intentar entender por qué la mera propuesta de algunos nombres podría cabalgar entre lo extraño y lo disparatado, debemos detenernos exactamente en el origen de la cuestión: cómo es el proceso y qué requisitos debería cumplir un candidato para poder ser siquiera una opción real para ganar el Premio Nobel de la Paz. ¿De verdad Donald Trump merece estar en una lista así? ¿Cumple Pedro Sánchez con las condiciones que se exigen a un galardonado? ¿Puede producirse otra vez algo como lo que ocurrió con Barack Obama en 2009, con un sorpresivo Nobel de la Paz cuando ni siquiera llevaba un año en la Casa Blanca? ¿Podría ser premiado de forma póstuma el papa Francisco? ¿Qué dice la normativa respecto a esto último?

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El Premio Nobel de la Paz y las claves para conocer si un candadito tiene opciones

El Premio Nobel de la Paz, como el resto de los galardones que se otorgan (Física, Química, Medicina y Literatura), forma parte de un elaborado y estructurado proceso de selección que lleva el secretismo entre sus premisas. Teóricamente, las nominaciones que han pugnado por el reconocimiento no pueden ser públicas hasta 50 años después de la entrega de cada premio; algo que busca dotar de confidencialidad y misterio a todo el proceso de selección.

Esa última responsabilidad recae sobre el llamado Comité Noruego del Nobel, conformado por cinco intelectuales seleccionados por votación en el Parlamento de Noruega. Ellos tienen en última instancia el peso de la decisión, si bien el proceso pasa por distintas fases clave que involucran a distintas instituciones y expertos internacionales en cada categoría.

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Esos cinco miembros son los que seleccionan a las diferentes personalidades que pueden nominar al Premio Nobel: pueden ser profesores universitarios, expertos en las diferentes áreas del conocimiento, jefes de Estado, legisladores, directores de institutos de política exterior, rectores o ganadores anteriores del Premio Nobel.

Son ellos los que envían a sus nominados para su posterior selección y de ellos es de quien conocemos en ocasiones las propuestas que han hecho. No obstante, entre las propuestas hechas y las que pasan el filtro de los comités que las evalúan, reside el misterio.

En el caso del Premio Nobel de la Paz, los requisitos que debe cumplir el nominado son claros porque los dejó debidamente pautados en su testamento el precursor de estos galardones: el sueco Alfred Bernhard Nobel, fallecido el 10 de diciembre de 1896, y al que se rinde tributo cada año con una ceremonia por su aniversario.

Un Nobel de la Paz, según dispuso, debe:

  • Haber trabajado por la fraternidad entre las naciones, promoviendo la hermandad y el entendimiento entre diferentes pueblos y países
  • Haber trabajado por la abolición o reducción de ejércitos; por la disminución de las fuerzas armadas existentes o su eventual abolición.
  • Haber trabajado en procesos de paz: celebrar y promover la realización de congresos o procesos de paz.

Con ello en cuenta, cada uno puede valorar si los nombres que resuenan tienen sentido o no entre estos requisitos. Decidirlo, no obstante, dependerá en primer lugar del comité de selección que filtra entre todos los candidatos propuestos y, en segundo, del citado Comité Noruego del Nobel.

Hasta el 10 de octubre, fecha en que se revela el ganador, los nominados han sido un total de 338 de los que 244 son individuos y 94 son organizaciones, según informó la entidad que rige los premios.

Entre todos ellos, entre rumores, especulaciones y anuncios de algunos de los nominadores, destacan los siguientes nombres que se suceden a continuación.

Donald Trump, ¿candidato a un Premio Nobel de la Paz?

El presidente estadounidense es uno de los que no ha dejado de resonar en los últimos días. Pese a sus estridencias, sus políticas autoritarias, sus guerras arancelarias y sus órdenes incluso de bombardeo sobre algunos objetivos de su Gobierno, –como el ejecutado sobre tres instalaciones nucleares iraníes en junio, los efectuados en instalaciones de los hutíes en Yemen meses antes, o el ataque en aguas internacionales en septiembre contra una embarcación procedente de Venezuela a la que señalaba por transportar droga–, su candidatura ha sido propuesta.

Lo manifestó públicamente nada más y nada menos que, Benjamin Netanyahu, primer ministro israelí, quien desde hace 2 años libra una guerra incesante que ha reducido a escombros la Franja de Gaza: “Quiero presentarle, señor presidente, la carta que envié al Comité del Premio Nobel. En ella se le nomina para el Premio Nobel de la Paz, usted bien lo merece y debería recibirlo”, le llegó a transmitir en persona al mandatario estadounidense durante una de sus visitas a Washington del pasado mes de julio.

Desde entonces, y más allá de lo que se pueda opinar al respecto, distintas voces han dado impulso a esa propuesta, que se ha visto además impulsada con los últimos movimientos del propio Trump para sellar lo que ha presentado como un plan de 20 puntos para poner fin al conflicto en Gaza y para una “paz eterna en Oriente Próximo”, según el mismo ha dicho.

Con esas negociaciones aún en marcha, –y sin haber conseguido mediar con éxito por una paz en Ucrania–, el magnate republicano hace su propia campaña por el Nobel, llegando a manifestar que no recibirlo “sería un gran insulto” para su nación.

“No lo quiero para mí, lo quiero para el país”, ha dicho, sin evitar atribuirse méritos. Al respecto, siempre ha criticado con vehemencia que precisamente Barack Obama se llevase ese galardón y a los nueve meses de mandato en el despacho oval. Por eso, la sola idea de ser el quien lo consiga ahora presumiblemente le seduzca, como no duda en mostrar.

Pedro Sánchez, de Ucrania a Palestina

En la lista de nombres que han surgido respecto a la posibilidad de estar entre los candidatos también aparece el del presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez. No en vano, en la conocida plataforma Change.org se inició, de hecho, una petición de firmas para que fuese propuesto como aspirante al galardón.

Entre quienes así lo impulsan, defienden su posicionamiento en favor de la paz en Ucrania y Gaza, así como su férrea apuesta entre los líderes europeos e internacionales por el reconocimiento de Palestina y la llamada solución de los dos Estados.

“Él está haciendo todo lo que puede para mantener y preservar esa paz", llegó a decir al respecto el ministro de Política Territorial y Memoria Democrática, Ángel Víctor Torres, destacando sus merecimientos.

Pese a ello, y en contraposición, también han existido campañas dirigidas justo en el sentido contrario, impulsadas también por la oposición en el Gobierno, que en ocasiones ha usado la ironía en este tema para atacar a la bancada socialista, reprochando al Ejecutivo “sus casos de corrupción” y los litigios judiciales.

“Que alguien diga que este señor es candidato al Nobel de la Paz… Yo les digo que este señor no merece un acta de diputado en el Congreso”, llegó a decir.

En este contexto, tanto el nombre de Donald Trump como el de Pedro Sánchez parecen más que remotos en las encuestas de posibles ganadores del Nobel, para el que sí suenan otros con mucha más fuerza.

Yulia Navalnaya, viuda de Alexéi Navalny

Yulia Navalnaya, la viuda del opositor ruso Alexéi Navalny, quien fue hallado muerto en la cárcel donde cumplía una condena de 19 años, –un suceso por el que su esposa denunció que fue envenenado, acusando directamente a Vladímir Putin–, es una firme candidata.

Convertida en un símbolo por su lucha por libertad de expresión frente al líder ruso y contra el Kremlin, Navalnaya, economista y política, fue nombrada el 1 de julio de 2024 presidenta de la Fundación de Derechos Humanos, sucediendo en ese puesto a Garri Kaspárov.

Emblema de resistencia frente al régimen de Putin, su perfil podría encajar a más de uno en la selección, si bien entregarle el galardón podría suponer un gesto politizado para muchos, lo que arroja dudas en momentos de gran tensión geopolítica.

El papa Francisco: ¿un Premio Nobel de la Paz póstumo?

El papa Francisco, Jorge Mario Bergoglio, fallecido el 21 de abril de 2025, es otro de los nombres en la lista de posibles para el Nobel de la Paz. Pese a que la normativa no contempla premios póstumos, salvo que el galardonado fallezca entre el anuncio del premio y la ceremonia de entrega, muchos insisten en que su figura, que representó un cambio hacia una Iglesia más moderna e integradora, como evidenciaba en su lenguaje sencillo y cercano, debería ser reconocida y honrada con un premio prestigioso como este.

En la historia del Premio Nobel hay dos excepciones en lo que se refiere a premios póstumos: Ralph Steinman, que recibió el galardón de Medicina en 2011, tras morir rantes de la entrega, o Dag Hammarskjöld, a quien se le concedió en 1961 el citado Premio Nobel de la Paz.

Con ello en cuenta, pensar en que ese premio podría ser otorgado al papa Francisco es, de hecho, factible.

Otros nombres como propuestas al galardón

Otros nombres mencionados son el de la activista Greta Thunberg, presente en las últimas travesías de la Flotilla; Jens Soltenberg, quien fuese secretario general de la OTAN entre 2014 y 2024 por su papel en la alianza y pese a que el Nobel ha evitado tradicionalmente figuras relacionadas con alianzas militares; António Guterres, actual secretario de la ONU;  Julian Assange, fundador de WikiLeaks; Marina Corina Machado, líder opositora de Venezuela; o incluso el de Elon Musk, al que propuso el eurodiputado esloveno Banko Grims argumentando que es un “firme defensor de la libertad de expresión”; y el del líder ucraniano Volodímir Zelenski.

Con todo, dado el misterio del Premio Nobel, hacer averiguaciones y quinielas de favoritos entra solo, hasta el 10 de octubre, en el terreno de lo incierto.