Ricardo Menéndez Salmón: “Me asfixia la politización de la realidad en España”

  • En 'No entres dócilmente en esa noche quieta', una novela desasosegante e hipnótica, exorciza los demonios de su vida familiar tras la enfermedad y muerte de su padre

  • Según Menéndez Salmón hay demasiada “novela a la carta” en las mesas de novedades de las librerías, y se lamenta de que no haya una masa crítica de lectores como en Francia

Desde su primera novela, La filosofía en invierno (Seix Barral), Ricardo Menéndez Salmón carga con la etiqueta de escritor difícil, de escritor de escritores. Detrás de esa fórmula que la crítica utiliza como escritor de culto, no hay ninguna impostura. La filosofía, el arte, el cine son los nutrientes que le alimentan, de ahí la inevitable intensidad de su obra y la fascinación que provoca.

Ahora vuelve a desarmarnos con No entres dócilmente en esa noche quieta (Seix Barral). Un libro que le ha ayudado a salir de la oscuridad, a exorcizar sus fantasmas mientras relata con realismo casi quirúrgico, la angustia de vivir, de crecer, en una casa donde todo giraba en torno a la enfermedad del padre. "Era una casa donde se había instalado el miedo. Mi padre se convirtió en un enfermo profesional. Hizo que nuestra cotidianidad cayera bajo la constelación de significado del dolor, los cuidados, la dependencia".

Pregunta. Sólo en las últimas páginas aparece algo de luminosidad entre tanta oscuridad.

Respuesta. A la postre ha pesado mucho esta sensación de que el libro tiene algo de conjuro, de exorcismo, de libro espejo. De balance conmigo mismo. A medida que avanza la lectura uno descubre que fundamentalmente no es solo un libro sobre el padre, es un libro sobre el hijo. Y sí... el libro me ha dejado una sensación de paz, de madurez, de poso. Cierro un círculo. Nunca me había sentido tan armado como escritor.

En España no hay una masa crítica de lectores. Hay mucho libro a la carta

P.: Cuando escribes, ¿piensas en tus lectores como receptores del texto?

R.: Nunca. Escribo pensando en mí mismo, y no lo digo como una boutade. Soy incapaz de imaginar un lector, incapaz de pensar en la cuarta pared. No conozco ni la fisonomía, ni los gustos, ni las inquietudes de quien está al otro lado. Cuando escribo siento que solo me debo a mí mismo.

P.: ¿No crees que el mundo editorial, salvo raras excepciones, se dedica ahora al sector del ocio y el entretenimiento, abandonando el espacio de cultura y educación?

R.: Hay mucho libro a la carta, hay mucha temporada de... este año toca la literatura naturalista, el año que viene la enésima reposición de la novela de vampiros, y luego volvemos al guerracivilismo. Y hay escritores que ves cómo sistemáticamente, año tras año, sacan la novela ad hoc, la que se espera ocupe el nicho de esa temporada. Luego están los escritores de obra, entre los cuales quiero pensar me encuentro. Autores de libros que dialoguen entre sí y no que atiendan a intereses determinados.

Nueve de cada diez libros que se publican son literatura de consumo rápido

P.: ¿El problema está en que en España no existe una masa crítica de lectores?

R.: Lo comparto. España es un país muy descompensado en su sistema cultural. Basta pensar en la cantidad de títulos que se publican a la año. Hay una democracia radical en la mesa de novedades. Nunca se ha publicado tanto y tan bien como hoy. El drama de la lectura en España es que teniendo a nuestra disposición un mundo amplísimo, nueve de cada diez libros sólo son literatura de consumo rápido... es más fácil vender un millón de libros de un solo título, que un ejemplar de un millón de títulos. España sigue siendo incapaz de generar una masa crítica de lectores como sucede en Francia o Alemania. Y cuando esa masa crítica estalla, no estalla con los libros que uno piensa: se lo merecen.

P.: ¿Crees que la crítica literaria no hace su labor?

R.: Faltan prescriptores, críticos académicos, no en número, sino en calidad. Hay una especie de desconfianza hacia ciertos medios que antiguamente eran elementos que nos permitían aquilatar un producto y hoy la gente parece que busca otro tipo de mentideros.

La realidad nos invita a ser pesimistas

P.: ¿Ricardo Menéndez Salmón se sitúa entre los esperanzados o los desesperados?

R.: (Se ríe) Soy un pesimista antropológico. Me parece que la realidad nos invita a ser pesimistas, y estoy identificando pesimismo con un realismo inteligente, necesario para moverse por la vida, que te pueda armar críticamente, intelectualmente, para calibrar lo que hay ahí fuera. Se puede conciliar ese pesimismo de la inteligencia del que hablaba Antonio Gramsci, con un optimismo de la voluntad, que en mi caso es escribiendo libros.

P.: Eres un generador de cultura. ¿Estás a favor o en contra de la feminización del lenguaje?

R.: A nivel de oído como a nivel de lectura es agotador. La mayoría de las pretensiones de la lucha de las mujeres son absolutamente legítimas. Pero una cosa es adecuar el lenguaje como una entidad viva y otra es retorcerlo hasta el punto de convertirlo en un nuevo esperanto. Primero porque es cansino, y segundo porque es poco efectivo, poco manejable. Nos está metiendo en una dinámica de fiscalización perpetua. Esto no conduce a una practicidad del idioma. Estamos constantemente pendientes de cómo decir lo que queremos decir para no herir susceptibilidades.

Mi sensación es que España es hoy una trinchera ideológica

P: Con todos los problemas que tiene el sistema educativo español, falta de motivación, desajuste entre enseñanza y mercado laboral, temporalidad de los profesores... sólo interesa el pin parental.

R: Estamos en una situación de excepcionalidad política que se está alargando muchísimo en el tiempo y lo contamina todo. La política lleva ocupando tanto tiempo el centro de todo que cualquier circunstancia, cualquier recoveco, se acaba convirtiendo en un vivero de trifulca, en un motivo para generar malestar. Se habla mucho de la judicialización de la vida política. Yo lo que lamento es la politización de la realidad. Eso me asfixia. Mi sensación es que España es hoy una trinchera ideológica. Todo es tierra quemada frente al otro.

P: Atesora una biblioteca de unos 5.000 libros, seguro que puede recomendarnos uno o varios para salir de la oscuridad

R: Solenoide, de Mircea Cartarescu, quizás el libro más audaz que se ha escrito en Europa en mucho tiempo.