¿Por qué no podemos hacernos cosquillas a nosotros mismos?

Padre jugando con su hija a hacerse cosquillas
Padre jugando con su hija a hacerse cosquillas
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Puede que no lo hayas intentado nunca, pero mientras lees estas líneas prueba a hacerte cosquillas a ti mismo. Curiosamente, incluso si eres una persona realmente sensible a este estímulo cuando te las hacen, verás que no funciona cuando te haces cosquillas a ti mismo. Aunque parezca una insignificancia, este hecho realmente lleva siendo objeto de estudio por parte de neurólogos durante décadas y tenemos bastantes argumentos hoy en día para tratar de comprender por qué sucede.

Cosquillas y efecto sorpresa

Aunque al hacernos cosquillas nos riamos a carcajadas, desde el punto de vista neurológico no podemos considerar que recibirlas sea un acto de placer como sí podría suceder por ejemplo con un masaje. Técnicamente, las cosquillas son un mecanismo de defensa que nos advierte del peligro. De esta forma, cuando nos las hacen, hay cierto componente de imprevisibilidad que provoca esas reacciones tan exageradas y escandalosas.

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Tal y como bien explica el neurólogo Arturo Goicoechea: “El cerebro conoce sobradamente los efectos sensoriales de las acciones que decide. Están registrados en los circuitos los estímulos que generará cada decisión conductual. En eso consiste el aprendizaje: conocer anticipadamente las consecuencias de lo que hacemos (…) La agencia, el sentido de saber que lo que sucede está decidido desde el organismo, modifica sustancialmente la percepción somática. Un estímulo nocivo genera menos dolor si se lo aplica uno mismo que si lo aplica otra persona. Ser agente es analgésico”.

A grandes rasgos, esta es una de las respuestas principales sobre el motivo por el que no nos causan efecto las autocosquillas. Tu cerebro, concretamente la parte encargada de la vigilancia del control motor, sabe dónde está tu mano, dónde se dirige y que tienes intención de hacerte cosquillas. Entonces, predecir una sensación como las cosquillas la anula por completo. Si no hay sensación de no tener bajo control la situación, como sucede cuando nos las hace un tercero, incluso aunque lo veamos venir, desaparece el factor sorpresa y el cerebro sabe que no es una amenaza, por lo que no activa el mecanismo de defensa.

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No solamente hay un tipo de cosquillas

Si pensabas que todas las cosquillas son iguales, te equivocas. Durante años, los científicos han estudiado las cosquillas y las zonas del cerebro que activan dependiendo de ciertos factores. Ya desde finales del siglo XIX se llegó al consenso de que podemos percibir las cosquillas de dos modos diferentes, llamados knismesis y gargalesis.

Los psicólogos Stanley Hall y Arthur Allin en 1897 fueron los autores de esta distinción. La knismesis se refiere a cosquillas ligeras, como por ejemplo la que te harías al pasar una pluma por una zona sensible de la piel. Por otra parte, una presión fuerte y repetida en zonas sensibles del cuerpo se consideraría gargalesis, que es la que suele provocar esas risas descontroladas y convulsiones del cuerpo como mecanismo de defensa. Generalmente, las cosquillas son de un tipo u otro, pero no a la par, ya que las terminaciones nerviosas involucradas, así como los receptores sensitivos de la piel, son distintos.

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Una vez que los científicos pudieron enfocarse más concretamente en la forma de percibir y reaccionar ante la gargalesis, varios estudios se han enfocado en el hecho de cómo cambia hacernos cosquillas a que nos las hagan otros. Además, se han determinado que las zonas del cuerpo más efectivas para provocar estas reacciones son principalmente en la planta del pie, las axilas, el cuello y la barbilla.

Un estudio de la Universidad de Linköping, Suecia, analizó en 2019 las zonas del cerebro que se activan cuando nos hacen cosquillas y cuáles lo hacen con las cosquillas autoaplicadas. El objetivos era conocer por qué nuestro cerebro interpreta los estímulos propios como menos amenazadores que los externos. El resultado mostró que el cerebro suprime la actividad en una parte de la corteza cerebral relacionada con la percepción cuando nos tocamos a nosotros mismos, ya que puede saber exactamente qué va a pasar y cancela la sensación antes de que ocurra.

Otro experimento más reciente, llevado a cabo en 2021 y titulado 'La respuesta humana a las cosquillas y los mecanismos de autosupresión de las cosquillas' fue más allá de estos resultados anteriores. Evaluó la respuesta a las cosquillas de uno mismo y realizadas por terceros mediante mecanismos como vídeo para ver cuándo suceden las reacciones faciales, medición de circunferencia torácica en anticipación de la risa y análisis de audio para las vocalizaciones sonoras de las carcajadas. Con todos estos datos realizados con doce participantes de una edad media de 29,7 años, mostraron que la respuesta se inhibía al hacerlas a uno mismo, e incluso hacerse cosquillas a sí mismo a la vez que las recibían de otra persona apaciguaba la sensación y la respuesta a las mismas.