Enrique tiene 25 años y trastorno de hipersomnia: "Me dormía en clase y suspendía asignaturas"

  • El trastorno de hipersomnia provoca somnolencia diurna excesiva y puede perjudicar la vida de quienes lo padecen

Todos tenemos días en los que lo único que nos apetece es meternos en la cama y dormir hasta que vuelva a ser de noche, pero sobrevivimos a base de café o duchas de agua fría. Sin embargo, a algunas personas no les funciona el truco de la cafeína ni el agua gélida a primera hora del día.

Imagina vivir constantemente con los ojos adormilados hasta el punto de que la somnolencia te afecte a tus estudios o tu trabajo, tu vida social, tu pareja, tu familia y tu bienestar psicológico. Esto es lo que le sucede a Enrique, un chico de 25 años diagnosticado de Trastorno de hipersomnia. Hoy conoceremos esta llamativa condición de la mano de su testimonio.

Me dormía en clase y los profesores se enfadaban

Aunque cueste creerlo conociéndome ahora, cuando era pequeño odiaba dormir. Bueno, en realidad a día de hoy sigo odiándolo, pero es algo que no puedo controlar.

Hasta que cumplí los 12 años más o menos y pasé al instituto, madrugaba sin problemas y nunca me echaba siestas. En la adolescencia esto cambió. Me costaba mucho más despertarme pronto y en clase me sentía adormilado constantemente, aunque la asignatura me encantase. Al principio controlaba estos episodios de somnolencia, pero en 4º de la ESO ya era incapaz.

Los profesores me echaban la bronca porque a veces me quedaba literalmente dormido. Como sabía que me pasaba esto, me ponía en ultima fila para disimularlo, pero siempre había algún profesor que me pillaba y se cabreaba. Cada vez que mis padres iban a una tutoría se repetía la misma cancioncita: ‘su hijo no presta atención en clase, se distrae y prefiere dormirse sobre los libros’.

En casa me preguntaban si todo iba bien y yo les decía que simplemente estaba cansado. Ya podía ser la asignatura más interesante del mundo o el mejor profesor de todos, que yo no podía evitar dormirme. De todos modos, aprobaba porque en casa estudiaba mucho, así que en ningún momento se plantearon llevarme a un especialista.

En la universidad de cinco días de clase, iba solo dos

Al pasar a la universidad me mudé de ciudad y ya no tenía a mis padres para despertarme cada mañana. ¿Qué pasó? Pues que de cinco días de clase, igual me quedaba en la cama tres. Me despertaba a las 12 adormilado como si me hubiesen pegado una paliza el día anterior y no me daba tiempo ni siquiera a ir a la última clase. Empecé a acumular faltas y a suspender las asignaturas en las que la asistencia era obligatoria. Normalmente en el examen de recuperación aprobaba, pero todo esto me generaba mucha ansiedad.

Como casi no iba a clase, tampoco conocía a mucha gente. No tenía muchos amigos y cuando había trabajos en grupo nadie quería tenerme en su equipo porque no era de fiar. Se pensaban que salía de fiesta todas las noches o que me quedaba despierto hasta tarde, pero no era cierto. Yo me iba a dormir a las once de la noche o incluso antes y me caía redondo en la cama. Además, me echaba siestas.

Me recomendaron ir a una clínica del sueño

El verano de primero a segundo de carrera decidí ir al médico y ponerle solución a este problema. Busqué en Internet y vi de todo: hipotiroidismo, depresión, anemia, diabetes, problemas de sodio o de calcio en la sangre, ansiedad, tumores… Necesitaba encontrar la causa y sabía que una página web no me la iba a dar.

Tras unas cuantas analíticas totalmente normales y muchas consultas, me recomendaron ir a una clínica del sueño. Como ya tenía las analíticas hechas, lo que quedaba era ver mi estado psicológico y hacerme varias pruebas del sueño.

Primero me hicieron una prueba para ver cómo era mi calidad del sueño por la noche. Esto significaba dormir en la clínica con electrodos en la cabeza y en el cuerpo, algo un poco incómodo. Me acuerdo que me puse muy nervioso, pero al final me dormí y mientras yo estaba roque registraron mi actividad cerebral, mi respiración, los movimientos de mi cuerpo, mi frecuencia cardíaca y no sé cuántas cosas más.

También me hicieron una prueba para conocer mi somnolencia diurna, que básicamente consistía en registrar mis periodos de sueño diurnos. Luego los evaluaban y veían las ondas cerebrales para poder ver la cantidad de sueño REM y sueño no REM.

Cuando ya me hicieron todas las pruebas descartaron problemas neurológicos. Lo que más les preocupaba era que tuviese narcolepsia, un trastorno que también implica tener mucho sueño durante el día, pero también hay parálisis del sueño, alucinaciones antes de dormirse y al despertarse, y pérdidas del tono muscular con caídas. Eso no me pasaba.

El diagnóstico fue un Trastorno de hipersomnia idiopático. Lo de idiopático significa que no estaba causado por algo físico, que era todo psicológico.

Ahora sabía qué me pasaba, pero necesitaba solucionarlo. Para ello un psicólogo me explicó la importancia de la higiene del sueño. Esto significaba irme a dormir y despertarme siempre a la misma hora, tomar café por la mañana o a primera hora de la tarde, realizar ejercicio físico, no hacer comidas muy copiosas, programar una siesta diaria y otros consejos que me ayudaron, pero no fueron suficientes. Necesitaba tratamiento farmacológico también, algo que al principio no me hacía gracia. pero que después me ha ayudado mucho.

Ahora han pasado casi siete años y poco a poco dejé la medicación supervisado por mi médico y empecé a adquirir hábitos de sueño más sanos. El problema es que salir una noche de fiesta y dormir hasta tarde puede descoordinarme totalmente, así que a veces soy un poco estricto. El lado bueno es que tengo un trabajo, vida social, una pareja y 45 minutos por la tarde para echarme una buena siesta.