Descafeinada salida a hombros de José Tomás y zambombazo de Abel Valls

EFE 20/03/2009 21:24

FICHA DEL FESTEJO.- Toros de "El Torreón", terciados y cómodos de cabeza, escasos de fuerzas y bajos de raza. Corrida noblona, sin más problemas que la de sus propias carencias, circunstancia que obligó a que la suerte de varas fuera prácticamente un simulacro. Los mejores, segundo y sexto.

Luis Francisco Esplá: media estocada baja, nueva estocada y descabello (palmas); y pinchazo, otro hondo y dos descabellos (ovación).

José Tomás: pinchazo y estocada casi entera (una oreja); y pinchazo y estocada corta, y trasera (una oreja tras un aviso).

Abel Valls: pinchazo y estocada (ovación); y estocada fulminante (dos orejas).

En la enfermería, fue operado el banderillero José Vicente Almagro de "cornada inguinal ascendente con gran superficie de despegamiento escrotal y pretubiano, con arrancamiento del testículo izquierdo, de dimensiones veinticinco por veinte centímetros, de pronóstico grave. Tras ser operado por espacio de más de una hora y media, fue trasladado al Hospital General, donde quedó ingresado".

La plaza tuvo lleno de "No hay billetes" en tarde espléndida.

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VALLS TUTEA A TOMÁS

Todas las miradas se centraban en José Tomás. Y así la tarde transcurría casi exclusivamente en torno a él. Esplá cumplió a la perfección su papel de telonero, mientras el benjamín de la terna apenas tuvo opción de decir nada en su "rajadito" primero.

Pero salió el sexto y cambió por completo el panorama, gracias al toro, que junto al segundo fue la excepción de la tarde, y gracias sobre todo a la disposición y capacidad del joven Valls.

Hubo muchos lances en el recibo a la verónica. Muchos y muy buenos. Y hubo un quite por gaoneras que, aunque atropelladas, resultó muy emotivo.

Valls abrió faena llamando mucho la atención con un pendulazo. Pero lo verdaderamente importante, y con lo que la gente quedó prendada, fue con lo que vendría después, el toreo fundamental en su más estricta y exquisita interpretación.

Muy aceptables las dos primeras tandas por la derecha, con muletazos largos y limpios. Y una gran serie, al natural, de mucha lentitud y armonía, de mano baja, de hondura y regusto.

A partir de ahí la plaza fue un manicomio de olés. Abel Valls, aupado por su gente y por la importancia misma de su propio toreo. La estocada fue definitiva, una gran estocada. El toro patas arriba y las dos orejas sin discusión.

A todo esto hay que hablar del responsable que a priori despertaba tanta expectación, José Tomás, que acompañó también al joven local en la salida a hombros.

Faenas largas y de escaso poso las del madrileño, en plan más conservador de lo que acostumbra. Esta vez no hubo la emoción de la incertidumbre, ni las apreturas ni locuras que caracterizan su estilo desde la última reaparición hace dos años.

En su primero eligió Tomás las cercanías sin pensárselo dos veces. Hubo pases estimables, sobre todo los remates y cambios de mano, pero difuminados en un conjunto donde faltó limpieza.

Fotocopió faena en el quinto, un toro más apagado, sin estar a la altura deseada. Algunos pases largos, limpios y bellos, pero la mayoría de uno en uno. No hubo olés, y en todo caso palmas solo en los remates de serie. Tomás llegó a tener incluso un renuncio, cuando el toro se le paró al inicio de un pase de pecho, quitándose con descaro. En realidad la faena fue larga, pesada y de escaso contenido.

Hasta qué punto la oreja en éste fue dadivosa, que hubo pocos pañuelos en la petición, y que, ante las primeras protestas, no quiso pasearla en la vuelta al ruedo, pasándola de la mano del alguacilillo a la de un hombre de su cuadrilla.