Por qué los niños hacen rabietas a partir de los 2 años y cómo lidiar con ellas

Para afrontar las rabietas se requiere paciencia. Freepik
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MadridUn niño de dos años está en el supermercado con su madre. De repente, ve un paquete de dulces de colores brillantes y lo quiere. Su madre le dice que no. En cuestión de segundos, el niño comienza a llorar, gritar, patalear, golpeando el suelo con las manos en una explosión de frustración. Su madre, abrumada por la situación, intenta calmarlo sin éxito. Esta escena que puede parecer caótica y desesperante, es algo bastante común en los niños de a partir de esa edad. Se trata de una rabieta.

¿Qué son las rabietas?

Las rabietas, comúnmente conocidas como berrinches, suelen ser episodios de intensa frustración y enfado que suelen manifestarse en niños a partir de los dos años. Este comportamiento es algo normal y una fase esperada en el desarrollo infantil, aunque sea algo desafiante para los padres. Muchos de estos padres pueden sentirse angustiados o impotentes ante estas explosiones emocionales del pequeño, pero conocer cuáles son las razones que las provocan es la clave para poder gestionarlas con paciencia.

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Estas rabietas aparecen porque es a esta edad cuando los niños experimentan importantes cambios en su desarrollo cognitivo, emocional y social. Están aprendiendo a ser más independientes, pero aún no saben cómo pueden gestionar sus emociones de manera adecuada. La combinación de la inmadurez de su cerebro con su limitado dominio del lenguaje hace que expresen su frustración a través del llanto, los gritos o la agresividad.

No se trata de una simple mala conducta, las rabietas representan una oportunidad para que los niños puedan aprender a manejar mejor sus emociones y para que los adultos puedan enseñarles estrategias saludables de regulación emocional.

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Cuándo se dan las rabietas

Las rabietas suelen comenzar entre los 12 y 18 meses, intensificándose bastante cuando llegan a los dos y tres años de edad. Según el niño va creciendo, las rabietas van disminuyendo. Hay varias razones que explican la aparición de estas rabietas en esta etapa:

Desarrollo de la autonomía

Cuando tienen alrededor de los dos años, los niños empiezan a desarrollar un sentido de la autonomía y deseo de independencia. Es cuando comienzan a querer hacer las cosas por sí mismos y quieren tomar decisiones. Esto puede generar conflictos cuando sus deseos no coinciden con lo que deciden los adultos.

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Limitaciones en la comunicación

A pesar de que el desarrollo del lenguaje avanza muy rápidamente en esta etapa, muchos niños aún no tienen las habilidades necesarias para poder expresar sus emociones o necesidades. Esto les genera frustración, lo que da lugar a las rabietas.

Incapacidad para gestionar emociones

Los pequeños aún están aprendiendo a regular sus emociones, por lo que la inmadurez de su cerebro les hace más difícil saber manejar sentimientos intensos como pueden ser la ira, la frustración o la tristeza, y esto se suele manifestar en forma de rabieta.

Búsqueda de atención

En ocasiones, las rabietas pueden ser una manera que tienen los niños para captar la atención de los padres o cuidadores. Cuando sucede esto, si el niño percibe que los adultos le dan la atención que quiere, va a repetir este comportamiento porque se ha dado cuenta de que funciona.

Cómo afrontar las rabietas

Para manejar las rabietas de forma efectiva se necesita paciencia, comprensión y consistencia por parte de los adultos. A continuación, compartimos algunas estrategias para afrontar las rabietas respaldadas por expertos:

Mantener siempre la calma

Es esencial que los padres y cuidadores mantengan la calma durante una rabieta. Los niños son sensibles a las emociones de los adultos pudiendo intensificar su comportamiento si notan enfado o frustración. Se recomienda respirar profundamente y recordar que las rabietas son una parte normal del desarrollo, esto puede ayudar a controlar mejor esta situación.

Validar las emociones del niño

Cuando el niño tiene una rabieta, es esencial mostrar empatía y reconocer sus sentimientos. Utilizar frases como “entiendo que estés frustrado porque no puedes tener eso” pueden ayudar a que el niño se sienta comprendido y pueda aprender a conocer sus propias emociones.

Establecer límites claros y consistentes

Los niños necesitan saber cuáles son los límites y qué es lo que se espera de ellos. Por esto, se deben establecer reglas claras y ser consistente en su aplicación. Esto va a ayudar al niño a entender cuáles son las consecuencias de sus acciones y a sentirse seguro en su entorno.