El síndrome de la hermana mayor: cuando la responsabilidad se convierte en una carga

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Este síndrome es muy común sobre todo en niñas. Freepik
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MadridPara muchas familias, la figura de la hermana mayor se asocia con la madurez, liderazgo y responsabilidad. Detrás de esta imagen idealizada, a menudo se esconde una carga emocional y psicológica que puede afectar profundamente el bienestar de estas niñas. Este fenómeno se conoce como el “síndrome de la hermana mayor”, el cual describe cómo las primogénitas asumen roles de cuidado y responsabilidad desde edades tempranas, lo que puede tener repercusiones duraderas en su desarrollo personal y emocional.

¿Qué es el síndrome de la hermana mayor?

El síndrome de la hermana mayor no es un diagnóstico clínico reconocido, pero es un término que se suele utilizar para describir un patrón de comportamiento observado en muchas primogénitas. Estas niñas, desde pequeñas, asumen responsabilidades que van más allá de lo que sería apropiado para su desarrollo, como puede ser cuidar de sus hermanos menores, encargarse de tareas domésticas o incluso apoyar emocionalmente a sus padres. Esta situación puede surgir por distintos motivos, como la necesidad de los padres de delegar responsabilidades o por dinámicas familiares que refuerzan estos roles.

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Las personas que experimentan el síndrome de la hermana mayor suelen compartir ciertas características:

  • Hiperresponsabilidad: sienten una necesidad constante de cuidar y proteger a los demás, incluso a costa de su propio bienestar.
  • Perfeccionismo: suelen buscar constantemente la excelencia en todo lo que hacen, algo que puede llevar a una autoexigencia extrema.
  • Dificultad para delegar: les cuesta mucho confiar en que otros puedan asumir responsabilidades, lo que las lleva a sobrecargarse.
  • Negación de sus propias necesidades: siempre priorizan las necesidades de los demás sobre las suyas propias, esto puede tener como resultado una falta de autocuidado.

Estas características pueden persistir en la vida adulta, afectando las relaciones personales y profesionales. La psicóloga clínica Kati Morton señala que estas mujeres tienden a perpetuar estos roles en sus relaciones adultas, asumiendo responsabilidades que no les corresponden y descuidando su propio bienestar.

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Cuáles son las consecuencias emocionales y psicológicas

Asumir responsabilidades que no corresponden desde la infancia o adolescencia puede parecer un signo de madurez o fortaleza, pero en la mayoría de los casos esconde un desgaste emocional profundo. Aunque las consecuencias del “síndrome de la hermana mayor” no son siempre visibles a corto plazo, pero pueden manifestarse en la vida adulta con mayor intensidad si no se gestionan adecuadamente.

Ansiedad y estrés crónico

Una de las consecuencias más comunes es la aparición de ansiedad persistente. Las niñas que crecen con el peso de “tener que ser ejemplo” o “no fallar nunca” interiorizan una presión constante por cumplir las expectativas familiares. Esta presión puede convertirse en ansiedad generalizada, manifestándose en forma de insomnio, nerviosismo, dificultad para relajarse o pensamientos repetitivos sobre su rendimiento y valía personal.

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Culpa y autoexigencia extrema

Otra característica muy vinculada a este síndrome es el sentimiento de culpa. Muchas mujeres que fueron las hijas mayores se sienten responsables del bienestar de su familia incluso cuando ya son adultas. Para ellas es como si su rol de cuidadora nunca hubiera terminado. Este tipo de culpa suele estar acompañado de una autoexigencia desmedida: necesitan hacerlo todo bien, también estar siempre disponibles y no decepcionar a los demás.

Una consecuencia de ello es que les cuesta poner límites, pedir ayuda o simplemente decir “no”. Esto puede llegar a afectar a su vida afectiva y laboral. Pueden desarrollar un intenso miedo al fracaso o a no estar a la altura, algo que limita sus decisiones personales y profesionales.

Baja autoestima y sensación de invisibilidad

Por fuera pueden parecer seguras, aunque muchas hermanas mayores experimentan una baja autoestima alimentada por los años de priorizar a los demás y descuidarse a sí mismas. Al crecer con el mensaje implícito de que su valor depende de lo que hacen por otros, influye profundamente su autoconcepto. Suele pasar que en la infancia fueron “las responsables” y sus logros pasaban desapercibidos frente a las necesidades o travesuras de sus hermanos menores. Debido a esto, es posible que arrastren una sensación de invisibilidad emocional que aún continúa en la vida adulta.

Para estas mujeres puede ser complicado conectar con sus propios deseos, emociones o aspiraciones. Ellas aprendieron desde pequeñas que lo importante eran los demás. En la mayoría de los casos, estas hermanas mayores tienen que hacer un trabajo interno para aprender a conocerse, priorizarse y tomar decisiones con lo que realmente quieren y necesitan sin pensar en los demás.

Dificultades en las relaciones interpersonales

El rol adquirido en la infancia también puede influir en cómo estas personas se relacionan con su entorno. Muchas veces asumen dinámicas de “salvadoras” o “madres” en sus relaciones de amistad o pareja. Esto va a hacer que se rodeen de personas dependientes o incluso problemáticas, ya que, inconscientemente buscan recrear su rol de cuidadora.

Además, pueden sentir incomodidad ante el afecto, la vulnerabilidad o el pedir ayuda, debido a que no aprendieron a recibir cuidados, sino solo a darlos. Este desequilibrio emocional que se produce puede generar frustración, soledad y una sensación de incomprensión de adultas.

Riesgo de trastornos emocionales

En los casos más intensos y largos, la carga emocional acumulada puede derivar a trastornos como la depresión, burnout o agotamiento emocional, o trastornos de ansiedad. Negar constantemente sus propias emociones y la sobrecarga de responsabilidades se convierten en factores de riesgo claros cuando no hay espacios adecuados para poder expresarse libremente, pedir ayuda o reconectar con uno mismo.

Por eso es importante entender que el síndrome de la hermana mayor no es solo una cuestión de carácter, sino que se trata del reflejo de un contexto familiar y social que muchas veces no detecta ni tampoco atiende sus necesidades afectivas como las de los demás hermanos.