Estudiar con música: beneficios y límites según expertos en neuroeducación

Estudiar con música puede mejorar la motivación, reducir el estrés y bloquear ruidos externos, pero no funciona para todos igual
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MadridCada vez es más común ver a adolescentes, universitarios e incluso opositores estudiando con auriculares puestos escuchando música. No importa el lugar de estudio, ya sea casa, bibliotecas o cafeterías, muchos estudiantes aseguran que la música les ayuda a concentrarse, a relajarse o a conseguir mantener el ritmo durante las largas sesiones de estudio. Esta práctica, sin embargo, es el centro de un nuevo debate: mientras unos defienden que tiene beneficios emocionales y motivacionales, otros sostienen que puede interferir con la atención y comprensión, sobre todo, cuando el tema de estudio es complejo.
Expertos en neuroeducación coinciden en que no existe una única respuesta válida que pueda servir a todos: el impacto de la música durante el estudio depende de múltiples factores como el tipo de tarea, el nivel de dificultad, cómo está acostumbrado a aprender el estudiantes, el género músical e incluso, el estado emocional de ese momento. Para algunos puede ser un estímulo positivo, mientras que para otros se puede convertir en una distracción continua.
Beneficios de estudiar con música
La música tiene un impacto medible en el funcionamiento del cerebro. Distintos estudios en el ámbito de la neuroeducación han demostrado que, en ciertas condiciones, escuchar música mientras se estudia puede mejorar el estado de ánimo, reducir la ansiedad, aumentar la motivación y, en algunos casos, facilitar ciertos procesos cognitivos que se vinculan al aprendizaje.
Regulación emocional y reducción del estrés
Uno de los beneficios más destacados es el efecto que tiene la música sobre el sistema límbico, la región cerebral relacionada con la gestión emocional. Según investigaciones del Journal of Music Therapy y de la Universidad de Stanford, la música suave o instrumental puede disminuir los niveles de cortisol, la hormona del estrés. Esto ayuda a que el estudiantes se relaje antes de una sesión intensa de estudio.
Con este estado de calma se favorece la apertura a nuevos aprendizajes, sobre todo, cuando se tienen que enfrentar a asignaturas que les producen ansiedad.
Aumento de la motivación y la constancia
La música también puede funcionar como una herramienta motivadora. Muchos estudiantes la utilizan para iniciar tareas que les resultan aburridas o monótonas, como puede ser repasar apuntes o hacer esquemas. La activación del sistema de recompensa en el cerebro al escuchar música agradable genera dopamina, lo que produce una sensación placentera que se puede asociar a la actividad académica.
Aislamiento del entorno ruidoso
En ciertos lugares, el silencio es complicado de conseguir, sobre todo cuando se escogen sitios concurridos como bibliotecas o espacios compartidos para estudiar. En estos casos, la música puede funcionar como una barrera auditiva que bloquea aquellos ruidos molestos. Estudiar con auriculares puede mejorar la concentración al reducir las distracciones externas, siempre que el tipo de música que se escoja no sea, en sí misma, una fuente de distracción.
Límites de estudiar con música
Aunque la música puede ofrecer muchos beneficios mientras se estudia, no todos los perfiles ni contextos se benefician de ella por igual. De hecho, para algunas personas puede convertirse en un estímulo contraproducente que puede complicar el rendimiento.
Interferencia con tareas verbales o complejas
Uno de los principales riesgos de estudiar con música, sobre todo cuando ésta tiene letra, es que pueda interferir con el procesamiento lingüístico. Cuando el cerebro intenta leer, escribir o memorizar textos mientras suenan letras cantadas, se produce lo que los neuropsicólogos llaman “competencia de canales”. Esto sucede porque ambas tareas requieren el uso del mismo sistema de procesamiento verbal, lo que puede saturar la atención y disminuir la atención.
Dependencia emocional o ritualizada
Muchos estudiantes afirman que no pueden concentrarse si no tienen música de fondo. Esto puede parecer una preferencia inocua, pero los expertos en neuroeducación advierten que un uso excesivo o inflexible de la música para estudiar puede derivar en una dependencia emocional. Esto quiere decir que el estudiante no ha conseguido desarrollar la capacidad de generar concentración de manera autónoma y necesita de un estímulo externo para poder comenzar con su tarea.
Esto les afecta en aquellos contextos donde no la música no se permite como puede ser un examen. Por lo que esta dependencia puede convertirse en un obstáculo, por lo que se recomienda usar la música como una herramienta complementaria e intercalar con sesiones de estudio en silencio para desarrollar una mayor flexibilidad.
Sobreestimulación y fatiga cognitiva
La música muy rápida, con ritmos intensos o cambios de volumen bruscos pueden sobreestimular el sistema nervioso, generando un exceso de activación que puede dificultar la concentración. En lugar de calmar al estudiante, puede provocar inquietud, aceleración o incluso frustración si no consigue un ritmo de trabajo adecuado.
Este efecto se hace más pronunciado cuando se cambia constantemente de canción, se interrumpe el estudio para buscar nueva música o se utilizan plataformas con anuncios o notificaciones. El cerebro entra en un ciclo de micro interrupciones que afectan a la atención sostenida provocando la fatiga cognitiva. Para evitar esto, se recomienda optar por listas de reproducción estables, sin cambios abruptos ni interrupciones.