Educación

La importancia de las funciones ejecutivas en los niños y cómo desarrollarlas con juegos sencillos

Desde juegos de cartas hasta dinámicas de rol son esenciales para el aprendizaje. Freepik
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MadridLas funciones ejecutivas constituyen el “puente” entre pensamiento y acción; son habilidades cognitivas complejas que permiten a los niños planificar, regular sus emociones, resolver problemas y adaptarse al entorno. Estas capacidades empiezan a desarrollarse en la primera infancia y se consolidan hacia los 12 años.

Un déficit en estas habilidades, como dificultad para posponer deseos, cambiar de tarea o mantener la atención, no implica falta de inteligencia, pero sí que puede afectar el rendimiento escolar, las relaciones sociales y la autonomía. Por eso, desarrollarlas desde edades tempranas es considerado un requisito fundamental para una buena educación infantil y familiar. Especialistas en neurociencia educativa y pedagogía coinciden en que el juego es la vía ideal para fortalecer estas aptitudes de manera natural, divertida y efectiva.

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Qué son las funciones ejecutivas y por qué son importantes

Las funciones ejecutivas son un conjunto de habilidades cognitivas que permiten al cerebro planificar, organizar, resolver problemas, regular emociones, controlar impulsos, cambiar de estrategia y mantener la atención. Su desarrollo se sustenta en el funcionamiento correcto de la corteza prefrontal, sobre todo entre los 3 y 12 años de edad.

Estas capacidades son indispensables para tareas tan cotidianas como hacer la mochila, terminar deberes, colaborar con otros o adaptarse a algún cambio inesperado. Los niños que tienen dificultades ejecutivas suelen mostrar impulsividad, desorganización, falta de atención o frustración social. Desarrollar estas habilidades no solo reduce el riesgo de fracaso escolar, sino que también fomenta una mayor autonomía, resiliencia y éxito social desde la infancia.

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La evidencia científica respalda el juego como estimulador clave

Numerosas investigaciones durante las últimas dos décadas coinciden en que el juego es una de las formas más eficaces para desarrollar las funciones ejecutivas en la infancia. Estas habilidades, como pueden ser la memoria de trabajo, el control inhibitorio o la flexibilidad cognitiva, se benefician enormemente de entornos lúdicos que implican interacción social, resolución de problemas y toma de decisiones en tiempo real.

Un metanálisis publicado en Developmental Science recopiló los resultados de decenas de estudios y concluyó que las actividades lúdicas estructuradas son especialmente efectivas para mejorar la autorregulación y la atención sostenida, sobre todo en niños de entre 4 y 7 años. Según este trabajo, juegos como “Simón dice”, “la cuerda” o “el escondite” no solo entretienen, sino que también activan áreas cerebrales relacionadas con la corteza prefrontal, directamente implicada en las funciones ejecutivas.

Otro estudio llevado a cabo por el Center on the Developing Child de la Universidad de Harvard señala que los niños que participan en juegos simbólicos o de rol, como representar situaciones cotidianas, inventar historias o imitar profesiones, muestran una mayor capacidad de planificación y mejor control emocional. La clave está en que estos juegos exigen mantenerse en un papel, respetar turnos con los demás niños, recordar reglas a seguir y adaptarse a los cambios, lo que representa un entrenamiento natural para la mente.

Además, programas educativos aplicados en escuelas de Finlandia, Canadá o Estados Unidos, como Tools of the Mind o el modelo HighScope, han demostrado que introducir rutinas de juego guiado en la jornada escolar mejora el rendimiento académico, reduce conductas disruptivas y fortalece habilidades cognitivas en niños en edad preescolar y primaria. Estos modelos no solo aplican juegos tradicionales, sino también dinámicas grupales y resolución de conflictos en contextos lúdicos, apuntando mejorar sostenidas incluso a largo plazo.

Por lo que, lejos de considerarse tiempo perdido, el juego se ha consolidado como una herramienta fundamental en la estimulación cognitiva infantil. Bien orientado y con una intencionalidad pedagógica clara, el juego puede ser mucho más eficaz que contras metodologías académicas tradicionales para fomentar la atención, el autocontrol, la memoria operativa y la capacidad de adaptación de niños.

Cómo integrar estos juegos en casa y en el aula

Una de las grandes ventajas de utilizar el juego como vía para desarrollar funciones ejecutivas es su adaptabilidad a contextos cotidianos. No se necesita disponer de mucho tiempo ni de materiales específicos, con intención, constancia y una mirada educativa es suficiente. En casa, una estrategia sencilla es reservar al menos 15-20 minutos diarios para juegos que impliquen cooperación, turnos, resolución de retos o expresión emocional. Es esencial que los adultos no solo supervisen, sino que también participen, modelando el comportamiento que se quiere fomentar.

En el aula, los docentes pueden incorporar rutinas breves pero sistemáticas que activen funciones ejecutivas, como ejercicios de atención plena, juegos de cambio de reglas o dinámicas cooperativas con roles cambiantes. También se pueden utilizar materiales como cartas de emociones, tableros de secuencias o fichas de resolución de conflictos. La clave es introducir estas dinámicas como parte del currículo, no como actividades sueltas, de forma que su efecto sea constante y acumulativo.

Además, la combinación de juego libre con juego estructurado permite atender a diferentes niveles de maduración y estilos de aprendizaje. Lo más importante, tanto en casa como en el aula, es que el adulto entienda que jugar no es una pausa en el aprendizaje: es, en muchos casos, el aprendizaje mismo.