Otoño

Cristina Estébanez, profesora: "Hay que hacer un esfuerzo por llevar a los niños a la naturaleza"

Cristina Estébanez
Cristina Estébanez, profesora y fundadora de Misnoûs: The School of Thought.Cristina Estébanez
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Aunque la mayoría sabemos que los niños (y los adultos) necesitamos estar en contacto con la naturaleza a diario, parece que más que nunca hay una preocupación por el llamado trastorno por déficit de naturaleza. Muchos niños pasan más tiempo encerrados en casa, frente a las pantallas, que al aire libre. Así lo reveló un estudio del Instituto Tecnológico del Producto Infantil y el Ocio (AIJU) que señaló en 2022 que el 45% de los niños juega al aire libre menos tiempo del recomendado, así como alertaba de la evolución de la infancia en España hacia un estilo de vida marcado por el sedentarismo, la falta de juego y el consumo excesivo de pantallas.

También lo apoyó un estudio realizado por la Asociación de Pediatría de España junto con el Comité de Salud Medioambiental (CSMA) realizado ese mismo año. “Sabemos que solo de uno a dos de cada cuatro niños juegan a diario al aire libre. En la generación de sus padres y madres eran tres de cada cuatro. Globalmente, el 75% de los escolares de 7 a 17 años tiene déficit de contacto con la naturaleza (DCN). El 25% de la infancia y la adolescencia apenas sale alguna vez al mes a jugar al aire libre y solo el 25% visita el parque urbano o natural diariamente, según se indica en la carta científica publicada en Anales de Pediatría, en la que se señalan varias investigaciones recientes sobre la carga global de las enfermedades que muestran que las principales causas en el número de muertes y años con mala salud crónica son 100% prevenibles y están relacionadas con el deterioro y la contaminación de los ecosistemas", explicó el doctor Juan Antonio Ortega de la Asociación de Pediatría de España.

Estar en contacto con la naturaleza tiene muchos beneficios para los niños y jóvenes, entre los más significativos es que aumenta la felicidad y la sensación de bienestar, reduce las conductas agresivas, la hiperactividad y mejora la atención; disminuye el sobrepeso y la obesidad infantil, Y aumenta los niveles de vitamina D y el sueño, entre otros muchos.

La experta en la materia, Cristina Estébanez, lo sabe bien, ya que ha dedicado su trayectoria profesional a investigar sobre ello. Cristina es fundadora y directora de Misnoûs: The School of Thought, una start-up educativa creada para conectar a profesionales de distintos campos e introducir la cultura y la naturaleza en sus vidas, y autora de 'La escuela de la naturaleza' (editorial Planeta, 2025), un libro bellísimo sobre la conexión entre la literatura (los cuentos), los niños y la naturaleza. A través de cinco clásicos de la literatura entre los que destacan 'Alicia en el País de las Maravillas' y 'El Principito', ofrece una amplia variedad de ideas pedagógicas, juegos y actividades para hacer en clase o en casa y, sobre todo, al aire libre. Hemos hablado con ella para entender por qué es necesario que los niños, aunque vivan en espacios urbanos, estén en contacto con la naturaleza.

Pregunta: ¿Cómo llegas a escribir este libro? Es un libro curioso y diferente a muchos otros que se han publicado sobre la naturaleza y la infancia.

Respuesta: Mis amigos siempre me dicen que tengo una cruzada con la educación. Ahora mismo llevo ya dando clases hace 20 años, soy hija de profesores, y empecé dando clases a chicos adolescentes en colegios y después pasé a la universidad; estuve 12 años en la Universidad Complutense de Madrid, y después me fui a Estados Unidos, y allí seguí trabajando en la universidad, pero monté, por mi cuenta, también unas clases de formación para directivos. Lo que realmente me hace feliz es dar clases y escribir, así que este libro completa un poco esa experiencia.

Digo lo de la cruzada con la educación porque muchos profesores estamos buscando un equilibrio en este momento con la digitalización y la aparición de las pantallas. De ahí surgió la idea de escribir un libro que introdujera la cultura para aprender e identificarnos con los grandes personajes de la literatura y de la naturaleza, otra de nuestras grandes escuelas de vida. Además, cuando estuve viviendo en Florida, me di cuenta de lo desconectados de la naturaleza que estamos. Ese es el estado puro y virgen de la naturaleza, allí viví dos huracanes (estando embarazada) y lo recuerdo como un experiencia alucinante.

P: Quizá lo bonito del libro es que enlazas los cuentos de nuestra infancia con la naturaleza y propones actividades para hacer con hijos y alumnos...

R: La literatura es una gran maestra de los comportamientos, de cómo somos, de cómo nos enamoramos, de cómo vivimos... De esto hablo en el libro, del tiempo, del amor, de los viajes, de la educación, del arte... Muchos de los personajes más grandes de la literatura (se puede ver en las obras de Shakespeare) hablan con la naturaleza, le confiesan sus miedos, sus sufrimientos, sus penas, sus angustias, sus maravillas... Y, por otro lado, la naturaleza se refleja en nosotros y aprendemos de ella, de la paciencia que tiene para que crezca un fruto, de los distintos colores del amanecer, del atardecer, de las tormentas, de que después de ella llega la calma. En realidad, todo eso se representa mucho en la literatura. Y esa es un poco la idea que surge de mi libro para ayudar también a formar a profesores y a niños de una forma distinta.

P: ¿Qué diferencia crees que existe entre el contacto con la naturaleza que tuvimos nosotros (y las anteriores generaciones) con los niños de ahora?

R: Hoy nos hemos convertido, mejor dicho, nosotros hemos convertido en una escuela de la vida muy fiable la digitalización y las pantallas. Pero en mi opinión es una escuela de la vida que cojea porque lo que hace esta escuela es que nos miremos a nosotros mismos demasiado. Y al mismo tiempo, como nos miramos tanto a nosotros a través de esas redes sociales y a través de esas imágenes un poco ficticias, lo que hacemos es aislarnos de la realidad, aislarnos del contexto en el que vivimos, de la naturaleza. Dejamos de salir afuera. Por eso, propongo educar a través de esas dos escuelas milenarias: la naturaleza y la literatura para descubrir los secretos del mundo y esos comportamientos humanos que nos ayudan a vivir mejor. La naturaleza ayuda a que los niños tomen seguridad en sí mismos. Si piensas en 'Alicia en el País de las Maravillas' te das cuenta que ella sola, en la naturaleza, aprende a buscarse la vida.

P: Alicia sale detrás del conejo blanco que tiene mucha prisa. Como dices en tu libro, el conejo es una metáfora de los adultos de hoy en día, que siempre van corriendo y con prisa a todas partes.

R: Sí, de hecho, amigos y lectores me están escribiendo que se identifican con el conejo blanco. Y yo les digo que sí, que en efecto, el conejo blanco somos todos. Pero en contraposición Alicia es una niña autónoma, madura, con bienestar emocional fuerte, que se anima a ella misma y también que físicamente es capaz de practicar deportes. Creo que es un gran personaje con el que se pueden identificar muchos niñas y niñas.

P: Hay muchas otras enseñanzas en los cuentos que compartes en el libro...

R: Sí, en 'El Principito', por ejemplo, se habla de lo importante que es la risa o la sonrisa en nuestro día a día, que es un terapia incomparable con ninguna otra. En el cuento de 'Filemón y Baucis' se enseña a los niños a ser hospitalarios y amables con personas que no son directamente de su entorno cercano. El mito de Filemón y Bautis lo explica también a través de la naturaleza que siempre nos da y nunca pide nada a cambio.

P: ¿Qué beneficios demostrados existen en el contacto de niños con la naturaleza?

R: Hay muchos estudios neurocientíficos que están hablando de la necesidad de tener un momento de liberación y del aporte de tranquilidad y de salud que nos da la naturaleza. Las terapias de abrazar a los árboles, que suenan como de locos, son también muy beneficiosas. En Japón se hacen desde hace ya años y están institucionalizadas, porque se han dado cuenta de que, a pesar de que un gran porcentaje de Japón es verde, la gente tiene un gran índice de insatisfacción. Han manejado este tema para que en el trabajo y en la escuela vayan a dar clases al aire libre. Yo vengo de un colegio, que es uno de los primeros colegios en España de tradición de la institución libre de enseñanza, donde las clases se dan al aire libre. Hemos asistido muchas veces a dar una clase de ciencias naturales debajo de un árbol, que eso también se ha practicado en muchas corrientes pedagógicas. De hecho, cuando estaba trabajando en Estados Unidos una vez un directivo me propuso hacer un walking meeting, es decir, una reunión paseando por un parque. Creo que es de las mejores reuniones que he tenido.

"No hacer nada, no tener ningún plan, no tener entradas para ver ese musical maravilloso, es también positivo, porque hay veces que merece la pena perder el tiempo"

P: Hay muchos padres que, como decimos, no tienen tiempo de llevar a sus hijos a diario a la naturaleza o que no la tienen accesible. ¿Qué pueden hacer?

R: Lo que propongo son pequeñas actividades para distintos tipos de público. Es decir, hay gente que tiene el acceso a la naturaleza al bajar de su casa, pero hay gente que no, que tiene que desplazarse para eso. Pero sí tenemos la capacidad de hacer pequeñas cosas, por ejemplo, en uno de los colegios donde trabajo estamos viendo cómo está progresando uno de los castaños que hay. Si no la tienen accesible, pueden sacar un rato los fines de semana. Hay que obligarnos a adentrarnos en la naturaleza con los niños y perder allí el tiempo. No hacer nada, no tener ningún plan, no tener entradas para ver ese musical maravilloso, es también positivo, porque hay veces que merece la pena perder el tiempo.

P: De hecho, hay muchos niños que viven en la ciudad y tienen muy poco contacto con la naturaleza. No tienen la posibilidad de ensuciarse con el barro, etc. ¿Cómo es de importante para ellos hacer este tipo de cosas?

R: Yo creo que hay que hacer un esfuerzo por llevar a los niños a la naturaleza. Es verdad que es difícil a veces, pero creo que la recompensa es muy grande para ellos, y, sin duda, para los padres y profesores. Es decir, de una manera u otra, en esos parques de la ciudad, en esas pequeñas islas de naturaleza que hay a pocos kilómetros en tren, es bueno plantearles dar un paseo de vez en cuando por allí, y que se fijen en otras cosas, que vean y descubran cosas tan sencillas como unas huellas de unos animales, el olor de una nueva planta... Son planes en sí mismos, no hay que montarles nada especial.

P: ¿Cómo se educa a niños aventureros y exploradores de la naturaleza?

R: Para mí, teniendo contacto constante. Creo que la literatura les puede ayudar a eso, porque la naturaleza ha acompañado al ser humano a lo largo de la historia. Leer puede ser una manera de estar en contacto con la naturaleza. De pronto que vean cuentos donde los animales hablan, eso les puede generar un interés por mirar la naturaleza de otra manera, por darle ese protagonismo, y, por supuesto, hacer viajes. Podemos viajar para ver espectáculos naturaleza que son parte de nosotros también.

"Cada estación tiene sus cosas, pero el otoño es una estación muy especial. Es una estación para ver todo tipo de colores, para ver el cambio de la vida, el paso del tiempo..."

P: Se acerca el otoño, ¿qué tipo de actividades podemos proponer a las familias para acercarse a la naturaleza en esta estación del año?

R: Cada estación tiene sus cosas, pero el otoño es una estación muy especial. Es una estación para ver todo tipo de colores, para ver el cambio de la vida, el paso del tiempo... La recogida de hojas para hacer todo tipo de talleres artísticos es un clásico que funciona. También pueden ver el cambio de temperatura poniendo un termómetro en clase para ir recogiendo las temperaturas día a día, y ver los cambios y registrarlos. Otra actividad que pueden compartir con padres y abuelos, es preguntarles cómo eran los otoños cuando ellos eran niños o jóvenes; visitar los mercados para ver la variedad de frutas y verduras del otoño, las calabazas son excelentes para trabajar el otoño; así como ver los distintos árboles que hay en España y cómo es el otoño en otros lugares del país...

P: ¿Qué cuentos de otoño nos recomendarías para leer en familia?

R: Hay muchísimos, pero esta es mi lista:

  • 'Días como este' de Oriane Smith, un impactante libro de imágenes en el que dos voces diferentes, un niño y una ardilla, van relatando su experiencia en el transcurso de un día cualquiera.
  • 'Atrapados' de Oliver Jeffers. El libro narra la historia de Floyd y todos los errores que comente intentando sacar una cometa atrapada en un árbol.
  • 'La maceta encantada' de Gemma Clambor. Este narra la historia de Nara y Lucas que siempre veranean en casa de su tía Celia. Allí aprenden a hacer mermelada y escuchan emocionados las historias que cuenta sobre los bostildos, unos seres mágicos que viven en el bosque.
  • 'La vuelta al mundo por 24 mercados' de Maria Bakhareva y Anna Desnitskaya. Este libro ilustrado te llevará a conocer 24 mercados alrededor del mundo: San Sebastián, Pekín, Marrakech, Barcelona… 
  • 'El Lápiz' de Hyeeun Kim. La ilustradora coreana Hyeeun Kim reflexiona en este álbum silencioso sobre el impacto ambiental de nuestros actos, incluso los más insignificantes: no es lo mismo afilar un lápiz o talar un árbol que fabricar un lápiz o plantar un árbol. 
  • 'A Home for Every Plant' de Matthew Biggs. Este libro enseña a los niños 66 plantas asombrosas de las 6 principales zonas climáticas del mundo.