El debate mas aburrido de la historia entre el ausente, el frenético, el racional, el soberbio y el conciliador

  • EL experto Cristian Salomomi califica a cada candidato: el ausente, el frenético, el racional, el soberbio y el conciliador

La comunicación no verbal es una fiel aliada en política, clave para expresar las intenciones que tienen los lideres hacia sus votantes. No basta con saber hacer bien las cosas, hay que saberla comunicar y explicar. La comunicación no verbal en definitiva te permite entender las intenciones, pero sobre todo los objetivos que los lideres intentarán alcanzar en el debate. Este es el análisis del debate a cinco que según los lectores de los principales medios ganó Santiago Abascal.

PEDRO SANCHEZ, el ausente

El objetivo de Pedro Sánchez era no perder el debate, pero tampoco fue ganarlo. Lo que intentó a toda costa es no cometer errores manteniéndose en silencio que, según su valoración, era la vía más adecuada para reafirmar su posición presidencial. Ha sido el líder que más ha empeorado respecto el anterior debate. Antes sus gestos y sus formas de expresarse mostraban alegría, incluso emocionantes

expresiones faciales de orgullo sincero. En este úlitmo debate le hemos visto con una comunicación no

verbal algo descafeinada. ¿Dónde está la energía que distingue a Sánchez? ¿Está cansado? Parece que sí.

Mientras los otros líderes le hablaban o le nombraban, él reaccionó mirando sus papeles, escribiendo, como si no prestara atención. visto el bloqueo que estamos viviendo no parece que esa indiferencia hacia el resto es la mejor opción. Más aún ante un debate en el que todo el cuerpo y atención debe estar preparado para improvisar, replicar, contratacar, con esos zasca que tanto le gustan a los votantes y que hacen que el debate fluya. Por eso se llama debate y no monologo. Sánchez prefirió jugar a lo seguro y por eso no se separó de su guion, sin responder a las preguntas, sin acometer casi réplicas.

PABLO CASADO, el racional

Pablo Casado necesitaba algo más que no perder el debate, su objetivo era posicionarse como la alternativa a Sánchez y liderar las derechas. Su expresión facial es algo que aún no sabe controlar. Esto puede ser un punto fuerte o una debilidad ya que es como un libro abierto y en su rostro aparecen todas las emociones que está sintiendo. Incluso lo hemos visto con esa sonrisa amortiguada que nos hace entender que no se está creyendo lo que está diciendo. En otros momentos (sobretodo en lo referente a la corrupción o al contrarrestar opiniones con las que no estaba de acuerdo) desprendía sin quererlo la sensación de deprecio o ira. De hecho, uno de sus gestos para apaciguar su nerviosismo es el de tocarse las uñas. Su comunicación no verbal en definitiva es como en sus actos de campaña, casi como si fuera un producto mimético con los valores de su partido: austera, racional, poco emocional y alejada del riesgo. La barba que se ha dejado no es en nada causal, quiere mostrar más madurez, capacidad, profesionalidad e incluso inteligencia. En este 'nuevo look' han incidido las encuestas donde los votantes le percibían como demasiado joven e inexperto.

ALBERT RIVERA, el frenético

Albert Rivera tenía el enorme reto de frenar la deriva de su partido en las encuestas y ese nerviosismo se plasmó en el debate donde se mostró frenético, atropellado, sin pausas, sin silencios. Su minuto de oro,

rarísimo, ha sido un intento de juntar en poco tiempo demasiados conceptos. Rivera no paraba de moverse generando también en el espectador nerviosismo por esas neuronas espejo que tenemos en nuestro cerebro que permiten entender el otro, sentir sus mismas emociones cuando le escuchamos.

La política no es como la cocina, si en cocina te sala mal una receta, puedes volver a hacerla, en política no es así, si una estrategia no ha funcionado, ¡no sigas! Es un suicidio comunicativo. Rivera ha vuelto a recurrir en exceso a los elementos visuales para apoyar su discurso. Y no, no se puede usar la cartelería como recurso habitual ya que, lo poco agrada y lo mucho cansa a la audiencia. Ha sacado hasta un adoquín de las calles de Barcelona. Su guion estaba muy visto ya. Fue incapaz de introducir algo emocional aunque lo intentara con ese YO, YO y YO. Quiso ser una vez mas el protagonista a toda costa perdiendo eficacia en su comunicación no verbal. Albert tendría que aprender la comunicación activa y asertiva, saber intercalar varios tipos de registros verbales y no verbales. Es excesivamente histriónico lo que puede sacar de quicio.

SANTIAGO ABASCAL, el soberbio

El candidato de Vox se estrenaba consciente de la necesidad de hacer un buen papel. Y se preparó a conciencia. Ha sido capaz de utilizar a su favor esa personalidad introvertida y calmada. Más cómodo en los mítines que en el cara a cara, al principio del debate no miraba a los demás, solo a cámara como si sus intervenciones fueran todos minutos de oro. Poco a poco empezó a parece que estaba en un debate con gente. Ha sabido utilizar de manera sencilla, sosegada (justo lo contrario de Albert Rivera) su información, sea esta falsa o no. Incluso su tono de voz ha estado a la altura del debate, respectaba los turnos de palabra con desenvoltura, justo otra vez, lo contrario de Albert Rivera que en más de una ocasión pisaba los demás mientras hablaban. Sin embargo, en su comunicación no verbal pecaba de soberbia, en su manera de mirar todos por encima del hombro, o esa sonrisa de oreja a oreja cuando hablaban de él.

PABLO IGLESIAS, el conciliador

En dialéctica y control Pablo Iglesias suele llevar la delantero en los debates. Ha sabido controlar sus emociones más que Casado, controlar su energía mas que Rivera, implicarse con todo y enfrentarse a lo demás, más que Sánchez. Sigue fiel al boli que le ayuda a hablar, pero le resta nitidez en sus gestos.

Lo que tendría que trabajar mas es su minuto de oro. Demasiado rápido a pesar de tener un buen story telling preciso, sencillo y cotidiano.

Cristian Salomoni es experto en comportamiento no verbal.

www.cristiansalomoni.com