¡Pero cómo hemos llegado hasta aquí!

  • Los partidos han repetido que no querían nuevas elecciones pero sus estrategias han dicho lo contrario

La mayor parte de los ciudadanos no dan crédito. Es cierto que los españoles ya hemos vivido una repetición electoral hace solo tres años. Quizá deberíamos estar acostumbrados. O avisados de lo que pueden ser capaces los partidos políticos españoles. Pero llama aún más la atención comprobar que lo que sucedió una vez, vaya a suceder otra sin que nadie se sonroje o pida perdón. No, perdón no lo va a pedir nadie. Sólo se va a pedir el voto.

Se van a repetir las elecciones a pesar de que todos los partidos están en contra de esa repetición. Bueno, al menos eso dicen, porque si analizamos sus decisiones en estos cinco meses tal vez podríamos concluir lo contrario.

LA ERRÁTICA, O A LO MEJOR NO TANTO, ESTRATEGIA DE SANCHEZ

Las elecciones del 28 A fueron ganadas por el PSOE. La diferencia con el segundo fue abismal: 123 frente a 66. No había dudas, Sánchez era el elegido para formar Gobierno. Nadie más podía hacerle sombra. La misma noche electoral los más fervorosos militantes le corearon “¡con Rivera, no!”. Por lo tanto, en seguida salió a relucir una expresión: “socio preferente”, en referencia a Unidas Podemos. Se produjeron los primeros tanteos con Pablo Iglesias y todos los periodistas pudimos comprobar que ahí no había amor. Parecían dos adolescentes obligados a estar juntos por un matrimonio de conveniencia.

Para esos momentos, Sánchez y los suyos sabían que un Gobierno con Unidas Podemos dentro y con los votos de ERC fuera iba a ser una tortura. No apetecía nada. Tantos escaños de diferencia con el segundo, tanto apoyo social para terminar dependiendo de Rufián e Iglesias.

Entonces, furtivamente, se iba deslizando una segunda posibilidad que implicaba al coreado, al que una vez fue pareja de baile para formar Gobierno pero que pasó a ser el más duro entre los duros: Rivera.

En el PSOE se empezó a especular con una abstención de Rivera: “no va a poder con la presión”. Rivera se zafaba de esa presión enfrentándose más a Sánchez y negándole incluso una reunión. O sea, Sánchez se veía con Iglesias mientras esperaba a ver si flaqueaba Rivera. Lo que pasa es que, después de tantas reuniones entre PSOE y UP, las posturas se fueron acercando a base de bofetones. Sánchez vetó a Iglesias, Iglesias impuso estar en el Gobierno, el PSOE le dio una vicepresidencia y tres ministerios, Iglesias pidió más poder... Y ahí se rompió la cuerda.

Sánchez terminó derrotado en la sesión de investidura y pareció aliviado. Se rompía su matrimonio de conveniencia.

Lo que siguió después ha parecido más un paripé. Sánchez le ha cantado a Iglesias la letra de Los Secretos: “tuviste una oportunidad y la dejaste escapar”. Así que todos los ojos se volvieron a Rivera, que se ha movido en el sofá para demostrar que no estaba dormido, pero no se ha levantado del sitio.

Y mientras todo eso pasaba, había en el fondo un plan B sobrevolando todo en forma de encuestas. Las que ha estado manejando el equipo de Sánchez desde el primer momento. Eran tan buenas que cuando me las contaba una persona de su equipo le dije: “vamos, que no convocáis elecciones, pero ganas no os están faltando...” Por supuesto, me negaron que fuéramos a elecciones.

¡PERO CÓMO NO LO COGISTE, PABLO!

Iglesias tuvo en su mano una vicepresidencia y tres ministerios. El primer Gobierno de coalición de la historia de la democracia española. Pero no lo aceptó. Le faltaron unas “políticas activas de empleo” para asaltar los cielos. Visto con perspectiva, no se entiende muy bien. Tal vez pensó que iban de comparsas, a ministerios vacíos de competencias, sufriendo el desgaste del poder y no pudiendo capitalizar sus éxitos... Algo de razón tiene, según un reciente estudio que analiza los gobiernos de coalición en Europa durante 45 años. Pero aún así hay mucha gente a su alrededor que no entiende por qué ahora no hay en el Gobierno de España una vicepresidenta de Unidas Podemos y tres ministros-as dándole a su formación el crédito de partido de Estado.

Pero Pablo también tiene un plan B. Todos lo tienen. Sabe que con la repetición de las elecciones ellos pueden bajar, saben que Rivera tiene difícil cambiar de postura, sabe que Sánchez no se apoyará en los independentistas... Sabe que allí estará él otra vez. Y a la segunda no será tan generoso. Exigirá más, probablemente incluso para él mismo.

RIVERA Y LA PRESIÓN

Ciudadanos ha sido el partido peor parado en este proceso postelectoral. Ha tenido una sangría interna de importantes miembros de su formación que le pedían que aflojara y se acercara al PSOE como hizo en 2016. Pero Rivera lo ha aguantado todo: las fugas, las encuestas en contra, la presión mediática que le preguntaba por qué se negaba a reunirse con Sánchez... Incluso esa supuesta y oscura presión del fantasmal Ibex 35, que es quien teje los hilos por detrás pero nunca parece terminar de lograr lo que anhela.

Rivera lo ha aguantado todo, pero a última hora ha hecho un movimiento que todavía se analiza con lupa: ¿su último ofrecimiento a Sánchez ha sido un síntoma de debilidad o una vacuna preelectoral? Rivera ha conjurado a los que le calificaban de inmovilista y ha hecho un último gesto a su enemigo Sánchez, el del Plan. ¿Ha sido eso o es que ha visto que el proceso electoral que viene le puede dejar maltrecho? Lo veremos.

CASADO, EL NO CONCERNIDO

¿Y Pablo Casado? Pues ha vivido todo esto como un espectador. Con sus 66 diputados sabe que ya tiene poco que perder y mucho que ganar. Si Sánchez forma Gobierno con Iglesias, a por él y a recuperar. Si lo forma con Rivera, casi mejor. Y si me pide el apoyo para la investidura, silbo. De libro. La estrategia de Casado ha sido de libro. Y eso que el PSOE ha intentado meterle varias veces en la ecuación para que la opinión pública viera que el PP también podría desbloquear esta situación. Pero nada, ha tenido poco éxito. Casado se va a elecciones con algunos de los suyos diciendo por lo bajo que debería haber facilitado la investidura, pero controlando la situación interna y con buenas perspectivas electorales. En este caso, su plan B era en realidad el A.

EPÍLOGO

Pues así hemos llegado hasta aquí, otra estación en este interminable proceso electoral que vive España. No paramos de oír que necesitamos estabilidad, políticas estructurales, miradas a largo plazo, I+D+I+un montón de cosas, pero no salimos de la espiral. Una persona de un partido con la que hablaba hace poco me reconocía que esto era un gran fracaso de todos los partidos. Es así. Ahora empieza una fase en la que discutirán sobre quién ha sido más culpable. Estén atentos porque sobre eso tendrán que votar el 10 de noviembre.