Madrid entra en una campaña que decidirá su Gobierno y marcará el futuro político de España

  • El 4M se presenta como un pulso Sol-Moncloa, con equilibrio entre los bloques y radicalidad en los discursos

Inesperada. Imprevisible. Si hubiera que definir con dos palabras la campaña electoral que comienza este domingo en Madrid bien podrían ser estas dos.

Inesperada porque fue una decisión de Ayuso que pilló a todo el mundo con el pie cambiado, fruto de una maniobra política iniciada en otra punta de España: la moción con la que PSOE y Ciudadanos trataron de acabar con el Gobierno del popular López Miras. Lo que pasa en Murcia repercute en Madrid, así son las carambolas de la política española. Ayuso convocó las elecciones con la excusa del miedo a que a ella le hicieran lo mismo.

Imprevisible porque las consecuencias de lo de Murcia han sacudido hasta tal punto el tablero político que es casi imposible predecir el resultado. Que Ayuso va a ganar es un hecho, lo de gobernar es otra cosa en un bombo en el entran en juego mil variables: si, con Ciudadanos en riesgo de desaparecer, la derecha es capaz de sumar sola; si el 'efecto Iglesias' alcanza o no para que la izquierda pueda acabar con 26 años del Gobierno del PP; o cuánto pesa la implicación de los líderes nacionales, Pedro Sánchez y Pablo Casado, en una campaña en la que se van a volcar porque ellos también se la juegan.

Así aterriza el proceso electoral al que se ha visto abocado Madrid, en un contexto además plagado de interferencias: en plena pandemia, con el plan de vacunación avanzando a trompicones, a punto de que acabe el estado de alarma... Tanto lío para tan solo dos años: la decisión de Ayuso no altera los plazos electorales marcados por la ley, Madrid tendrá que volver a tener elecciones en 2023. El gobierno que salga del 4M caducará en dos años.

Elecciones en clave nacional

Ayuso versus Sánchez. Los madrileños no eligen solo a su Gobierno, la presidenta madrileña ha planteado la disputa electoral como un pulso a Moncloa. De alguna manera la continuación, y quizá el desenlace, a la confrontación en la que vive instalada desde que arrancó la pandemia. Y lo ha conseguido. Sánchez ha dado señales de haber cogido el guante y su impronta en el periodo preelectoral ha sido de tal calibre que incluso ha eclipsado a su candidato, Ángel Gabilondo.

Con lo de las vacunas, la apertura o no de la hostelería, lo de los impuestos... se ha instalado la idea de que es una confrontación de dos modelos: el de Sol, y el de Moncloa. Lo que pase el 4M también tiene lectura nacional para los demás.

En el PP, una victoria holgada en Madrid puede hacer crecer la figura de Ayuso frente a la de Casado. Una derrota puede tener consecuencias graves para los dos. Aparte de ser Madrid un banco de experimentos para la reunificación de la derecha.

En Podemos, Pablo Iglesias se lo juega casi todo. Ha dejado la vicepresidencia para ir de candidato, ante el riesgo real de que Podemos se quedara sin representación en la Asamblea. Ha conseguido disipar ese peligro. Pero semejante sacrificio para lograr tan solo mantener la representación parece escaso rendimiento. De Moncloa a diputado raso es un trago y abriría interrogantes sobre su futuro.

La supervivencia de Ciudadanos

Ciudadanos merece capítulo aparte. Para los de Arrimadas, la clave la tiene un número, el 5. El porcentaje de votos que la legislación le exige para tener diputados. Arrimadas ha sacrificado al exvicepresidente Ignacio Aguado para intentar, con Edmundo Bal, evitar lo que sería una catástrofe. Desaparecer del Parlamento madrileño viniendo del Gobierno, y además tras del fiasco de Murcia.

Después de tener 26 diputados, Ciudadanos se mueve ahora entre cero y 7. Es curioso el caso, porque quienes ahora se están peleando por repartirse sus votos, son los mismos que pueden estar cortejándoles para reclamar su respaldo caso de que consigan meterse en la Asamblea.

El partido de Arrimadas, que gobierna en Madrid capital y en Murcia presentó la moción con el PSOE, si entra será clave para inclinar la balanza entre la izquierda y la derecha, que se presentan ante el 4M muy igualados.

La polarización de la campaña

Los incidentes del mitin de Vox en Vallecas son el máximo ejemplo de la tensión en la que se llega a las urnas. El partido de Abascal, su candidata es Rocío Monasterio, ha visto que tiene recorrido en barrios humildes, tradicionales de la izquierda, y ha decidido ir al choque en busca de sus votos, paseado su discurso antiinmigración, contra las restricciones impuestas para frenar la pandemia y negacionista de la violencia de género.

El perfil de Ayuso y sus políticas, con amplia aceptación entre los votantes de Vox, supone un riesgo para el partido de Abascal que trata de evitar fugas radicalizando su discurso.

La irrupción en escena de Pablo Iglesias ha supuesto también un aumento de la polarización. Su objetivo, ya lo dijo, es "frenar a la derecha", lo que le lleva a mantener un discurso contundente contra Vox y los suyos y una defensa a ultranza de lo que entiende son los territorios de la izquierda antifascista. Por ejemplo, Vallecas.

La participación del líder de Unidas Podemos ha venido a remover el escenario de la izquierda donde, además Podemos y el PSOE, Más Madrid se ha consolidado gracias, especialmente, a la proyección de su candidata Mónica García.

García ha sido la voz más destacada en la oposición a Ayuso y ha protagonizado uno de los episodios más llamativos de la precampaña. Iglesias se ofreció para encabezar una candidatura unitaria. Ella dijo no, gracias.

La votación será en un martes laborable pero sin cole, con mascarilla, justo después del puente. La campaña será sin grandes mítines. La legislatura durará solo dos años. Y habrá solo un debate. Ayuso no quiere más y ha aceptado, aunque a regañadientes, que sea en Telemadrid. La presidenta no quiere arriesgar, en los debates tiene más que perder que ganar y va a las urnas con viento de cola. El 4M se comprobará hasta donde le lleva.