Psicología

Andrea Franco, coach de desarrollo profesional: "El problema no es estar quemado en el trabajo, sino normalizarlo"

Andrea, coach de desarrollo personal
Andrea Franco, en una foto cedida por la editorial. Sarah Kusnadi
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"Andrea, sufres 'burnout' y es probable que caigas en una depresión, tienes que parar". Esto es lo que le dijo el psicólogo cuando Andrea Franco, autora del libro 'De quemada a realizada' (Ediciones B), un día llegó llorando a la consulta. En ese momento, trabajaba como directora de marketing y llevaba meses agotada física, mental y emocionalmente. No tenía ni fuerzas ni ganas de nada y había perdido la ilusión por completo.

Es lo que se conoce como 'burnout', el síndrome del trabajador quemado, un problema que cada día afecta a tantas personas en el mundo. El trabajo se ha convertido, en muchos casos, en una tapadera perfecta para dejar de hacer todo aquello que de verdad nos hace felices, hemos normalizado el "no tengo tiempo, estoy hasta arriba de trabajo", cuando no es para nada sano ni debería ser normal. Lo sano es poder ir a dar ese paseo que tanto te apetece, tomar ese café con una amiga que hace tiempo que no ves, leer o simplemente quedarte mirando por la ventana de tu casa,si es lo que necesitas.

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Después de reinventarse profesionalmente y de trabajar varios años como coach, Andrea Franco ha escrito ese libro para acompañar a personas que, como ella, han atravesado el túnel del 'burnout'. Fue en 2022 cuando lo sufrió mientras trabajaba como CMO (Chief Marketing Officer) y, desde entonces, se ha formado en disciplinas y metodologías como el coaching ejecutivo, la programación neurolingüística e Insights Discovery, entre otras, y acompaña a personas que están quemadas en el trabajo para que encuentren claridad, motivación y dirección en su vida. Charlamos con ella para entender mejor cuáles son los síntomas de este agotamiento físico y mental y cómo consiguió ella liberarse de él.

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Pregunta: ¿Qué señales de alerta no viste para llegar a estar “quemada” en tu trabajo?

Respuesta: Las señales de alarma existen, el problema es que se normalizan. “Estar mal en el trabajo” es algo común, pero que lo sea no significa que sea normal. Yo pensaba que eso solo me pasaba a mí, que era un caso aislado y que seguramente tenía yo el problema por no rendir suficiente o por ser demasiado sensible. Y esos pensamientos me hicieron sentir culpable. 

En mi caso, sufría ataques de pánico durante la noche, me despertaba pensando que me iba a morir. Había perdido la ilusión, me costaba un mundo levantarme por las mañanas porque nada me motivaba ni me interesaba, y eso que, a mí, me encantaba mi trabajo. Es una sensación de ahogo, tristeza y apatía terrible que crece cada día que la dejas pasar. 

P: ¿Cuáles fueron aquellos primeros cambios que te ayudaron a salir de ahí? ¿Cómo estás ahora? 

R: El primer cambio fue la aceptación, entender que no estaba bien, que necesitaba pedir ayuda y que no podía correr. Las prisas son muy comunes en estos casos, y muy malas consejeras. Ahora estoy bien, gracias por preguntar. Estoy muy contenta de haber escrito este libro en el que he volcado todo lo que sé y todo lo que hago en mi día a día. Porque es el libro que yo hubiera necesitado leer cuando todo pasó. Y estoy convencida de que puede ayudar a mucha gente. 

P: ¿Por qué sentimos que trabajar mucho y no tener tiempo está bien? 

R: Porque estamos acostumbrados a que nos valoren por lo que hacemos y conseguimos, sobre todo en el plano material. Y el trabajo se convierte en parte de nuestra identidad, de nuestro estatus. Prueba a responder “¿quién eres?” sin mencionar tu cargo o a qué te dedicas. Una vez una coach que llevaba meses con ansiedad me dijo: “sé que tengo que dejarlo, pero no quiero perder mi estatus social”. Imagínate cómo nos esclaviza y condiciona la cultura del rendimiento. Con el tiempo, también me he dado cuenta de que muchas veces esa falta de tiempo no es casual, es una forma de evitar mirarte al espejo y evadir el problema. Porque si no tengo tiempo no puedo pararme a hacerme las preguntas adecuadas. Si no me hago las preguntas, no necesito tomar decisiones. Y si no tomo decisiones, nada cambia.  

Vivimos a base de checks porque vivimos dormidos pensando que “bueno ya se arreglará”. Pero las cosas no se arreglan por arte de magia, créeme. 

P: ¿Qué peligros crees que conlleva pensar así? 

R: Perderte la oportunidad de vivir más allá del 'burnout' o incluso de una depresión. Eso, además de peligroso, es muy doloroso.  

No debemos normalizar estar mal en el trabajo

© Sarah Kusnadi

P: ¿Qué es el 'burnout'? ¿Cuáles son los síntomas de que algo no anda bien? 

R: El 'burnout' o síndrome del trabajador quemado es un estado de agotamiento emocional, físico y mental causado por un estrés sostenido en el tiempo que está relacionado con el trabajo. Principalmente los síntomas, en un sentido técnico, son tres: agotamiento, despersonalización e ineficacia. Pero dejando a un lado tecnicismos, te diría el síntoma principal es que no puedes hacer vida normal, y con eso me refiero a llorar cuando te levantas, a tener dolor de barriga todos los domingos, somatizar con una dermatitis o migrañas, entre otros muchos. Y estos son ejemplos que pueden parecer muy manidos, pero es que son reales. Los veo a diario. El origen del 'burnout' es una insatisfacción laboral sostenida, por eso siempre insisto en no normalizar estar mal en el trabajo. Porque no es baladí. Tiene consecuencias. El 'burnout' es como el agua: empieza a hervir… hasta que te quema. 

¿La realización es imprescindible para estar bien en el trabajo? No siempre

© Sarah Kusnadi

P: Hablas en el libro, precisamente, de la desromantización del trabajo. ¿Es posible que no nos sintamos realizados en el trabajo y nos sintamos bien? ¿Es compatible?  

R: Totalmente, es compatible. Entiendo que queramos encontrar un sentido profundo al trabajo, pero las narrativas actuales generan aspiraciones que no son realistas ni necesarias para estar bien en el trabajo y ser feliz. Y eso genera mucha frustración. Estar bien en el trabajo tiene que ver con cuatro pilares: la coherencia, el reconocimiento, la realización y el entorno. Así que la respuesta a tú pregunta es sí. La coherencia tiene que ver con que tú trabajo esté alineado con la vida que quieres vivir: tus valores, tus intereses, tus prioridades. El reconocimiento tiene que ver con sentirte competente, que tu trabajo se vea, que te sientas valorada. Y sí, muchas veces el reconocimiento, ese sentimiento de “soy buena en lo que hago”, suele ser el preludio a la pasión, y no al revés. La realización está vinculada a la contribución en el ámbito laboral, tu impacto y la gestión de tu día a día. Y el entorno se refiere a condiciones físicas y emocionales. Es decir, desde cuánto tardo en ir a trabajar, al sueldo que cobro, al ambiente o si tengo los recursos para desarrollar mi día a día. Cada persona da más peso a un pilar u otro. 

Hay quien ve su trabajo solo como un medio para conseguir otras cosas importantes en su vida: viajar, pagar una casa, cuidar de su familia... Y con buenas condiciones y estabilidad, están bien. Otras personas necesitan sentir crecimiento y desarrollo constante, así que lo que buscan es un plan de carrera claro y oportunidades reales. ¿La realización es imprescindible para estar bien en el trabajo? No siempre. Por ejemplo, si alguien está en un momento de transición, o tiene trabajo funcional y lo compensa con un proyecto de vida pleno fuera de él, también puede estar bien. Lo que sí creo que marca una gran diferencia es ser buena en lo que haces. Porque desde ahí puedes construir cualquier tipo de bienestar laboral.

Pensar que necesitamos tener vocación para estar bien en el trabajo o tener una vida plena es, en realidad, una exigencia más

© Sarah Kusnadi

P: ¿Por qué no crees que sea tan importante encontrar un propósito? Este pensamiento choca con lo que estamos leyendo actualmente...

R: Porque el propósito es una trampa, tal y como nos lo cuentan. Nos han hecho creer que tenemos que encontrar un gran “para qué” que le dé sentido a nuestra vida, pero eso no se descubre: se construye. Se construye a medida que te vas conociendo, tomando decisiones, viviendo experiencias, equivocándote y ajustando el rumbo. Mis padres nunca me dijeron que buscara el propósito, ni tampoco mis tíos, ni los padres de mis amigos. Nadie hablaba de eso. La mayoría trabajaba para tener una vida digna, pagar la casa, criar a sus hijos y llegar a fin de mes. Pero entiendo que la situación y el contexto han cambiado para las generaciones posteriores: un mercado laboral incierto, con nuevas posiciones, peores condiciones más precarias, contratos más inestables, culturas más tóxicas, y la dificultad para cumplir con los estándares tradiciones de éxito (piso, pareja o hijos…), y eso nos ha llevado a necesitar más que nunca justificar el trabajo para poder seguir adelante. El trabajo ocupa mucho tiempo y espacio en nuestras vidas, y es lógico que queramos que tenga sentido. 

P: ¿Qué es entonces lo que no te parece sano?

R: Lo que no me parece sano es que se convierta en una obsesión. Que nos haga sentir que no somos suficientes si no lo encontramos. Que nos empuje a renunciar una y otra vez en búsqueda de un ideal que no existe. Y si para ti es importante encontrar un propósito, está bien, pero asegúrate de que no se convierta en una trampa que te haga sentir insuficiente o te empuje a perseguir un imposible. 

P: ¿Debemos tener vocación para sentirnos realizados en el trabajo? ¿Qué opinas tú? 

R: Una vez una médica respondió a una newsletter en la que precisamente hablaba de vocación y me dijo que es la vocación es la excusa perfecta para obligarles a hacer jornadas maratonianas. Que ellos lo único que quieren es trabajar como todo el mundo, irse a casa y tomarse una cerveza o ver netflix como el resto de la gente, sin sentir la presión de tener que levantarse para ir a salvar vidas como si esto fuera Anatomía de Grey. Yo no creo en una vocación como una llamada mágica o un destino profesional escrito. Creo en intereses y pasiones. A veces están muy claras, y otras no tanto. A veces podemos aprovechar en el trabajo y otras, simplemente, las disfrutamos fuera de él. 

Pensar que necesitamos tener vocación para estar bien en el trabajo o tener una vida plena es, en realidad, una exigencia más. Lo que necesitamos son buenos entornos, sentirnos competentes, reconocidos, y vivir una vida que tenga sentido para cada uno de nosotros. Y para eso, no hace falta vocación. Hace falta coherencia. 

P: Hemos leído infinidad de veces “lo dejé todo y me fui a Bali”. Además de masificarse Bali con cientos de personas que no saben qué hacer en su vida, ¿qué ocurre con esta idea? ¿Por qué se ha extendido tanto? 

R: La mayoría de las veces irse a Bali tiene que ver con romper con todo. Y cambiar el entorno puede ser positivo si entiendes para qué lo haces, si no, lo más probable es que vuelvas peor de lo que te fuiste, porque tus problemas y realidades seguirán esperándote a la vuelta. Aunque tu hayas cambiado de continente. En mi libro, además de hablar de historias reales, hago referencia precisamente a una persona que rompió con todo y se fue a Latinoamérica en vez de a Bali. Dos años más tarde, todavía seguía buscando respuestas. Llevaba una mochila cargada de experiencias, culturas y momentos inolvidables, que habían quedado enterrados por todos los fantasmas que esperaban a su vuelta. Y esto es lo que no se cuenta en redes sociales, porque no queda bonito. Bali no es la cura. Puede ser una palanca, un impulso. Pero no es la solución. Si no sabes para qué te vas, lo más probable es que estés simplemente escapando. 

P: ¿Cuáles son los ingredientes para sentirnos bien con nuestro trabajo y tener una relación saludable con él? 

R: Para mí, hay tres factores clave que hacen que tengas una relación saludable con el trabajo. Sentirte libre para elegir. Y esto solo ocurre cuando te dedicas a ser buena en lo que haces. En mi caso, trabajar en mi empleabilidad fue clave para recuperar el control. Sin buscarlo, a mí me llegaban ofertas mientras trabajaba como directora de marketing, y eso me daba tranquilidad. También es verdad, que me lo curré e invertí muchísimo para poder llegar a tener ese perfil que, en cierto modo, me salvó. Conocerte. No solo saber qué quieres, sino entender cómo eres. Cuáles son tus puntos fuertes, cómo puedes destacar, en que puedes marcar la diferencia, cuál es tú entorno ideal, que te estresa, etc. Son tus armas, y son muy poderosas. Usarlas a tu favor lo cambia todo. Y, por último, diseñar el tipo de vida quieres vivir y poner el trabajo a su servicio. Tener una buena relación con tu trabajo implica entender que tu trabajo no es tu vida, es una parte de ella. Cuando tienes claro hacia dónde vas y qué es importante para ti, puedes decidir si el trabajo que tienes encaja o no. Y eso te da calma. 

P: ¿Qué hay detrás de una relación tóxica con nuestro trabajo?

R: Suele haber miedo a soltar, a equivocarse, a perder lo que tienes, incluso aunque ya no te haga bien. Y esos miedos, son el resultado de dos grandes ausencias: falta de conocimiento, es decir, no entender qué te está afectando, por qué te sientes así, qué necesitas o cómo quieres vivir los próximos años. Y falta de confianza, porque cuando estás quemada, crees que el siguiente paso tiene que ser perfecto, definitivo, seguro. Y como nada lo es, te paralizas. Entonces aguantas. Te convences de que ya pasará, de que deberías estar agradecida. Y mientras tanto, vas desapareciendo un poco cada día. Hasta que tú cuerpo ya no puede más. Por eso insisto tanto: no se trata de encontrar la respuesta perfecta, sino de empezar a buscar la que necesitas hoy. Lo importante es que confíes en que, si no sale como esperabas, podrás volver a elegir.

P:¿Cómo podemos aprovechar el verano para descansar de verdad? ¿Crees que es un buen momento? 

R: Grabándote a fuego que el verano no es para decidir, es para disfrutar. No hagas cursos en agosto, no te metas más presión. Vete, desconecta, haz lo que más te gusta, lo que habías olvidado, lo que dejaste de hacer porque el trabajo siempre era más importante. El verano pasado quería lanzar un programa, pero pensé, “no es justo, la gente que está quemada lleva meses esperando este momento de calma, ¿y voy a ser yo quien les meta ahora presión? Este año voy a crear solo un kit de emergencia simplemente para quien quiera dar sus primeros pasos hacia el autoconocimiento. Esto es clave, y siempre lo repito en sesión y también en mi libro: el proceso tiene sus fases, y en la fase de exploración no se decide. Esa presión, es la que hay que soltar en verano. Tienes que ser muy consciente de que, aunque el problema no se irá por ese viaje maravilloso o esas aguas turquesas, como ocurre con Bali, también necesitas un poco de tregua.