Begoña Alday logra culminar 'la carrera más dura del mundo': “Quería abandonar cada minuto, ha sido apocalíptico”

Begoña Alday, la participante más joven de la carrera. Informativos Telecinco
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Vitoria-GasteizEl pasado 21 de febrero, Begoña Alday puso rumbo a Canadá para participar en la Classic 6633 Arctic Ultra, la conocida como ‘la carrera más dura del mundo’, un apelativo que, así de partida, ya deja pocas dudas sobre las condiciones extremas a las que se enfrentan quienes osan formar parte de ella.

Alday se había preparado física y mentalmente para tomar la salida el pasado 26 de febrero, pero la realidad con la que se ha encontrado ha superado con creces sus expectativas: “Ha sido mucho más duro de lo que había imaginado, terriblemente duro, diría que apocalíptico”, confiesa.

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A sus 28 años, la participante más joven de los 17 que han participado en la prueba confiesa que “subestimé al resto de participantes, iban equipados que parecían astronautas”, dice. Deportistas con amplio bagaje en pruebas en condiciones extremas que “alucinaron conmigo cuando les dije que era mi primera vez”.

60 horas en condiciones extremas

Begoña sintió ganas de abandonar “cada minuto” y eso, durante las 60 horas que invirtió en cubrir los 193 kilómetros de la Classic 6633 Arctic Ultra son muchas veces. El frío se convirtió en su peor enemigo ya desde la salida: “Salimos a menos 33 grados”, lo que provocó que “las pestañas se me pegaron entre sí”. Solo la convicción de que “si abandonaba, conociéndome, hubiera tenido que volver a intentarlo y no quería volver más allí”, le hizo seguir adelante.

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Durante buena parte de la carrera, Begoña, que arrastraba un trineo de unos 20 kilos de peso, transitó por el paisaje helado “con los ojos cerrados”, de ahí que, entre risas, admita que, “si me hubiera pasado por delante una manada de alces, ni me hubiera enterado”. No tuvo, pues, que enfrentarse a los temibles alces “que me habían dicho que eran bastante territoriales y se podían poner agresivos”, pero sí vio “preciosos” zorros y, “por la noche, escuché el aullido de los lobos, aunque no llegué a verlos”.

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A medida que transcurría la carrera, el frío era tan intenso que, sumado a la pérdida paulatina de calorías, le llevó a notar que a su cuerpo le empezaba a costar autorregularse y aumentó, aún más si cabe, su sensación de frío, “temblaba todo el rato” y por el camino tuvo que hacer frente a un pequeño ataque de ansiedad que “no me dejaba respirar”.

Por eso, el último día, “hice 19 horas seguidas andando, sin dormir y casi sin comer”, una decisión que Begoña adoptó porque “no quería estar más tiempo en la carrera” y que le llevó a cubrir los 193 kilómetros en solo 60 horas, “me sobraron 13 horas”. De regreso en España, Begoña ya piensa en su próxima aventura: un Ironman en la Antártida en enero de 2026.

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