Irak: por qué la retirada del poderoso clérigo chií Al Sadr ha desatado la violencia en el país

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Manifestante partidario del clérigo chií Muqtada al-Sadr en una protesta en Bagdad (Irak), el 30 de agosto.. Ameer Al-Mohammedawi/picture alliance via Getty Images
  • El anuncio de la retirada de Muqtada al Sadr de la vida política deja dos días de caos en Bagdad

  • El clérigo ha sido incapaz de formar gobierno en su intento de reunir junto a su Movimiento Sadrista, primera fuerza parlamentaria, a partidos suníes y kurdos

  • Los enfrentamientos entre partidarios armados del líder chiita y otros grupos de la misma confesión vinculados a Irán dejan al menos 35 muertos y más de 700 heridos

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RabatAl menos 35 personas murieron entre el lunes y el martes en los enfrentamientos entre grupos de milicianos pertenecientes al movimiento liderado por el poderoso líder y otros grupos chiitas pro iraníes en las calles de Bagdad. Los partidarios del poderoso clérigo y político irrumpieron violentamente en la Zona Verde –el espacio fortificado donde se encuentra el Parlamento, el Palacio Presidencial y las embajadas- de la capital iraquí.

¿Por qué?

Los disturbios han sido la respuesta de los seguidores del Movimiento Sadrista al sorpresivo anuncio del clérigo en la mañana del lunes en redes sociales: Al Sadr, protagonista desde muy joven -durante dos décadas-, de la vida política del país, confirmaba su salida “definitiva” de la vida política iraquí y el cierre de las oficinas de su Movimiento en todo el país.

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Desde hace años, el poderoso clérigo chiita, que emergió como líder de la resistencia armada contra Estados Unidos, dirige una organización política con millones de seguidores en Irak, cuyos pilares son el nacionalismo, el populismo –el Movimiento tiene su base de apoyos en los sectores más pobres de la sociedad- y la oposición tanto a la injerencia de Irán –a pesar de ser chiita, como el islam predominante en el país vecino- como de Occidente. En octubre del año pasado el Movimiento Sadrista fue la fuerza más votada del Parlamento, con un 10% de los votos, y obtuvo 73 escaños en una cámara baja de 329 diputados.

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Solo la intervención del clérigo en la mañana de este martes, pidiendo a los suyos que abandonaran la Zona Verde y depusieran su actitud violenta de manera inmediata, permitió que en la tarde de ayer las cosas volvieran a una cierta normalidad en las calles de Bagdad. Al Sadr se vio obligado a disculparse desde su bastión en la ciudad de Nayaf. Sus partidarios, que asaltaron el Palacio Presidencial, se enfrentaron con el Ejército iraquí y grupos chiitas como las Unidades de Movilización Popular (Hashed al Shaabi), ex paramilitares apoyados por el régimen de los ayatolás iraníes posteriormente integrados en las fuerzas armadas iraquíes.

¿Por qué pretende Al Sadr marcharse ahora?

El anuncio de Al Sadr el lunes llegaba después de semanas de alocuciones y movimientos de presión ejercidos por sus seguidores. Incapaz de formar gobierno con grupos sunitas y kurdos desde su victoria electoral en octubre, en gran parte por el boicot sufrido en el Parlamento por sus rivales chiitas –que cambiaron el reglamento para imponer una mayoría de dos tercios en la elección del primer ministro-, Al Sadr defiende la salida de la Administración de “todos los partidos” para tratar de refundar un sistema político “corrupto”.

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(Según la Constitución de 2005, el primer ministro tiene que ser musulmán chiita, así como el presidente del Parlamento un sunita y el presidente de la República un kurdo, en un modelo de reparto confesional que se asemeja al libanés). 

El clérigo pide además la convocatoria de nuevos comicios con el sueño de poder lograr una mayoría suficiente en solitario para gobernar. El grupo parlamentario sadrista abandonó en bloque la cámara baja a comienzos de junio. Después de semanas de protestas, el 30 de julio pasado sus partidarios, miles de personas, ocuparon el interior del Parlamento iraquí tras otra protesta tres días antes.

Enfrente de los seguidores de Moqtada al Sader se sitúa el denominado Marco de Coordinación: una alianza de partidos chiitas pro iraníes lideradas por las Fuerzas de Movilización Popular –una formación paramilitar con 100.000 combatientes-, que acusaba a finales de julio a Al Sadr de preparar un golpe de Estado tras rechazar a su candidato a primer ministro, Mohamed Shia al Sudani.

El cerebro de la alianza chiita y promotor de Al Sudani es el ex primer ministro Nuri al Maliki, que espera tener otra oportunidad de regresar al poder. El hombre que Washington eligió en 2006 para tratar de enderezar el rumbo caótico de Irak no dejó sino un legado de corrupción y sectarismo tras su paso por la jefatura del Gobierno, que concluyó en 2014. Al Sudani había sido ministro de Derechos Humanos desde 2010 a 2014.

Los especialistas coinciden casi unánimemente en que el anunciado este lunes es sólo un movimiento táctico más de Al Sadr, que no tiene intención de marcharse del todo en ningún caso. Carente de apoyo exterior de relevancia, el sadrismo necesita financiación para seguir manteniendo su maquinaria propagandística y armamentística, así como su red asistencial. Y esta será más difícil fuera del Gobierno. En este sentido, la ola de violencia que ha dejado tras de sí su anuncio ha de interpretarse como un órdago al resto de partidos y al sistema político iraquí. O yo o el caos.

¿Quién es Muqtada al Sadr?

Misterioso y camaleónico, de mirada torva y efigie lúgubre, Muqtada al Sadr ha sido un protagonista indiscutible de la vida política iraquí desde la invasión estadounidense del país pese a no haber desempeñado nunca ningún cargo gubernamental. El líder iraquí nació hace 48 años, en pleno régimen baazista –con Sadam Hussein como vicepresidente- en la ciudad de Nayaf.

Perteneciente a una familia de raigambre teológica, su padre fue el reputado líder religioso Mohammed Sadiq y su suegro, Mohammed Baqir, fue otro destacado clérigo chiita. Ambos fueron asesinados por Sadam Hussein, cuyo régimen estuvo controlado por miembros de la minoría sunita- en 1999. Considerados mártires, sus rostros siguen adornando las calles de las zonas controladas por los sadristas.

Durante los años posteriores a la invasión de Estados Unidos, Al Sadr lideró una poderosa milicia –El Ejército del Mahdi-, que combatió en la insurgencia chiita contra la presencia extranjera en Irak (y estuvo a punto de ser eliminado por las fuerzas estadounidenses). Sus brigadas volvieron a agruparse años después para combatir la violencia de organizaciones radicales sunitas como el Estado Islámico.

Aunque se le denomina habitualmente como ‘clérigo’, lo cierto es que Al Sadr no es un marya, un jurista religioso como sí lo fueron su padre y su suegro. En este sentido, los expertos sugieren que detrás de la decisión de abandonar la vida política hay también razones vinculadas con su liderazgo religioso. Es el caso de la especialista Marsin Alshamary. “Su declaración [del lunes] dejó entrever las tensiones existentes alrededor de su falta de credenciales religiosas y su posición como heredero del legado de la familia Sadr”, escribía en Twitter la investigadora de la Middle East Initiative de la Harvard Kennedy School.

No en vano, el mismo lunes el ayatolá Sayyed Kadhim el Haeri, apoyo tradicional del Movimiento Sadrista, había anunciado su retirada como marya y se había dirigido directamente a Al Sadr para criticar su liderazgo y acusarle de sembrar la división entre los iraquíes. “Todos los creyentes deben obedecer al líder de la revolución islámica de Irán, el gran ayatolá Alí Jamenei”, afirmó El Haeri.

Bloqueo político y fragmentación

Desde el fin de la guerra civil, Irak está sumido en el bloqueo político, la inestabilidad, la violencia sectaria y el desastre económico. En octubre de 2019 el país vivió la irrupción de un movimiento de protesta que exigió en la calle, sin el apoyo de ningún partido y superando las líneas sectarias, la “caída del régimen”, además del fin de la corrupción, de la tutela iraní y la mejora de las condiciones de vida de los ciudadanos.

Tras semanas de protestas –que dejaron varios centenares de muertos y forzaron la renuncia del primer ministro Adel Abdel-Mehdi-, las autoridades iraquíes convocaban elecciones, que sólo acabaron celebrándose el 10 de octubre de 2021. El propio Movimiento Sadrista había llamado en julio del año pasado al boicot de los comicios alegando la corrupción y el fraude electoral intrínsecos al sistema.

¿Y ahora, qué?

La crisis de esta semana en Irak –en peor estallido de violencia en Bagdad en varios años- concluía, por el momento, con la llamada de Al Sadr este martes a sus seguidores a abandonar la Zona Verde. En la tarde del martes el presidente iraquí, el kurdo Barham Saleh, abogaba, por su parte, por la celebración de nuevas elecciones legislativas como “salida a la grave crisis”.

Quizás sólo la celebración de comicios aplacará el ímpetu y la indignación de los sadristas, pero dudan de que este hecho por sí solo sirva para desbloquear la polarización y fragmentación de la vida política iraquí. Además de la violencia, los iraquíes padecen diariamente el desempleo y la pobreza, la práctica desaparición de numerosos servicios públicos y las consecuencias de una infraestructura en ruinas a pesar de ser uno de los países con mayores reservas de petróleo del planeta.

A juicio del especialista David Schenker, “las tensiones entre los chiitas iraquíes aumentan”. “Al margen de cómo se resuelve el impasse, Irán emergerá probablemente con una posición reforzada en Bagdad, impidiendo el deseo de los electores iraquíes que mayoritariamente votaron por el cambio en octubre”, afirmaba recientemente el investigador del Washington Instititute for Near East Policy.

A pesar de la calma tensa que se vive en Bagdad en las últimas horas, los expertos coinciden en que la situación puede escalar en las próximas semanas. El actual escenario, con una clase política sectaria incapaz de ceder para lograr algún avance colectivo, deja el terreno abonado para que Irán aumente su influencia en Irak. El riesgo de una vuelta a la guerra, en un país que apenas hace cinco años salía de la última confrontación civil, planea nuevamente sobre el malhadado Irak.