Las claves del poderoso anfitrión del Mundial: ¿Qué es Catar?

  • El emirato, con sus 2,9 millones de habitantes, es el primer exportador de gas licuado y cuenta con las terceras reservas de gas natural del planeta

  • Catar, que se convirtió en Estado independiente en 1971, es una monarquía absoluta en cuya cúspide se sitúa el emir Tamim bin Hamad Al Thani

Nunca como en esta edición de 2022 un Campeonato Mundial de fútbol de la FIFA dio tanto que hablar por aspectos extradeportivos como el que comenzará el domingo en Catar, un poderosísimo y diminuto Estado árabe con 51 años de existencia recién cumplidos famoso por sus reservas de gas, el skyline de su capital, Doha, y la cadena por satélite Al Jazeera.

Si las autoridades del que será el país más pequeño de la historia en albergar una Copa del Mundo de fútbol –lo cual favorecerá las cosas a los aficionados, que tendrán todas las sedes de los distintos grupos muy cerca- pretendían hacer del evento un elemento de soft power con el que avanzar en el reconocimiento del régimen, parecen, a tenor del incesante debate, que no lo han conseguido del todo. A diferencia de otros grandes acontecimientos o patrocinios deportivos llevados ya a cabo por el emirato del Golfo, el Mundial 2022 ha servido para poner en el centro del debate la cuestión de los derechos humanos. ¿Justicia, oportunismo o cinismo?

Antes de otras cuestiones de orden moral pasemos a arrojar algo de luz sobre qué y cómo es Catar. Geográficamente el emirato es un pequeño apéndice de la península arábiga con apenas un poco más de 11.500 kilómetros cuadrados de superficie –más pequeño que la provincia de Lérida-, una densidad de 255 habitantes por kilómetro cuadrado y, en fin, una población de 2,9 millones de personas, de los cuales apenas 300.000 son población autóctona, beneficiaria de la mayor parte de la riqueza; el resto, más del 80%, es foránea (principalmente indios, nepalíes, bangladesíes o filipinos).

Protectorado británico desde 1916 –tras la desmembración del Imperio otomano-, Catar proclamaría su independencia en 1971 en un momento en que las naciones vecinas y hermanas, como Dubái, Bahréin o Abu Dabi, hacían lo propio en pleno boom de los hidrocarburos en una zona dominada por confederaciones de tribus hasta entonces -y, por tanto, carente de fronteras claramente definidas.

Políticamente, el país es una monarquía absoluta en cuya cúspide se encuentra el emir, en este caso, desde 2013 –tras la abdicación de su padre-, Tamim bin Hamad Al Thani. Nacido en 1980, el jefe del Estado catarí se graduó en la prestigiosa Real Academia Militar de Sandhurst, en el Reino Unido. Los partidos políticos y los sindicatos se encuentran prohibidos. Existe un Consejo Consultivo con teóricas atribuciones legislativas y ejecutivas. Con todo, el país cuenta desde 2003 con una Constitución que reconoce formalmente libertades de expresión, asociación y culto.

En términos religiosos, Catar se adscribe al wahabismo, una de las corrientes más rigoristas del islam suní. La sharía es la fuente de legislación, aunque la aplicación es menos estricta que en Arabia Saudí. Por ejemplo, los aficionados del Mundial y población extranjera en general residente en el emirato tienen en Catar la posibilidad de consumir alcohol en establecimientos hoteleros con normalidad, cosa que no ocurre en el país vecino y rival, donde es mucho más difícil.

Petróleo y gas

El nacimiento y esplendor catarí no puede desvincularse del hallazgo sucesivo, desde la década de los 30 del siglo pasado, de abundantes reservas de gas y petróleo, capitalizadas desde entonces por la familia Al Thani. Una riqueza utilizada durante décadas por el Estado –a través fundamentalmente del instrumento de la Qatar Investment Authority, noveno fondo soberano del mundo- de manera inteligente en lucrativas inversiones que le han permitido forjar vínculos estables con países y organizaciones de todo el mundo.

En Catar no hay impuesto sobre la renta, ni de sucesiones ni de donaciones. Se prevé la introducción del IVA. “Qatar se sitúa entre los países del mundo con mayor facilidad para establecer negocios y con menor presión fiscal para las empresas localizadas en su territorio”, explica el ICEX en su directorio dedicado al país del Golfo. 

Primer exportador de gas licuado del mundo

Catar cuenta con las terceras reservas probadas de gas natural del mundo: 23.871 kilómetros cúbicos, según datos de la EIA estadounidense de 2021. El 15% de las existentes. El yacimiento North Field tiene una superficie superior a los 6.000 kilómetros cuadrados, más de la mitad de la del país. Además, Catar dispone de las decimoterceras reservas planetarias de petróleo, con más de 25.244 millones de barriles de crudo.

Las ventas de hidrocarburos, principalmente el gas, supusieron el 50% del PNB y un 85% de las exportaciones en 2020, según datos recogidos por Ignacio Álvarez-Ossorio e Ignacio Gutiérrez de Terán en su reciente ensayo Qatar. La perla del Golfo.

Los enormes rentas acumuladas gracias a las exportaciones de hidrocarburos han permitido forjar, por una parte, un Estado rentista –en el que, a pesar de la falta de libertades, no hay grandes conflictos sociales domésticos: la renta media de sus habitantes superó en 2021 los 51.000 euros- y, por otra, una activa y vigorosa diplomacia que ha convertido a este minúsculo país en uno de los más influyentes del mundo.

“Las señas de identidad de la acción exterior qatarí son la mediación en los conflictos regionales, el establecimiento del canal de televisión Al Jazeera, la promoción de la cultura, la educación y las ciencias por parte del Qatar Foundation o la realización de grandes eventos deportivos como el Mundial de 2022, todo ello con el objeto de aumentar su peso específico y diferenciarse de sus vecinos”, escriben los citados autores de Qatar. La perla del Golfo.

Al menos 220.000 millones de dólares según las estimaciones más conservadoras y hasta 300.000 millones de dólares se atrevía recientemente a sugerir el semanario británico The Economist han sido invertidos en la rutilante infraestructura del próximo campeonato futbolero, convertido en un elemento más de soft power qatarí.

El país de Al Jazeera

Sin duda el elemento de la diplomacia catarí más conocido en el resto del planeta es la cadena por satélite –ya convertido en un grupo multimedia y multilingüe- Al Jazeera (siendo las otras grandes marcas cataríes la Qatar Foundation, la fundación para la educación y la ciencia, o la aerolínea Qatar Airways).

Estandarte de una supuesta visión específicamente árabe y alternativa del mundo desde 1996, la cadena, con sus cadenas en árabe e inglés a la cabeza, alcanzó el cénit de protagonismo internacional durante la Primavera Árabe, el conjunto de revueltas y revoluciones –hoy fallidas- de las que la cadena catarí fue activa promotora en sus coberturas (el despliegue informativo fue compatible con el silencio estricto sobre la falta de libertades y derechos en el interior de Qatar). 

Fue precisamente la línea favorable a los grupos políticos islamistas y a las revueltas populares en el contexto de la citada Primavera Árabe uno de los motivos –junto a las acusaciones de que Doha financiaba organizaciones yihadistas- que empujó en 2017 a las vecinas monarquías del Golfo –Arabia Saudí, Emiratos y Bahréin, acompañadas de Egipto- a decretar el bloqueo diplomático y económico contra Catar.

Ha demostrado el pequeño régimen autocrático de los Al Thani resiliencia y flexibilidad, y apenas cuatro años después salía airoso del bloqueo de sus vecinos al hacer las paces con el resto de países del Consejo de Cooperación del Golfo en enero de 2021.

Es Catar un estrecho socio de Estados Unidos, que tiene en la base aérea de Al Udeid su mayor infraestructura militar en Oriente Medio –la monarquía fue nombrada por Washington aliado principal no miembro de la OTAN-, al tiempo que mantiene excelentes relaciones con China, la teocracia iraní y de la Turquía de Erdogan.

Asimismo Catar ha sido desde su fundación un patrocinador decidido de las ideas y las organizaciones islamistas, empezando por la Hermandad Musulmana, la más antigua del mundo arabo-musulmán. Durante años el régimen catarí ha sido acusado de haber financiado al yihadista Estado Islámico, algo que las autoridades del emirato siempre han negado.

El pequeño gigante opulento y sin democracia

La falta de libertades y desprecio de los derechos humanos en el emirato son hoy uno de los temas más escrutados del momento en medios, universidades y redes sociales y medios de comunicación. Según el diario británico The Guardian ya en febrero de 2021, al menos 6.500 obreros perdieron la vida en las obras de construcción de las modernísimas infraestructuras del Mundial 2022.

“En Catar los trabajadores no tienen derecho a huelga ni a afiliación sindical y se exige una sumisión absoluta al patrón por parte de los trabajadores migrantes”, escribe el periodista Fonsi Loaiza en su reciente ensayo Qatar. Sangre, dinero y fútbol. Organizaciones como Aministía Internacional han denunciado los abusos contra los trabajadores extranjeros como impagos de salarios, tasas de contratación desorbitadas, impago de salarios y hasta la muerte.

Además de las condiciones laborales practicadas con la población foránea en los últimos meses se ha repetido también una y otra vez una realidad que no debe sorprender a nadie habida cuenta que Catar es un Estado adscrito al islam wahabita: la homosexualidad no es bienvenida. El código penal castiga la homosexualidad entre hombres en público con penas no inferiores a un año de cárcel.

Con todo, la celebración del Mundial ha obligado a las autoridades cataríes a llevar a cabo reformas, como la de la kafala –el sistema de patronazgo de ciudadanos o empresas locales a los migrantes que permite legalizar su situación- que permitirá que una parte importante de los trabajadores migrantes puedan cambiar de trabajo o salir del país sin el permiso de los empleadores. El balón está a punto de echar a rodar, lo que a buen seguro colocará pronto en un segundo plano el debate –necesario y cínico a partes iguales- sobre los derechos humanos y la naturaleza política del controvertido y opulento estado del golfo Pérsico.

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