El sueño marroquí no tiene límites

El sueño de Marruecos no tiene límites. No hay techo para esta selección. Lo que fue la alegría por la meritoria etapa de grupos de la fase final del Mundial de Qatar se ha convertido en la gran hazaña del campeonato.

Los ‘leones del Atlas’, la selección del país más humilde y sufrido, el equipo denostadamente calificado de multinacional, la selección de allá y de aquí, la de Achraf Hakimi y el abrazo de su madre en la grada, la del gigante portero Bono, la del excelso En-Nesyri, la de los millones de marroquíes de Europa, la del Magreb entero, de Marruecos a Libia, y el mundo árabe en su conjunto, la africana, está en semifinales. Ha dejado atrás por méritos propios este sábado de gloria al combinado portugués, que se ha estrellado una y otra vez contra el muro de los jugadores marroquíes. Historia. Alegría.

Como es un guion inédito, no sabemos lo que puede seguir escribiéndose en lo que queda de Mundial, como tampoco, sin adelantarnos aún al miércoles, en esta noche de sábado de diciembre que se antoja infinita. La lluvia, que falta hacía en Marruecos -y sigue haciéndolo- no ha dejado de caer en toda la semana pero se ha apiadado de la tarde, y los cielos de Rabat celebran despejados también la gloria del equipo nacional.

El centro de Rabat, como el de Marrakech, como los de Tánger, Fez, Uchda, Dajla, Tetuán o Casablanca, es una marea humana que canta y baila como nunca antes. No, no es que los marroquíes salgan al centro a celebrar, es que toman todo, la calle es toda suya. Los drones nos han regalado estos días estampas para la historia en todos estos lugares del Marruecos árabe, montañés, majzeniano, bereber, rifeño, costero, saharaui. Cinco partidos de fútbol que han hecho más por la unidad del país que sesenta años de independencia. 

Sin rencores ni violencia; no ha habido rastro en estas tierras de los episodios de vandalismo que se han registrado en ciudades de destino de la emigración magrebí en Bélgica, Francia o los Países Bajos. Hace apenas cuatro días el rey de Marruecos, Mohamed VI, sorprendía a todos echándose a las calles del centro de Rabat enfundado en una camiseta roja del combinado marroquí, para sorpresa y regocijo de los vecinos. ¿Volverá a sorprender esta noche?

“Esta noche se ha hecho historia. Y este no es el final del sueño. Nuestros sueños no han hecho más que comenzar. Ya no somos el equipo desvalido y sin posibilidades. Hemos demostrado que somos una nación futbolística y que merecemos ganar la Copa del Mundo de fútbol como cualquier otra selección. Lo imposible no es para Marruecos y estamos ya en semifinales”, afirma con orgullo el director del digital marroquí Morocco World News Adnane Bennis. “Con la misma disciplina, paciencia, resiliencia y fe en nosotros mismos el equipo marroquí puede ahora vencer a cualquier otro este año. Hemos alcanzado la madurez futbolística: ahora tenemos capacidad para ganar y no solo para pasarlo bien. Representamos a las naciones africanas y árabes. Estamos preparados para hacer historia”, concluye el periodista marroquí desde el centro de Rabat.

“Vamos a ganar este Mundial”, se atreve Fouad, un joven rabatí, a precedir a este medio. No hay límites ya para este equipo, que ha dejado atrás ya en la fase eliminatoria a los dos vecinos ibéricos, y, a priori potencias superiores en lo futbolístico, España y Portugal. Curiosamente Marruecos ha venido batiendo, paradojas futboleras, a los equipos nacionales de los países que acogen a más emigrantes de este país, como Canadá, Bélgica o España, poniendo a muchos hijos de las dos orillas ante la dificultad de elegir mamá o papá. “Estoy muy muy feliz, es una clasificación histórica. Estoy orgullosa de este equipo y de su entrenador. Necesitábamos esta victoria y esta alegría. En estos momentos todo es ya posible”, declara a NIUS la periodista deportiva Souad el Kamari, que ha disfrutado de esta tarde histórica en Fez.

Los españoles también celebran

Superado el mal trago de la eliminación de la Roja el martes pasado, los españoles residentes en Rabat, que no son pocos, celebran esta noche la victoria de Marruecos como los demás. De manera sincera y sentida. “Todo África estaba con Marruecos, y desde luego los españoles, por los menos la mayoría de ellos, también”, afirma Alberto Hernández, un profesor del Instituto Cervantes de Marruecos de Rabat residente en la vecina ciudad de Kenitra. Como él no han escaseado los españoles que han seguido el choque entre Marruecos y Portugal de este sábado, y mayoritariamente iban con los magrebíes, en cafeterías y bares de la ciudad.

Omar, que no es español pero se expresa en un dignísimo castellano, apunta a NIUS las claves de esta alegría: “Estoy procesándolo aún, no me lo creo. Los marroquíes lo necesitaban. El pueblo de Marruecos necesitaba un momento así. Por esto se ama tanto el fútbol aquí. Por su capacidad de dar alegrías así a la gente”.

La fiesta continuará, al menos, cuatro días más. Desde luego la del sábado no ha hecho más que comenzar. Croacia, Francia. Qué más da. Suenan en los bares canciones populares y árabes, también 

latinas. El rojo y verde de los colores de Marruecos se reivindica en camisetas y rostros. Salpica también la fiesta el rojo y negro y verde de las banderas palestinas. “Hay una cosa que me gusta del fútbol en Marruecos y es que en los estadios se dicen y reivindican otras cosas que no se atreven luego los marroquíes en la calle a pedir”, admite un periodista de nuestro país a este medio.

En el fondo creemos que el pueblo marroquí espera que esta efímera gloria deportiva sirva para mejorar las cosas, y mejorar las cosas quiere decir que su día a día en el invierno que viene, en la primavera que florecerá después, sea mejor que el duro e incierto presente. Porque los problemas de este país persistirán mañana domingo y el miércoles si incluso los ‘leones’ logran la locura del pase a la final. Ya nadie se atreve a ponerle límites a este combinado de valientes en la extraña y sorprendente Copa del Mundo de fútbol de Qatar. El Magreb, África, el mundo árabe, sean lo que sean estas zonas olvidadas del planeta, aguardan impacientes el pitido del árbitro el miércoles.