Sadiq Khan, el alcalde pro mascarillas y anti Brexit ¿podrá combatir la violencia en Londres?

  • El laborista ha lanzado su campaña para ser reelegido el próximo 6 de mayo

  • Este político musulmán, que no ha dudado en enfrentarse a Donald Trump o a Boris Johnson, es el favorito en las encuestas

  • Promete más inversión para reducir los delitos con arma blanca y evitar que los jóvenes acaben en pandillas u organizaciones criminales por falta de oportunidades

La cuenta atrás para las elecciones a la alcaldía de Londres el próximo 6 de mayo ya ha empezado y, de momento, ninguno de los candidatos hace sombra a su actual líder, Sadiq Khan. En 2016 generó muchos titulares por convertirse en el primer alcalde musulmán de una capital europea. Ahora, casi cinco años después, una encuesta le da 21 puntos de ventaja respecto a su principal rival, el conservador Shaun Bailey.

En la presentación de su campaña el laborista ha incidido en que su prioridad es la recuperación económica y la creación de empleo, pero la creciente preocupación por la violencia en algunos barrios de la ciudad ha llevado a sus críticos a cuestionar que sea capaz de luchar contra el crimen.

Khan no puede ser más diferente a su antecesor, el actual Primer Ministro Boris Johnson, que ejerció ese rol durante ocho años. Dos alcaldes contrapuestos en muchos aspectos. Empezando por su lugar de nacimiento: Johnson ni siquiera nació en el Reino Unido, sino en Nueva York, y estudió en colegios privados.

Una infancia sin privilegios

Sadiq Khan nació en Londres en 1970 poco después de que sus padres llegasen procedentes de Pakistán. Fue el quinto de ocho hermanos y creció en una vivienda de tres habitaciones del sur de Londres, donde compartió litera con uno de ellos hasta que se fue de casa pasados los 20 años. Su mejor carta de presentación durante la pasada campaña fue que es hijo de un conductor de autobuses.

Estudió en uno de los colegios del barrio, un centro en el que, según cuentan, "o eras un machito o eras carismático. Si no, no sobrevivías". Precisamente al frente de esa escuela estaba Naz Bokhari, el primer musulmán que dirigía un colegio de secundaria en el Reino Unido, y al que Khan responsabiliza de su éxito porque "le hizo darse cuenta de que el color de tu piel o tus orígenes no son una barrera para hacer algo con tu vida".

Iba para dentista pero uno de sus profesores le convenció para estudiar Derecho "porque siempre estaba discutiendo". Y de hecho a los 15 años se afilió al Partido Laborista. Todavía faltaba mucho para que acabase como concejal de su barrio, diputado en el Parlamento de Westminster a partir de 2005 y después, además, miembro del Gobierno de Gordon Brown.

Hombre de batallas

Sadiq Khan, que está casado y tiene dos hijas, no tiene miedo a las disputas. Lo demostró primero cuando trabajó como abogado de Derechos Humanos y le tocó defender casos que le enfrentaron a la Policía; más adelante, como político, en su propio partido o fuera, Boris Johnson incluido.

Con quien menos se ha mordido la lengua es con el Presidente de Estados Unidos, Donald Trump, al que ha comparado con “un niño de 11 años”. No dudó en pedir al Gobierno británico que cancelara la visita de Estado de 2018. Y este ha vertido críticas muy duras vía Twitter contra él: desde que "ha hecho un mal trabajo en cuanto a terrorismo y crimen, todas las cosas horribles que pasan allí (Londres)", a que es un "desastre" como alcalde o que estaba "destruyendo la ciudad".

Otra de sus batallas recientes, aunque muy diferente a las anteriores, tiene que ver con la pandemia. Es el político que más campaña ha hecho en el Reino Unido en favor del uso de la mascarilla desde el año pasado, incluso antes de que su uso fuese obligatorio en las tiendas. Ha utilizado su cuenta de Twitter y sus entrevistas en televisión para recomendar su uso en la calle, algo que el Ejecutivo de Johnson no ve necesario.

Sus puntos fuertes

Uno de los atractivos de Khan es su clara posición anti Brexit en una ciudad que votó mayoritariamente en contra de la salida del Reino Unido de la Unión Europea. De hecho, hizo campaña por un segundo referéndum.

Pocos políticos se han identificado tanto con Londres como él. Tras los atentados terroristas del 7 J en 2005, en los que murieron 52 personas en el metro y en un autobús y más de 700 personas resultaron heridas, no dudó en alzar su voz para alabar "la valentía de los londinenses de todas las religiones, razas y nacionalidades". Con ese mensaje quiso dejar claro que se sentía "muy cómodo siendo británico, musulmán y londinense".

¿Duro contra el crimen?

La seguridad de esta urbe de más de 9 millones de habitantes es uno de los puntos débiles de su campaña. "Las causas subyacentes de la violencia son complejas y tienen raíces profundas, tienen que ver con la pobreza y la falta de oportunidades, que han empeorado por culpa de una década de recortes a la Policía, a los clubes juveniles y a los servicios comunitarios por parte del Gobierno central", critica Khan.

El actual alcalde ha prometido 35 millones de euros más para la Policía y 9 para acciones en las zonas más conflictivas de distritos como Haringey, Brent, Hackney, Lambeth, Southwark, Tower Hamlets, Croydon y Newham. El dinero, a través de la llamada Unidad para la Reducción de la Violencia, financiará proyectos en estas comunidades para dar oportunidades a jóvenes que sienten que no tienen futuro y acaban en pandillas u organizaciones criminales.

El candidato conservador, Shaun Bailey, cuya promesa contempla contratar a 4.000 trabajadores sociales para jóvenes y abrir un centro juvenil en cada barrio, acusa a Khan de no hacer lo suficiente para acabar con los delitos con armas blancas. Las alarmas por el aumento de asesinatos con navajas o cuchillos -muchas de sus víctimas son adolescentes- saltaron en 2008 y, desde entonces, no parece haberse encontrado una fórmula mágica para solucionarlo.

Y algunos familiares de fallecidos, como la madre de Sven Badzak, de 22 años, asesinado recientemente de varias puñaladas en el noroeste de la ciudad, piden que se refuerce la política de 'stop and search (parar y cachear), que ha sido muy polémica desde hace años y ha llevado a que se acuse en ocasiones a la Policía de racista por tender a registrar con más frecuencia a personas de minorías étnicas.