Bollmann, biógrafo de Angela Merkel: “Se ha convertido en una figura simbólica de lo que es una sociedad abierta”

  • El periodista y autor Ralph Bollmann presenta a NIUS sus conclusiones sobre Angela Merkel, a quien ha dedicado su último libro, una biografía de 800 páginas.

Seis de los dieciséis años que Angela Merkel ha estado en el poder, Ralph Bollmann los ha pasado escribiendo sobre Ángela Merkel. No es que este periodista del dominical conservador Frankfurter Allgemeine Sonntag se haya especializado en la crónica política – Bollmann sigue sobre todo la actualidad económica –, es que Bollmann ha encontrado en Merkel todo un importante objeto de estudio.

A la canciller saliente le ha dedicado Bollmann dos libros. El último es una monumental biografía de 800 páginas que seguramente figure como el hasta ahora más detallado relato de la vida y dilatada obra política de la que ha sido canciller alemana hasta ser apodada Mutti – o “mami” – de Alemania.

Angela Merkel: Die Kanzlerin und Ihre Zeit (Ed.C.H.Beck, 2021) o “Angela Merkel: la canciller y su tiempo” se titula el libro de Bollmann. En 2013, Bollmann publicaba otro libro sobre la canciller titulado Die Deutsche. Angela Merkel und Wir (Ed. Klett-Cotta, 2013) o “Los Alemanes. Angela Merkel y nosotros”. Por todo ello, Bollmann figura como una de las mejores personas que pueden explicar la relevancia de una canciller en la que se llegó a ver a la “lideresa del Occidente liberal”.

“Con la elección de Donald Trump en 2016, se le llamó 'lideresa del Occidente liberal'. Pero yo creo que eso es exagerado para un país como Alemania, que no es Estados Unidos en términos de poder internacional”, reconoce Bollmann en esta entrevista con NIUS.

Merkel siempre ha sido consciente de que los alemanes, entre otras cosas, son reacios a que su país ocupe la primera línea en la política internacional. “Si uno pregunta a los alemanes sobre el papel de Alemania en la política exterior, la gran mayoría dice que prefiere ver a su país manteniéndose al margen”, señala Bollmann. Esto ayuda a entender cómo Merkel ha sido durante algo más de tres lustros una jefa del Gobierno más bien contenida, tanto a nivel nacional como internacional.

Su carácter paciente, que Bollmann señala como esencial en la personalidad de Merkel, explica en buena medida la “pasividad” que, especialmente durante la crisis del euro, se reprochó a la canciller. Económicamente liberal aunque siempre acomodándose a un pueblo reticente al cambio y adicto a la estabilidad, Merkel no ha dejado tras de sí grandes reformas.

A nivel social, sin embargo, hay un legado del que Bollmann da cuenta en esta entrevista. No es casualidad que él vea proximidad de Merkel con Los Verdes en áreas como la “inmigración” y con los socialdemócratas en términos de gestión. “El predecesor de Merkel que más se le parece en términos de carácter pragmático es un socialdemócrata: Helmut Schmidt”, apunta Bollmann.

P: ¿Tras años de Angela Merkel en el poder, piensa usted que el público en general, en Alemania y fuera de Alemania, conoce de verdad a esta mujer?

Pienso que sí. Hay muchas menos cosas que se desconocen de ella que lo que piensa la mayoría. A mí, por ejemplo, cuando estuve trabajando en el libro, me sorprendió ver cuantísimo ella había expresado sobre sus posiciones y decisiones a través de sus propias intervenciones en el Bundestag. Es una persona que ha separado bien su vida privada de su vida pública.

Y esto es algo inteligente de su parte porque a los políticos que no hacen esto, los que exponen mucho su vida privada, al final, les suele salir mal. Merkel, por su parte, siempre muestra una imagen suya muy controlada en público. Incluso cuando ella no está justo delante de las cámaras, algo que también puede presentar inconvenientes como se ha visto con Armin Laschet en la campaña, con aquellas carcajadas cuando no correspondían en las zonas inundadas del oeste alemán.

La de Merkel es una paciencia que exige tener nervios de acero.

P: Un aspecto de Angela Merkel que se conoce poco de ella es que es, más bien, una persona divertida, llena de humor y, también porque es inteligente, es capaz de hacer reír a sus interlocutores si ella quiere.

Sí, se dice que puede imitar muy bien a otros políticos. Por ejemplo, es muy buena imitando a Donald Trump.

P: Usted señala que, más que el humor, lo que caracteriza a Merkel es su paciencia. Precisamente la paciencia es algo que va a contracorriente del tiempo que vivimos, donde todo ocurre muy rápido. ¿No hay ahí una contradicción entre el mundo que va a una velocidad, en el que reina la impaciencia, y una Merkel tan paciente?

Exacto, la de Merkel es una paciencia que exige tener nervios de acero. Y precisamente de este aspecto ella se ha aprovechado mucho, porque otros políticos suyos, por ejemplo, rivales políticos, eran impacientes o pensaban que tenían que ceder a la impaciencia del debate público. Con esa paciencia, Merkel siempre ha podido plantar cara a esos rivales y no hacer la política que en el momento parece que está bien, sino cuando ella considera que está bien y que funcionará en medio año, o uno o dos años. Por ejemplo, en la crisis del euro, en el debate público se decía eso de que se podría haber dejado salir a los griegos del euro, pero como eso podía amenazar a la existencia del largo plazo a los ahorradores alemanes, aquella decisión no habría sido popular y ella no apostó por eso.

Ideas como la importancia del trabajo o ver el endeudarse como algo inmoral son cosas que están ancladas en ella.

O en la crisis de los refugiados, entre septiembre de 2015 y hasta la primavera de 2016, hasta que se llega al acuerdo con Turquía, también pasó un tiempo que demuestra que ella aguanta con paciencia la situación. En la pandemia, sin embargo, esta forma de actuar no ha funcionado porque es una crisis en la que la vida de la gente, en el día a día, se veía afectada. En esta crisis la paciencia de la gente terminó por agotarse. Y la gestión de Merkel, basada en mantener las expectativas bajas para no decepcionar, al final, terminó por ofrecer insuficientes perspectivas a la población.

P: Pero esa paciencia también se ha visto, sobre todo en el extranjero, no como paciencia, sino como falta de voluntad a la hora de actuar.

Es que es un modo de actuar que también genera problemas. Porque hay inconvenientes cuando se actúa así. Ella siempre ha esperado en la toma de decisiones hasta tener una visión de la situación y un camino para solucionar esa situación a la que se enfrenta, ya sea la crisis del euro, el conflicto en Ucrania o la pandemia. En todos esos casos, siempre hay un momento en el que Merkel parecía desorientada porque no decía nada.

Otros políticos, en casos así, prefieren actuar o decir cosas que son difíciles de mantener luego. Merkel no, ella ha preferido siempre esperar hasta que tiene las cosas claras. La desventaja de esto es que, en el caso de la crisis del euro, por ejemplo, posiblemente habría sido más barato para Europa si ella se hubiera decidido antes sobre la operación de salvamento económico para Grecia. Ha habido cosas en las que sí, ha podido dar la impresión que las dejaba desatendidas. Pero ese modo paciente de actuar le ha hecho, al final, estar tanto tiempo en el poder, aunque también ofrezca desventajas.

Merkel también ha dejado una marca muy importante. Olaf Scholz ha buscado que la gente vea una copia de Merkel en él.

P: ¿Cómo ha cambiado el poder a Angela Merkel? Llegó al poder con una agenda de reformas y, al final, no hubo grandes reformas bajo su mandato. Se dice que optó por una política de “pequeños pasos”...

Merkel empezó como una reformadora. Tenia una idea de qué hacer con el país, un programa con el que hacer el país más liberal, más abierto y más dinámico. Económicamente, en 2005, año en que casi pierde las elecciones generales, vio que esas reformas no terminaban de ser bien recibidas en la población. Y por eso optó por una política más contenida. Desde un punto de vista social, de lo más importante que ha hecho lo ha hecho en la política de familia.

Merkel puso a Ursula von der Leyen en el Ministerio de Familia para hacer reformas como las ayudas económicas a los padres o el derecho a tener una plaza de guardería. Antes de Merkel, Alemania era uno de los países europeos con menos participación de mujeres en el mercado de trabajo y eso ha cambiado. En esto, Merkel sí ha movido a su país. Pero en el ejercicio del poder, ella no está interesada realmente en brillar superficialmente en la escena política y esto es algo que le ha ayudado.

P: ¿Comparte usted esa idea sobre Merkel según la cual lo que ella prefiere es la política exterior?

Lo que ha pasado es que como ha sido tantos años canciller, el foco de la política interior se ha ido poniendo en la exterior. Ésto, sobre todo después de la crisis de los refugiados, lo ha promovido la propia evolución internacional. Con la elección de Donald Trump en 2016, se le llamó “lideresa del Occidente liberal”. Pero yo creo que eso es exagerado para un país como Alemania, que no es Estados Unidos en términos de poder internacional. Yo lo que he notado es que el interés internacional en ella es muy grande. El 80% de las entrevistas que me piden son medios extranjeros. Pero en política nacional, Merkel también ha dejado una marca muy importante. Algo que se ve en cómo el candidato socialdemócrata Olaf Scholz ha buscado que la gente encuentre en él una copia de Merkel.

P: Con tanto interés internacional en ella, ¿Ha pasado a ser Merkel una figura de cultura popular internacional, algo así como Mickey Mouse en Estados Unidos?

Es una pregunta difícil de responder para un biógrafo alemán. Lo que está claro es que Merkel se ha convertido en una figura simbólica de lo que es una sociedad abierta, de la democracias y las instituciones democráticas, del valor de los compromisos políticos, la cooperación y el multilateralismo. Son cosas que generan muchas expectativas y difíciles de satisfacer para un solo político.

Merkel dijo relativamente temprano estaba a favor de mantener la integridad de la zona euro. A ella le enfadó mucho que sus palabras nunca fueran tenidas en cuenta.

P: Tanto en Alemania como fuera, a Merkel se la ve como alguien que encarna la estabilidad. Precisamente en dieciséis años en el poder en los que hubo multitud de crisis.

La estabilidad es el aspecto más importante de su etapa como canciller. Porque desde 2008 ha habido muchas crisis y Merkel fue la persona que ha estado gestionando las crisis. Y ha logrado mantener Alemania, y en cierta medida Europa, estable. En Alemania esto es especialmente importante, porque después del siglo XX de nuestra historia, hay una gran necesidad de estabilidad y seguridad. Pero en Merkel también es interesante cómo ella ha visto siempre de un modo crítico esa falta de voluntad de los alemanes, y del resto de europeos occidentales, para cambiar. Y a ella siempre se le votó en Alemania porque en ella vieron una garantía de que nada cambiaría. Esta es una gran paradoja de los años de Merkel en el poder.

P: ¿Pero se ven los alemanes en Angela Merkel? De los alemanes se dice que son gente muy cuidadosa o desconfiada, cuando alguien mira aspectos del carácter nacional de un modo crítico.

Con los alemanes, Angela Merkel ha tenido una relación asimétrica. Ella se mantiene a distancia de las características típicas de la mayoría de los alemanes. Y, al contrario, los alemanes ven en Merkel esas cosas del carácter alemán. Aunque creo que se percibe como típicamente alemán en el extranjero..

P: ¿Estaba preparada Merkel para liderar tal y como le exigieron sus años en el poder?

Especialmente durante la crisis del euro, Alemania se encontró en una posición de liderazgo que los alemanes no querían. Si uno pregunta a los alemanes sobre el papel de Alemania en la política exterior, la gran mayoría dice que prefiere ver a su país manteniéndose al margen. Ante esto, ha ayudado la manera de Merkel de hacer política de manera contenida.

Merkel es, económicamente, una liberal. No lo es de un modo ideológico, sino desde una perspectiva protestante.

P: En su libro, usted utiliza los discursos de Merkel como una fuente importante de su trabajo. Pero siempre se ha dicho que sus discursos estaban faltos de grandes ideas o visiones políticas. Incluso se ha dicho que Berlín dependía en Europa de las propuestas que llegaban de París. ¿Qué piensa usted?

En la crisis del euro, al principio, claro, ella confiaba en la racionalidad de los mercados. Pero esa visión no funcionó. Ahora bien, luego se decidió de forma clara por mantener unida la zona euro. Y también dijo, relativamente temprano en el Bundestag, que ella no iba aventurarse en experimentos. Lo que quería decir que estaba a favor de mantener la integridad de la zona euro. También dijo muy pronto que iba a acatar las decisiones del Banco Central Europea.

Y eso fue tres meses antes de que Mario Draghi dijera aquello de hacer “todo lo que sea posible” para salvar el euro, que al final fue lo que hizo superar la crisis. Merkel aceptó la decisión de Draghi. Sobre la política alemana en la crisis se habló durante meses, pero Merkel había mostrado su postura claramente muy temprano. A ella le enfadó mucho que sus palabras, las que dijo desde temprano, nunca fueran tenidas en cuenta. Porque siempre se especuló con la posición de Alemania.

P: A muchos les cuesta aceptar que las declaraciones oficiales no sólo sirven para ocultar la realidad, sino para explicarla.

Y en el caso de Merkel lo que ocurre es que ella ha trabajado más que otros en los discursos que ha dado. Se ha esforzado mucho en ellos, comparándola con otros políticos.

P: Pensando en las reformas que más se van a recordar del tiempo de Angela Merkel en el poder, ahí está el fin del servicio militar obligatorio, el cierre programado de las centrales nucleares, la aprobación del matrimonio homosexual o la política de familia que usted comentaba antes. ¿No es ese un legado más bien socialdemócrata y por eso encaja que Olaf Scholz sea su mejor sucesor, no sólo en el estilo, sino también en términos de fondo político?

Yo creo que no. Porque Merkel es, económicamente, una liberal. No lo es de un modo ideológico, sino desde una perspectiva protestante. Ideas como la importancia del trabajo o ver el endeudarse como algo inmoral son cosas que están ancladas en ella. Y yo creo que eso son cosas que se separan claramente de las ideas socialdemócratas. En lo que respecta al medioambiente, la liberalidad social o la migración, sus ideas están más cerca de Los Verdes. Pero sí hay algo que le acerca a los socialdemócratas y es esa conciencia de la responsabilidad.

Porque ya ha ocurrido varias veces en el SPD que el partido tiene que actuar con responsabilidad para el país, pese a que lo que le toca hacer vaya en contra de los intereses del partido, ya fuera en la República Weimar o en las reformas económicas de impuso Gerhard Schröder que tanto bien ha hecho el país. Esto sí es algo que comparten Scholz y Merkel. De hecho, el predecesor de Merkel que más se le parece en términos de carácter pragmático es un socialdemócrata: Helmut Schmidt. Y lo curioso de todo esto es que los tres son de Hamburgo. Puede que, al final, esas cosas sean típicas de la gente sobria del norte de Alemania.