Donald Trump se queda solo en una Casa Blanca que sopesa la oleada de dimisiones y despidos

Rubén Fernández 10/10/2018 07:33

Cuando culmine su mandato serán muchos los motivos por los que recordar el paso de Donald Trump por la Casa Blanca. Desde sus continuas excentricidades; sus refriegas con distintos líderes políticos como Kim Jong-un, –por él denominado “hombre cohete”–, o Nicolás Maduro; pasando por su política de puertas cerradas a la migración y su afán por levantar muros; sus desafíos a Europa y su guerra comercial a través de los aranceles; pasando por un largo, –larguísimo–, etcétera que nos lleva hasta una de las razones más recientes por las que se recordará su etapa como presidente de Estados Unidos: la enorme lista de ceses o renuncias que atesora su Gobierno.

Sin ahondar entre si será evaluado de forma positiva o negativa, –aunque presumiendo como más probable esta última opción, por méritos propios y teniendo en cuenta su ratio de impopularidad–, es un hecho objetivo que el magnate republicano, presidente desde el 20 de enero del 2017, está vendiendo muy caro el récord en número de salidas del Gobierno a quien en el futuro luche por sucederle en el cargo. Uno que, por cierto, no ha de ser muy reconfortante.

Resulta paradójico, pero en un país que tiene su tasa de desempleo más baja desde 1969, de la llamada Administración Trump no para de salir gente. Concretamente, encontramos más de una treintena de ceses o renuncias en este periodo que no llega siquiera a los dos años.

BATERÍA DE RENUNCIAS Y DESPIDOS

La primera salida fue la de Corey Lemandowski, asesor de campaña de Trump, despedido en junio de 2016, cuando aún Trump luchaba con su rival, Hillary Clinton.

Tras él, fue la fiscal general en funciones, Sally Yates, despedida tras negarse a defender el Decreto Migratorio aprobado por la Administración Trump.

El siguiente sería Michael Flynn, el 13 de febrero de 2017, fecha en la cual las voces que apuntaban a la injerencia rusa en las elecciones eran cada vez más multitudinarias, más claras y más sonoras. Flynn dimitió apenas semanas después de tomar posesión a raíz de que saliesen a la luz los contactos mantenidos con el embajador de Rusia en Estados Unidos. El Gobierno le recriminó entonces que mintiese sobre estas conversaciones al vicepresidente, Mike Pence.

Después llegó el despido de Preet Bahara, fiscal general para el distrito sur de Nueva York; y la dimisión de Katie Walsh, jefa de personal de la Casa Blanca y KT. McFarland, segunda asesora de Seguridad Nacional, previa petición desde el Despacho Oval.

Fueron ellos los que precedieron al sonadísimo despido fulminante de un cargo muy importante y relevante en Estados Unidos: el del director del FBI, James Comey. “Coincido con el Departamento de Justicia en que no puedes liderar de forma eficaz la oficina”, dijo Trump, argumentando que era preciso “restaurar la confianza pública”. El exdirector del FBI fue señalado por la gestión de la investigación abierta sobre el uso que Hilary Clinton hizo de los distintos servidores de correo electrónico durante su etapa al frente del Departamento de Estado, y concretamente, se le ha reprochado que decidiese anunciar en julio de 2016 el cierre de las investigaciones, sin ningún tipo de procesamiento.

Mayo de 2017 y la fuga de cargos tan solo acababa de empezar. En julio del mismo año se producía la dimisión de Sean Spicer, secretario de Prensa, al que seguirían Reince Priebus, jefe de personal de la Casa Blanca, –cesado–, y Anthony Scaramucci, que apenas acababa de ser nombrado nuevo jefe de comunicaciones y había generado conflictos con los anteriores.

Carl Icahn, asesor de Trump, tomaría el relevo de las dimisiones en agosto para dar paso en este mismo mes a otro adiós sonado: el de Steve Bannon, forzado a dimitir precisamente por sus críticas al presidente. Y Donald Trump no perdona a los que lo critican. Él, su primer jefe de estrategia en la Casa Blanca, fue la siguiente víctima de su furia.

Sebastian Gorka, viceasistente de la Casa Blanca, en desacuerdo por la marcha de Bannon, saldría detrás.

Tom Price, secretario de Salud y Servicios Humanos, y Dina Powell, viceasesora de Seguridad Nacional, fueron quienes precedieron en esta lista de salidas a Omarosa Manigault, otro nombre propio que ha resonado con fuerza después de que ésta revelase en un libro tras su dimisión algunas conversaciones que grabó en la Casa Blanca. En ellas, acusa a Trump de ser racista, tratar de silenciarla con dinero y hacer comentarios despectivos sobre afroamericanos. Y la respuesta del presidente estadounidense no se hizo esperar a través de su red social predilecta: “¡Buen trabajo del general Kelly por despedir rápidamente a esa perra!”

Cerrando el 2017, la siguiente dimisión anunciada fue la de Rick Dearborn, segundo jefe de personal de la Casa Blanca, mientras que la inauguración de las salidas de 2018 recaería en Andrew McCabe, director en funciones del FBI.

Tras ellos fueron Robert Roger Porter, abogado y exasesor político que trabajó como secretario personal de la Casa Blanca, quien renunció tras ser acusado de abuso doméstico a dos de sus exesposas; Rachel Brand, número 3 del Departamento de Justicia, que presentó su dimisión; Hope Hicks, directora de comunicaciones; y Gary Cohn, ya en marzo, asesor ecónomico.

El siguiente fue John McEntee, asesor personal de Trump, despedido al conocerse que estaba siendo investigado por Servicios Internos por presuntos fraudes. Le siguió Rex Tillerson un cese tan sonado como lo fue su nombramiento, habida cuenta de que es un amigo personal del líder del Kremlin, Vladimir Putin. Mike Pompeo le relevó en el cargo.

El asesor de Seguridad Nacional, Herbert Raymond McMaster y el secretario de Departamento de Asuntos de los Veteranos, David Shulkin fueron después. A este último, le despidieron, según fuentes de la Casa Blanca, porque “las distracciones lo estaban desviando de su verdadero cometido a la hora de llevar a cabo la agenda del presidente".

La lista no termina aquí… En abril llegaba la dimisión del asesor de Seguridad Interior, Tom Bossert; así como la del abogado de la Casa Blanca, Ty Cobb, en mayo; la de Joe Hagin, segundo jefe de personal de la Casa Blanca, en junio; la de Tom Homan, director en funciones de la Agencia de Inmigración y Aduanas, también en junio; y la de Scott Pruitt, director de la Agencia de Protección Medioambiental, un mes después. En este caso, la Casa Blanca había expresado previamente preocupación por su actitud, foco de numerosas críticas por sus decisiones tomadas al frente de la agencia, como volar en primera clase y utilizar de forma inadecuada gran parte de los recursos en materia de seguridad.

La lista la completan Marc Short, director de Asuntos Legislativos; Don McGhan, consejero legal de la Casa Blanca y asistente del presidente desde el 20 de enero de 2017, que tiene planeado dejar su actividad política en otoño; y Nikki Haley, la última en anunciar su adiós.

La embajadora de Estados Unidos en Naciones Unidas ha presentado su dimisión para “tomarse un respiro” en el servicio público, según ha informado junto a Donald Trump en una rueda de prensa.

Es ella quien, a día 10 de octubre, completa una lista que, habida cuenta de todos los precedentes, no podemos decir que esté cerrada y, al contrario, seguramente siga creciendo.

Trump, que ya en el primer año superaba y doblaba la tasa de reemplazos en el Gobierno a Ronald Reagan, cada vez está más solo en la Casa Blanca.