Giorgia Meloni, aliada de Vox, la última apuesta de la derecha italiana para suceder a Draghi

  • El sector conservador ya acepta a la ultraconservadora como la candidata con más opciones a primera ministra

  • Draghi actúa como muro de contención, mientras los partidos preparan la próxima etapa política

Giorgia Meloni tuvo una infancia traumática. Fue una niña no deseada, su madre tenía decidido abortar, pero a última hora se arrepintió. Madre, hija y su hermana Arianna tuvieron que salir adelante solas. Su padre había huido a Canarias junto a otra mujer antes de que Giorgia naciera. Cuando el hombre murió, ella no sintió nada. “Ni dolor, ni alegría; no lo odiaba ni tampoco lo amaba”, recuerda ahora. La historia viene recogida en una autobiografía que ha salido publicada esta semana. La líder ultraderechista se presenta a los italianos como un ejemplo de superación y garantía de unos valores tradicionales férreos con los que pretende tomar el poder por desgaste.

El libro se titula ‘Io sono Giorgia. Le mie radici, le mie idee’ (Yo soy Giorgia. Mis raíces, mis ideas), un eslogan recogido de una carta de presentación que se hizo viral. Hace año y medio acudió a una manifestación en Roma junto a Matteo Salvini y Silvio Berlusconi, las otras caras de la derecha italiana. Ella era todavía socia minoritaria, pero subió al palco y arrasó. “Yo soy Giorgia, soy una madre, soy cristiana”, clamó. El manifiesto fue adaptado a un videoclip con más de 11 millones de visualizaciones en Youtube, que pretendía ridiculizarla y terminó por convertirse en un ‘hit’ de las discotecas romanas.

Coincidiendo estos días con la publicación del libro, Meloni fue entrevistada por el ‘Corriere della Sera’, el periódico de la gente bien por excelencia. Aldo Cazzullo, uno de sus periodistas estrella, fue adornando sus pasos. El drama familiar, su filiación a un partido posfascista que ya queda muy lejos, su etapa como ministra de Juventud con Berlusconi o la relación actual con el padre de su hija, con quien no está casada. “¿Cuál es su objetivo?”, pregunta el periodista. “Llegar al Gobierno”, responde la política. La doble página en el diario conservador del establishment supone una especie de comunión. Algo así como: ‘Giorgia, la derecha tradicional te acepta’.

Desde que Matteo Salvini, secretario de la Liga, salió del Gobierno tras un catastrófico error de cálculo en el verano de 2019, se libra una competición interna por el primado de la derecha. La Liga ha caído unos 12 puntos en intención de voto desde su máximo en las últimas elecciones europeas, que son justo los que ha ganado Hermanos de Italia, el partido de Giorgia Meloni. Las encuestas colocan ya a Meloni por encima de Salvini en cuanto a popularidad y a ambos partidos en un estrecho margen de tres puntos. El protagonismo actual de Hermanos de Italia como única fuerza en la oposición refuerza su papel ante una Liga que tiene que hacer equilibrios entre su apoyo al Ejecutivo de Mario Draghi y la tendencia de Salvini a presentarse como el aglutinador del descontento.

“Sus curvas van convergiendo desde hace meses y en los próximos sondeos ya podría confirmarse ese sorpasso. Estar en la oposición le facilita un espacio adicional, por lo que puede jugar su baza de la coherencia, ya que nunca ha pactado con fuerzas como el Partido Democrático (PD) o el Movimiento 5 Estrellas (M5E), alejados de su ideología”, pronostica Lorenzo Pregliasco, politólogo y fundador de la empresa demoscópica Youtrend. Según el experto, “el establishment de este país siempre está preparado para subirse al carro ganador”. “Se ve claramente con Draghi, pero también lo hicieron con Conte o en su momento con Berlusconi, es una cosa muy italiana”, sostiene.

Draghi, contención temporal

Por el momento, Draghi está actuando como muro de contención. Pero su Gobierno no es una apuesta política a largo plazo, sino un paréntesis, una solución de emergencia para un momento decisivo. El ex presidente del BCE aceptó el encargo de manejar el país antes de que comenzara el reparto de los fondos de recuperación europeos, de los que Italia será la principal beneficiaria con un plan que supera los 200.000 millones de euros. Poderes económicos, mediáticos, política e instituciones han firmado un pacto con la premisa de que ésta es la última oportunidad para el país tras dos décadas de derrumbamiento económico y social. Draghi hará lo que pueda y después tocará repartir su suerte.

En el mejor de los casos, la legislatura terminará en 2023. Puede que incluso antes, ya que el año que viene se debería elegir a un nuevo presidente de la República y el propio Draghi tiene todas las cartas para ocupar el cargo. En los palacios de poder ya se está preparando el terreno para pedirle al actual jefe de Estado, Sergio Mattarella, que se mantenga unos meses más en el asiento y así permitir a Draghi completar las reformas desde el Ejecutivo antes de mirar a Roma desde lo alto del Quirinal. Pero antes o después habrá que ir a las urnas y ahí espera Meloni.

Se presentarán dos bloques: uno de centroizquierda, formado por el PD y el nuevo M5E del ex primer ministro Giuseppe Conte; y una coalición de derechas. Resulta difícil hacer pronósticos cuando no se conoce siquiera la fecha de las elecciones, aunque a priori se prevé una competición igualada. No obstante, la derecha encabeza los sondeos desde hace años, mientras que la alianza entre el PD y el M5E no termina de acoplarse, debido a las disputas internas del Cinco Estrellas, sus mil almas -algunas muy lejos del centroizquierda- y una desconfianza histórica entre los cuadros de ambos partidos.

Cabalgar el descontento

Las previsiones de crecimiento para este año son del 4,2% y del 4,4% para el que viene. Aunque esas cifras aún son bajas, teniendo en cuenta el tremendo impacto de la pandemia en Italia y el delicado estado de sus cuentas, que llevarán la deuda pública al 160% en este ejercicio. Además, al país aún le queda por sufrir, sobre todo cuando termine la prohibición para despedir y los ERTE se conviertan en ERE. Y una vez más, allí estará Meloni, para presentarse como la defensora de las clases empobrecidas.

La partida futura parece librarse, por tanto, en el seno de la derecha. El candidato -o candidata- que consiga más votos, tendrá el respaldo de la coalición para presentarse como primer ministro. Si Meloni lo logra, sería la primera mujer en la historia de Italia. Otro tanto a su favor. La pasada experiencia de Salvini en el Gobierno lo penalizó ante la UE, por lo que una cara nueva podría ser más tolerable en Bruselas.

Meloni no representa, sin embargo, una figura más tranquilizadora. Todo lo contrario. Es la líder del grupo de los Conservadores europeos, que acoge al partido polaco Ley y Justicia -denunciado por la Comisión Europea por su reforma del aparato judicial y su escaso respeto a los valores democráticos- o a Vox. De ahí que en los últimos meses, tanto la Salvini como Meloni intenten matizar su colocación, sin bajarse de los ataques al globalismo o a una UE dominada por los grandes poderes financieros. La Liga pretende acercarse al Partido Popular Europeo y Hermanos de Italia presentarse como “derecha de Gobierno”.

Meloni hasta ahora ha tratado de dirigirse a un público interno, pero en su salto a la pugna por la primera posición debe abrirse al exterior. Poco o nada propensa a hablar con la prensa internacional, hace un par de semanas concedió una entrevista a NIUS en la que afirmaba que “la democracia en Italia está suspendida”. El supuesto captor es Mario Draghi, que observa desde lo alto como todas estas fuerzas centrífugas entran en ebullición. En realidad, en Italia rara vez se encuentran paradas. La última decisión del primer ministro ha sido renunciar a su sueldo como funcionario del Estado. Es consciente de que su palacio se asienta sobre unas modernas ruinas romanas. La ola populista no ha terminado.