El rey de Jordania y los riesgos de ‘vivir peligrosamente’

  • Por segunda vez en seis meses Abdalá II se sitúa en el centro del escándalo, esta vez al figurar su nombre en los Papeles de Pandora

  • El monarca jordano resta importancia a lo sucedido e impone el silencio informativo en medio de una grave coyuntura económica y social

Por segunda vez en seis meses, el rey de Jordania, Abdalá II, vuelve a estar en apuros. Cuando ha transcurrido medio año desde que su hermanastro, el príncipe Hamzah, protagonizara una trama palaciega que quebró la tranquilidad –relativa en su turbulento entorno- de la monarquía hachemita, el soberano vuelve ahora a los titulares de los medios de todo el mundo a propósito de los conocidos como Papeles de Pandora (y de su gusto por las viviendas de lujo).

El nombre del hijo del rey Hussein figura entre decenas de líderes mundiales que ocultaron dinero en paraísos fiscales o adquirieron de manera secreta propiedades inmobiliarias por todo el mundo. La información es el resultado de un trabajo a cargo del Consorcio de Periodistas de Investigación (ICIJ) en el que participaron 600 profesionales tras la filtración de casi 12 millones de documentos de 14 entidades financieras internacionales.

Según la investigación, el monarca, de 59 años, creó una red de compañías offshore y paraísos fiscales para forjar adquirir hasta 14 propiedades inmobiliarias en Estados Unidos y el Reino Unido –de Malibú a California pasando por Londres o Washington- valorado en más de 100 millones de dólares entre los años 2003 y 2017.

Asimismo, el rey de Jordania compró tres mansiones en Malibú [California, Estados Unidos] a través de compañías offshore por valor de 68 millones de dólares en los años posteriores a la Primavera Árabe, de acuerdo con el trabajo del ICIJ. El monarca hachemita es propietario además de tres apartamentos de lujo en Washington DC y en la localidad inglesa de Ascot, además de varios en la capital británica.

“No es raro ni impropio”

Este lunes la Corte Real Hachemita, principal organismo responsable de supervisar la relación entre el rey y el pueblo jordano, juzgaba –admitiendo la existencia de la investigación- de “distorsionadas y exageradas” las revelaciones reveladas por los Papeles de Pandora. En la comunicación emitida por la citada institución se aseguraba además que el rey Abdalá II había “financiado personalmente” las propiedades y el resto de gastos que figuran en la investigación.

“No es un secreto que Su Majestad posee varios apartamentos y residencias en Estados Unidos y el Reino Unido. Ni es raro ni impropio”, afirmaba la Corte Real Hachemita, para añadir que el rey “usa las propiedades durante visitas oficiales y hospeda a altos funcionarios y dignatarios en ellas. El rey y su familia también se hospedan en estas propiedades durante visitas privadas”.

“Cualquier acusación que vincule las propiedades privadas con dinero o asistencia pública carece de base y es un intento deliberado de distorsionar los hechos”, zanjaba la nota. La comunicación de la Corte Real Hachemita jordana insistía en que “todas las finanzas públicas y la ayuda internacional están sujetas a auditorías profesionales y el destino de las partidas está completamente fiscalizado por el gobierno y las entidades donantes”.

En fin, a juicio de la citada institución, el hecho de mayor trascendencia del asunto parece ser que la revelación supuso “una flagrante brecha de seguridad y una amenaza a la seguridad de Su Majestad y su familia”.

Por otra parte, los abogados del monarca recordaron al Consorcio de Periodistas de Investigación que Abdalá II no está obligado a pagar impuestos con arreglo a la ley jordana y que el monarca nunca hizo uso indebido de dinero público o ayuda exterior, de modo semejante a la nota de la Corte Real Hachemita, según recoge el ICIJ en su página web.

Si Abdalá II salió airoso del ‘Hamzahgate’ –Hamzah, hijo del rey Hussein y la reina Noor, había denunciado “la corrupción, la incompetencia y la persecución de la disidencia” atrayéndose a los sectores más desafectos con el régimen-, está por ver cómo la sociedad jordana asimila las noticias descubiertas en el caso Pandora. A pesar de haberse mantenido en un discreto segundo plano en abril, las miradas se ponen ahora en la reacción de los islamistas –en el centro la Hermandad Musulmana-, la principal oposición al régimen monárquico en Jordania.

Al igual que ocurrió la pasada primavera con el supuesto complot sedicioso, el régimen monárquico no ha tenido inconveniente en imponer nuevamente la ley del silencio en torno al caso de los Papeles de Pandora. La única noticia relativa al escándalo este lunes en los medios locales era el citado comunicado emitido por la Corte Hachemita. Ni rastro de la investigación en el resto de la escena mediática del país de Oriente Medio. Una prueba más que evidente de que el caso de los Papeles de Pandora preocupa al régimen.

El director de la web de noticias Al-Taj y antiguo presidente del comité de libertades civiles de la Asociación de la Prensa Jordana Jihad Abu Beidar reconoció al medio Middle East Eye, uno de los mejor informados sobre los entresijos de la realidad jordana, que muchos periodistas practican la autocensura en Jordania.

“Los periodistas jordanos están paralizados. También en las redes sociales. Los ciudadanos cada vez confían menos en los medios de comunicación”. Censura y autocensura, tanto monta, monta tanto. Con todo, el hashtag en árabe ‘Documentos Pandora’ fue tendencia en en Twitter en el país de Oriente Medio.

La deriva autoritaria del ‘amigo de Occidente’

Al más puro estilo de otras figuras autoritarias, Abdalá, que se granjeó la fama de líder abierto y con simpatías occidentales desde su llegada al trono en 1999, se limitaba a decir este lunes en una vista a la región de la Badia que “hay una campaña contra Jordania”. “No es la única, y somos más fuertes que esas campañas”, zanjaba el hijo del rey Hussein y la princesa Muna al-Hussein.

No parece que, por el momento, la investigación del Consorcio de Periodistas de Investigación sobre la cartera inmobiliaria del monarca ponga en peligro el trono hachemita. Con todo, el momento en que trasciende el pequeño imperio del rey Abdalá II, cuando el país afronta graves dificultades económicas y sociales –el paro oficial ascendió al 25% con la pandemia-, es de todo menos oportuno.

Y augura un mayor desencanto popular. No debe olvidarse que en el aparente ‘oasis jordano’ también se han vivido protestas públicas en los últimos tiempos. Sin ir más lejos, el pasado mes de marzo, en el exterior del hospital de As Salt un grupo de familiares de pacientes y vecinos indignados se concentró para protestar contra el Gobierno ante la falta de medios. Una llamada de atención que obligó al mismo rey a personarse en el centro médico para tratar de rebajar la tensión.

A nadie en Occidente –tampoco en la región- debe de seducirle la idea de una Jordania inestable donde encuentren terreno abonado para prosperar los grupos yihadistas que actúan desde hace años en las vecinas Siria e Irak. No en vano, el Banco Mundial anunció este año 1.100 millones de dólares en préstamos y ayudas para un país pobre en recursos naturales y en una dramática situación económica agudizada por la pandemia.

Cuando algunos daban por amortizada la Primavera Árabe, llegó el Hirak argelino en 2019 para recordarnos que no hay ningún pueblo anestesiado eternamente cuando se manifiesta el agravio y la dignidad le es escamoteada. No deberá el monarca hachemita, símbolo de un ingenuo –tal vez- deseo occidental de ver a un líder aparentemente moderno y abierto entre las autocracias de Oriente Medio, tropezar nuevamente. A la tercera las consecuencias podrían ser peores.