La violencia machista, lacra en Venezuela

  • En lo que va de año se han cometido 109 feminicidios en el país caribeño, 42 de ellos durante el confinamiento

  • También ha aumentado la violencia sexual contra las niñas y adolescentes

A Claritza su psicóloga le puso una regla de 30 centímetros delante de la mesa y le habló del ciclo de la violencia contra la mujer. De 0 a 30, ella se encontraba en el centímetro 28 después de nueve años casada con un maltratador. El 30 era la muerte. Así que Claritza puede estar contenta. Lo está contando, por los pelos. Se armó de valor y denunció a su marido el 9 de febrero de 2019, después de una agresión que casi le cuesta la vida.

Poco más de un año después y tras muchas peleas con la justicia venezolana, su agresor está imputado y están esperando por la audiencia preliminar donde se le acusará formalmente y se harán públicos los cargos en su contra. Claritza espera que sea la pena máxima, 30 años de cárcel, y no la alternativa del trabajo social; barrer cuatro calles, como dice ella. "Eso podría pasar si se declara culpable. Así lo contempla la ley". Tiembla solo de pensarlo.

Desde la habitación de su casa, donde ocurrieron los hechos, Claritza llora cuando recuerda cómo su marido le partió la mano por tres partes diferentes. El informe médico dice que hay fractura del segundo, tercero y cuarto metacarpiano izquierdo,"desplazada y cabalgada". La cicatriz que le atraviesa la mano y la pérdida de movilidad en la extremidad le recordarán para siempre porqué, por fin, decidió denunciar a su maltratador.

"Él se encontraba tirado en la cama; mis dos hijos, de seis años y cuatro meses no habían desayunado y yo le pedí ayuda con los niños mientras yo preparaba la comida y ordenaba la casa. En seguida se puso violento y comenzó a gritarme que yo era un parásito y que él era el proveedor; que él traía el dinero y que por lo tanto yo tenía que encargarme de todo lo demás porque yo era la cachifa (criada)".

Su hijo mayor entró en el cuarto y empezó a gritar "que no pegara a su mamá". "Eso lo alteró aún más", cuenta Claritza, y me gritó que le dijera al niño que se fuera mientras me empotró contra el armario. Le clavó la puerta del closet de madera en la espalda y todavía conserva frescas las cicatrices de los clavos viejos de la cerradura.

Claritza aprovechó un momento en el que su marido salió de la habitación para coger su teléfono móvil y tratar de llamar a la policía, pero él se dio cuenta y se abalanzó sobre ella y sobre el bebé que cargaba en el otro brazo. Los tres cayeron sobre la cama, Claritza apartó como pudo al pequeño para no asfixiarle con sus cuerpos y su marido, loco de rabia, le retorció su mano para quitarle el teléfono. Fue en ese momento cuando oyó el "crack" que le trajo "el dolor físico más fuerte que yo he sentido en mi vida".

"Volver a empezar"

Después de eso todo se precipitó. "Le supliqué de rodillas que me llevara al hospital porque me estaba muriendo del dolor y no quiso porque decía que le iba a denunciar". Así que su esposo, enajenado, se fue y la dejó encerrada en la casa, pero como esto no era la primera vez que pasaba y Claritza (bendita sabiduría de la inconsciencia) se imaginó que en algún momento esta situación límite llegaría abruptamente, había hecho una copia de las llaves y se escapó con sus hijos al hospital.

Se le llenan los ojos de lágrimas cuando recuerda porqué decidió denunciarle ante la policía y los médicos cuando le preguntaron qué le había pasado. "Cuando puse en una balanza el amor a mis hijos y el amor a él, dije: el amor a mis hijos". Y comenzó un periplo de lucha contra todo que perdura hasta el día de hoy. Como tantas mujeres venezolanas, además, Claritza dependía económicamente de su marido, por lo que "volver a empezar" suponía un abismo de incertidumbre hasta los niveles más básicos.

Su verdugo, un abogado del chavismo

Su caso, además, tiene otros componentes que lo hacen especialmente dramático. El marido de Claritza es un señor llamado Jesús Silva, un abogado que se denomina a sí mismo "el abogado del chavismo", cercano al gobierno de Nicolás Maduro y una figura reconocida en el ámbito político oficialista.

"Él siempre me decía que yo no podía hacer nada contra él porque estaba protegido", cuenta su esposa. "Decía: "acuérdate que yo conozco a todos, que tengo un vídeo en mi blog donde el Presidente me nombra, acuérdate que el Presidente me quiere". Y así jugaba al psicoterror".

A Jesús Silva, sus vínculos con la política le otorgaron impunidad hasta hace muy poco. Incluso todavía hoy se atreve a tratar de desacreditar a su mujer en público tachándola de desequilibrada mental.

Sin cifras oficiales

Como el gobierno no da cifras oficiales de feminicidios desde el año 2016 (y tampoco da respuesta de por qué no lo hace. La Ministra de la Mujer, Asia Villegas, no ha respondido a una solicitud de entrevista por parte de NIUS para participar en este reportaje), son las organizaciones sociales que luchan por los derechos de las mujeres las que se encargan de hacer el recuento. Aimée Zambrano es antropóloga y trabaja para Utopix, la única asociación venezolana que publica un informe mensual sobre los casos de violencia machista.

Para poder llevarlo a cabo, Aimée se sienta cada día delante de su ordenador y revisa las páginas de sucesos de más de sesenta medios de comunicación buscando los casos de asesinatos a mujeres reportados en el país. Aclara que su informe es, por lo tanto, una estimación, un subconteo, porque "¿cuántos casos no aparecerán en los medios?", explica. Pero aún así es la única fuente de referencia y fiable hoy por hoy en Venezuela.

Su último informe publicado esta semana y con cifras de enero a mayo de 2020, hablan de 109 feminicidios en Venezuela, de los que solo en cuarentena se han producido 42. Hay más muertes por violencia machista en el país que por la COVID-19 (se reportan 23 fallecidos por coronavirus según cifras oficiales). Solo en los meses de abril y mayo se ha producido un repunte del 65% de los casos respecto a los mismos meses del año anterior.

"La cuarentena ha aumentado los casos de agresión a mujeres porque el esposo pasa más tiempo en casa y en Venezuela hay un componente de frustración en el hombre que siente que debe cumplir el patrón de macho proveedor y llevar el dinero a casa. Al no poder hacerlo se frustra y la emprende contra la mujer", explica Aimée, que además cuenta como desde Utopix han venido observado que los crímenes machistas son cada vez más cruentos en Venezuela, un país asfixiado por la crisis económica.

"Cada vez son hombres más jóvenes y que se ensañan más con el cuerpo de la mujer. Vemos mutilaciones, aparecen cuerpos en espacios públicos, cuerpos quemados… ". Aimée llama la atención sobre la necesidad de buenas políticas públicas en favor de la mujer. "El feminicidio es uno de los pocos crímenes que se pueden prevenir. La educación y la preparación de los funcionarios de la administración es fundamental".

Desde 2007 existe en Venezuela una Ley Orgánica sobre el Derecho de la Mujeres a una Vida Libre de Violencia, que en su esencia es una ley avanzada que tipifica hasta 21 tipos de violencia de género. En la práctica, hay vacíos importantes en su aplicación que repercuten en el aumento de las agresiones y en que en muchas ocasiones queden impunes.

De los 109 feminicidios ocurridos durante el año 2020, 22 se han producido con arma blanca, 35 con armas de fuego, 18 por asfixia y 9 tras haber sufrido tortura. Entre las mujeres asesinadas había una embarazada y 11 de los cuerpos fueron encontrados en la vía pública. Un total de 49 niños, niñas y adolescentes han quedado huérfanos.

Violencia sexual contra menores en aumento

La señora Carmen (nombre ficticio para este reportaje) es una abuela coraje que se dio cuenta de que a su nieta de 7 años le pasaba algo porque había cambiado su actitud. Estaba seria, triste y "lloraba mucho". "Le fui preguntando cosas hasta que me lo contó. Fui atando cabos y cuando le pregunté si le habían tocado ella solo asintió con la cabeza, se echó a llorar y entonces me di cuenta de todo".

Su nieta estaba sufriendo abusos sexuales por parte del marido de la otra abuela. La otra abuela los grababa con una cámara y los padres de la niña lo sabían y dejaban que pasase. ¿Cómo es posible? "Cuando pregunté me dijeron que no le hicieron caso a la niña porque pensaban que estaba manipulando. Pero la llevé a un médico que la revisó y confirmó los abusos".

Carmen sacó fuerza de donde sentía que no la tenía y contactó con Tinta Violenta, una organización independiente que acompaña casos de violencia sexual a mujeres en Venezuela, especialmente a menores, niñas, niños y adolescentes.

Ante la (de nuevo) ausencia de datos oficiales del gobierno venezolano sobre este asunto, Tinta Violeta hace sus propios informes. Solo entre el 21 de marzo y el 30 de mayo de este año, han atendido 170 casos. El promedio de casos por cada trabajadora de la organización en estas semanas es de 21. Están desbordadas.

Orlanis Barreto es la trabajadora social acompañante de Tinta Violeta del caso de Carmen. “No contamos con funcionarios que tengan lentes de género. No tienen sensibilidad ante los hechos; y a veces nos tratan de locas feministas, nos ridiculizan. La sociedad venezolana es profundamente machista y ha naturalizado la violencia contra la mujer. Además, falta voluntad política y eso también es violencia institucional”, explica.

Sin embargo, y debido a la presión que ejercieron con el caso urgente de esta niña, consiguieron introducir el caso en la Fiscalía pocos días antes de que se decretase la cuarentena y el mundo se paralizase; y afortunadamente todos los implicados están privados de libertad a la espera del juicio definitivo. La pequeña vive ahora con Carmen y está en terapia psicológica.

La Fiscalía venezolana aseguró en enero de este año que solo en los últimos dos años habían ingresado en sus despachos 8.966 casos por delitos de abuso sexual contra niños, niñas y adolescentes, de los que solo se habían ordenado 837 aprehensiones.

"Ahora soy una niña feliz”, dice Carmen que dijo su nieta estos días. “Es muy madura para su edad. Y muy valiente. A mí la fuerza para denunciar me la dio ella”. Tiene solo siete años, pero ha vivido un horror que nadie debería sufrir, y mucho menos dentro de la propia casa familiar, en el seno del útero que la engendró y la debería cuidar hasta el día de emprender su propio vuelo".