Con el verano, y con las altas temperaturas, mucha gente opta por refrescarse en sitios como piscinas naturales, ríos, playas o pantanos. Mientras que pueden ser una forma de divertirse y de huir del calor en verano, hay que tener en cuenta los riesgos que dichas actividades conllevan, para poder disfrutar de este tipo de actividades con seguridad. Y no es para menos: durante el verano, hemos atendido a varios casos de ahogamientos en playas y piscinas. Solo este fin de semana han fallecido por ahogamiento 14 personas.
Pero caeríamos en un error si tan solo pensásemos que estos ahogamientos se producen solo en las playas, o atribuyésemos estos ahogamientos al desconocimiento del medio acuático, la falta de vigilancia o a la imprudencia de la víctima.
También hay que tener en cuenta diversos factores, como las corrientes de los pantanos, la vegetación, la calidad del agua, las rocas, el consumo de alcohol o drogas, la edad de la víctima, o enfermedades subyacentes que pueden provocar pérdida de conciencia.
Al estar el agua de la superficie de los pantanos más fría que la del fondo, se suelen producir choques térmicos que pueden derivar en turbulencias y corrientes. También hemos de tener en cuenta la profundidad de estas áreas, muy variantes, que pueden llegar a superar los 180 metros.
Otros riesgos significativos son los traumatismos a la hora de introducirse en el agua: los saltos o zambullidas son causas muy comunes de lesiones graves, tales como traumatismos craneoencefálicos o medulares; sobre todo, si el agua está turbia y no se puede percibir el fondo, o si hay objetos sumergidos. También tenemos que prestar especial atención a los bordes resbaladizos o las rocas que pueden provocar caídas o golpes.
Y lo más importante: hay que tener en cuenta que las aguas naturales pueden ser focos de infecciones, ya que existe la posibilidad de que estén contaminadas por virus, bacterias, hongos o parásitos, que se pueden transmitir por el contacto directo con el agua, la ingestión accidental o por las heridas abiertas.
Los pantanos lodosos, en particular, pueden llegar a suponer un peligro para la salud. Algunas de las enfermedades que se pueden encontrar en ellos son: gastroenteritis, otitis, conjuntivitis, dermatitis o incluso leptospirosis, por lo que tenemos que tener cuidado a la hora de sumergirnos en ese tipo de superficies acuáticas.
Para evitar este tipo de riesgos, por regla general se recomienda seguir una serie de consejos del Ministerio de Sanidad:
Por último, si nos percatamos de que alguien se está ahogando, siempre hemos de llamar a un socorrista, al 112 o al número de emergencia local, y ayudar en la medida de lo posible al afectado, ya sea lanzando objetos flotantes para que se pueda mantener a flote mientras llegan los servicios de emergencia, intentando tranquilizar a la víctima, o llevándola hasta la superficie y colocándola en posición lateral si conocemos las técnicas de salvamento.