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Javier Yanguas, uno de los mayores expertos en España sobre gerontología: "Nadie quiere ir a una residencia, pero son necesarias"

Javier Yanguas, experto en gerontología. CEDIDA
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Para Javier Yanguas, doctor en psicología y uno de los mayores expertos en España sobre gerontología, silenciamos el cuidado. Lo hacemos por muchas razones: que si es cosa de mujeres, que si nos confronta con nuestra condición humana... No obstante, hay un motivo que hoy en día cree que es en especial relevante: "Ocultamos el cuidado porque vivimos bajo una dictadura de la felicidad que niega nuestra auténtica realidad". 

El autor comparte en su último libro, 'Cuando los volcanes envejecen' (Plataforma Editorial), la historia personal del cuidado de su madre durante nueve años junto a su hermana, una experiencia que refleja la realidad de millones de familias en España. Este libro combina un testimonio profundamente humano con un análisis experto sobre la vejez y los cuidados, ofreciendo una guía práctica y emocional para quienes enfrentan los retos de cuidar a sus seres queridos. Charlamos con el autor en exclusiva para conocer más detalles de este libro y de su visión sobre los cuidados en España.

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Pregunta: ¿Por qué le pusiste este título al libro? ¿Todos somos volcanes que vamos a envejecer? 

Respuesta: El título es una metáfora. Cuando envejecen los volcanes se van aplanando, pierden su fortaleza, en sus laderas se depositan sedimentos que borran su imagen, nacen plantas…, y con los años se hacen muy difícil de distinguir. Puedes estar al lado de un volcán y no darte cuenta que, esa montaña, es un volcán. Creo que a las personas cuando envejecen nos pasa lo mismo: nos volvemos invisibles como los volcanes. La cosa es que pensamos que esto, lo de envejecer y volvernos invisibles, solo les pasa a los demás; hasta que descubrimos -generalmente tarde- que nos ha pasado a nosotros.

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P: ¿Se nos olvida que algún día llegaremos a viejos, no crees? ¿Por qué es importante tener en cuenta a la vejez en nuestra vida?

R: Simone de Beauvoir decía que “no sabemos quiénes somos, si ignoramos lo que seremos” y pedía que “nos reconozcamos en ese viejo, en esa vieja”. Creo que reconocernos frágiles y vulnerables, comprender nuestra finitud, nos habilita para vivir más profundamente, con más intensidad la vida. Ahora vivimos en una especie de dictadura de la felicidad, donde lo malo, el sufrimiento, se aparta o se banaliza. Marino Pérez, un psicólogo, dice que “no hay paraíso sin serpientes”.

P: ¿Qué ocurre con los cuidados en España? ¿Por qué no se hacen visibles?

R: Me decía una periodista amiga ayer por la tarde que, en la reunión de presidentes de comunidades autónomas, había veinte temas prioritarios y que ninguno era el cuidado. ¿Veinte temas y el cuidado no estaba entre las veinte mayores preocupaciones? La verdad es que, dejando la política a parte, me cuesta entender este olvido. Si no hacemos del cuidado una prioridad estamos abocados al fracaso como sociedad. No nos podemos olvidar de las personas vulnerables, de los que necesitan ayuda. Tanto porque se la debemos (la ayuda), como por nosotros mismos.

Lo que necesitamos es residencias que respeten los derechos, la autonomía y la dignidad de las personas

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P: Esta es la historia de los 9 años de cuidados a tu madre, que podría ser la de muchas personas en España. ¿Cómo acompañar a personas que como tú tienen que cuidar a sus padres o madres? ¿Qué es lo más importante para ti en todo este proceso que puede ser largo?

R: Esta no es solo la historia de los cuidados de mi madre. Es una historia, en parte autobiográfica y en otra parte trufada de la experiencia de muchos cuidados a los que profesionalmente he atendido. No es la historia de mi familia, es una historia que contiene muchas otras historias. Además de respeto a los derechos, y una perspectiva ética; cuidar es facilitar el cumplimiento de los proyectos de vida de las personas que solas no los pueden realizar. La palabra clave es acompañar, estar ahí. Acompañar a los que necesitan ayuda y acompañar a los que cuidan, y que muchas veces, dejamos solos.

P: Para muchas personas lo más seguro es estar en una residencia, pero es una opción a la que las personas mayores temen. ¿Qué opinas tú de las residencias? ¿En qué casos son aconsejables?

R: He trabajado muchos años en residencias. Nadie quiere ir, pero son necesarias. Como nadie quiere ir a un hospital pero son necesarios. No demonicemos recursos imprescindibles. Lo que necesitamos es residencias que respeten los derechos, la autonomía y la dignidad de las personas, que personalicen los cuidados, etc. Cuando necesitamos mucha ayuda, a veces vivir en el domicilio es muy complicado. La residencia no es la casa de la persona, pero se puede tener una vida digna en ella si trabajamos para ello.

P: En el caso de que una familia esté buscando una, ¿a qué deben prestarle atención?

R: Yo buscaría una residencia que entienda que cada persona es diferente, un centro que además de respetar los derechos de las personas y cuestiones éticas como la dignidad, la autonomía, etc., busque desde un enfoque personalizado que “amplíe” el proyecto de vida de las personas. En el siglo XXI no basta con estar lavados, vestidos y comidos, que también. El cuidado son relaciones, reconocimiento, apego y afecto.

Debemos de hacer todo lo necesario para que esa persona sea tratada con respeto y consideración

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P: Hablas de la importancia de la dignidad -ponerle un sujetador a una persona mayor o pintarle los labios o las uñas para que se sienta bella y mirada-. ¿Qué hacemos para que nuestros mayores no pierdan esa dignidad?

R: Marije Goikoetxea, profesora de ética de la Universidad de Deusto, suele decir que existe un principio formal universal y absoluto (es decir, vale para cualquier ser humano y debe respetarse siempre) y es que “todo ser humano debe ser tratado con igual consideración y respeto”. En este principio, está fundamentado una concepción determinada del ser humano que es la que afirma que tiene dignidad y no precio, y que el respeto a la dignidad es una obligación moral absoluta. Pues eso, debemos de hacer todo lo necesario para que esa persona sea tratada con respeto y consideración. Si una persona en su vida se ponía sujetador a todas horas, pongamos que ese es el caso, cuando llega a “vieja” y no se lo puede poner ella, es una cuestión de dignidad el que lo lleve. No hay otra forma de mirarlo y decir que no importa, es no respetar la debida dignidad.

P: Un gran porcentaje de personas mayores terminan perdiendo los recuerdos, esto para los cuidadores (que suelen ser los hijos) es muy difícil de gestionar. ¿Cómo es el acompañamiento psicológico en este sentido? 

R: Somos memoria, somos biografía y somos recuerdos. Cuando perdemos todo esto, ¿qué queda? El ahora, el presente, el disfrute del momento, las relaciones, el bienestar. Centrémonos en lo que queda.

P: Muchos hijos sienten rechazo a cuidar de sus padres o verlos envejecer, también quizá han sufrido conflictos con ellos en su infancia. ¿Cuán importante crees que es reconciliarse con el pasado? 

R: La diversidad de situaciones es tan grande que es difícil dar una idea única. Dejando de lado los conflictos, la reciprocidad y la interdependencia son fundamentales. Somos lo que somos porque nos cuidamos. No perdamos esto, ¡por favor!