Cristina Reyes, la mujer sorda que viajó por Asia haciendo autostop: "Quiero romper más barreras"
Cristina Reyes sufre hipoacusia bilateral desde los tres años y decidió viajar por el mundo para enfrentarse a las limitaciones que supone convivir con una discapacidad auditiva
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Cristina Reyes es una mujer de 37 años natural de Hornachos (Badajoz) que, desde que era muy pequeña, sufre hipoacusia bilateral mixta. Esto quiere decir que, aunque tiene "resto auditivo", no puede oír bien por ninguno de sus oídos. A ello se le suma una otitis crónica que, hasta que pasó por su séptima operación, le causó un dolor físico profundo, le perforó los tímpanos y, poco a poco, le fue comiendo el martillo, el yunque y el estribo. "Ahora quieren volver a operarme pero, como es una operación todavía muy nueva, voy a esperar. Tendría riesgo de quedarme sorda total", dice en una entrevista telefónica con la web de Informativos Telecinco, en la que se ha manejado perfectamente con los audífonos.
Estos le facilitan mucho la comunicación - recupera con ellos hasta un 60% de audición -, pero no siempre ha sido así. No por la obsolescencia de los aparatos, sino porque ella misma no se los ponía para evitar ser estigmatizada por la sociedad: "Lo que más recuerdo de mi adolescencia es pasar mucha vergüenza. La gente hace comentarios que pueden ser muy dolorosos y yo prefería no ponerme los audífonos para que nadie supera que era sorda", dice sobre una discapacidad tan poco perceptible que puede esconderse con facilidad. "Al final era peor porque mi actitud generaba confusión e igualmente recibía burlas", recuerda Cristina de aquellos años en los que su sordera le provocaba tanto nerviosismo que "salía corriendo" si alguien le preguntaba algo por la calle.
Sin embargo, llegó un momento de su vida en el que esta extremeña dijo "basta". Se enfrentó a su propia discapacidad a lo grande: atreviéndose a viajar sola por el mundo, sin nadie que le sirviera de apoyo o que le facilitara la comunicación con los demás. "Me fui sola de viaje para tener que explicarle a la gente que no la entendía porque tengo un problema auditivo. Al principio, no fue nada fácil, claro, perdí vuelos porque solo los anunciaron por megafonía, lloraba, tenía ansiedad... Pero volví siendo otra persona. Me reconcilié totalmente con mi lado sordo, al que tenía muy abandonado y empecé a quererme sorda", asegura, en la línea de lo que ella misma narra en su libro, titulado, precisamente, 'Quiérete sorda'.
Camino a América del Sur con su marido y una 'camper'
En este texto, Cristina cuenta también que, tras conocer al que es actualmente su marido, éste se apuntó a viajar con ella haciendo autostop para conocer de primera mano la realidad de las comunidades sordas en todos los países del mundo. Juntos, recorrieron Asia y Oceanía y se dieron cuenta de que hasta hay lugares en los que no se cuenta ni con una lengua de signos. Gracias a los conocimientos adquiridos, abrió un blog, Mochileando sin barreras, donde aporta mucha información útil para los viajeros con problemas auditivos. Como la pandemia truncó su sueño de viajar con la misma intención a Latinoamérica, ahora, patrocinados por Heymondo Seguros, ella y su marido se disponen a comenzar su aventura en dicho continente.
Esta vez no recorrerán el país a dedo, sino que lo harán en una "camper" customizada por ellos mismos: "Hemos camperizado un antiguo furgón de correos alemán. Tiene cocina, cama... va a ser nuestro alojamiento durante los próximos dos años", concluye, animando a todas las personas con discapacidad auditiva a viajar y "a salir de su zona de confort" para romper, sobre todo, las barreras de su propia inseguridad.
De igual modo, Cristina ha aprovechado esta entrevista para denunciar lo ocurrido con un alumno sordo en la última convocatoria de la PAU y que fue denunciado por la Confederación Española de Familias de Personas Sordas (FIAPAS). El estudiante fue obligado a quitarse el audífono durante la prueba, por pensarse que podía funcionar como un micrófono para tener comunicación o ayuda del exterior durante la prueba. "Cuando yo tenía 18 años, me pasó exactamente lo mismo. Durante un examen de la universidad, un profesor me dijo que cómo me había atrevido a llevar un pinganillo y me echó del aula. Luego tuve que explicárselo y lo entendió pero, que después de tanto tiempo sigan pasando cosas así es un ejemplo de lo invisible que sigue siendo esta discapacidad".