Crimen

El crimen de Los Galindos, 50 años después: ¿Cinco asesinatos perfectos o una mala investigación?

Cortijo sevillano de "Los Galindos", donde se cometieron los cinco asesinatos en julio de 1975.. EFE Archivo
  • Los cinco asesinatos cometidos en un cortijo de Sevilla en 1975 está en la lista de los siete crímenes más graves cometidos en España

  • Las víctimas fueron el capataz del cortijo, Manuel Zapata, y su esposa Juana Martín, dos tractoristas que trabajaban en las tierras y la esposa de uno de ellos

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El crimen de Los Galindos, cumple medio siglo: fueron cinco asesinatos perpetrados en el cortijo del mismo nombre de Paradas (Sevilla), con 'modus operandi' distintos y a los que sucedió una investigación que no supo o no pudo señalar al autor o autores de las muertes.

Las incógnitas se mantienen 50 años después, sin posibilidad de que se despejen, salvo en la ficción o en los libros de estudio de este caso que ha pasado a formar parte de la crónica más negra de España.

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No en vano encabeza la lista de los siete crímenes más graves - con cinco o más víctimas mortales- ocurridos en España desde 1975, junto con, entre otros, los nueve asesinatos de Puerto Hurraco (Badajoz); los seis cometidos por Alfredo Galán, conocido como 'asesino de la baraja'; o los de Joan Vila, el celador del centro geriátrico de 'La Caritat' en Olot (Girona), al que se le atribuyeron 11 muertes de ancianos.

El crimen de Los Galindos ocurrió en el cortijo sevillano cuando cinco trabajadores fueron asesinados el 22 de julio de 1975, un año en el que la política marcaba la actualidad, con Franco casi agonizando y los partidos engrasando su maquinaria en espera de las primeras elecciones democráticas desde 1936, que finalmente se celebraron en 1977.

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Un crimen, o más bien cinco crímenes, que se produjeron en un entorno de enfrentamiento entre la España caciquil y la que quería hacer saltar los nudos que la ataban a los "señoritos".

Por mandato de nuestro Código Penal, el crimen de Los Galindos lleva prescrito 30 años, como cualquier otro que no se haya resuelto a los 20 años de iniciarse las investigaciones y sin posibilidades reales de que llegue a conocerse qué pasó.

El periodista Francisco Gil Chaparro cuenta en su libro sobre esos cinco asesinatos que el último juez que llevó el caso le trasmitió así su resignación. "Si ahora apareciese el culpable, no podría más que invitarle a un café y pedirle; 'por favor cuéntame como pasó'".

Cinco muertes, tres 'modus operandi' y ningún culpable

Lo dijo el juez en 1999, cuando Gil Chaparro presentó su primer libro sobre Los Galindos. Hoy seguimos sin saber cómo pasó. Podemos imaginárnoslo viendo las series y documentales que se han hecho del caso o leyendo los libros sobre estos sucesos, pero a lo mejor ni siquiera coincidimos en el veredicto.

Fue en un cortijo de Paradas, a 50 kilómetros de Sevilla, donde se perpetraron los cinco asesinatos con tres armas distintas. Dos de las víctimas fueron el capataz del cortijo, Manuel Zapata, y su esposa Juana Martín. Fueron asesinados a golpes con una pieza de acero.

El tractorista José González y su esposa Asunción Peralta también fueron golpeados y después quemados sobre un montón de paja en un cobertizo. Y otro tractorista, Ramón Parrilla, murió por disparos de escopeta.

Los cuerpos de todos ellos, que tenían entre 30 y 60 años, fueron hallados ese 22 de julio de 1975, salvo el del capataz. Precisamente por ello, las sospechas recayeron en este último. Sin embargo, tres días después su cadáver fue hallado en la parte trasera de cortijo, oculto bajo unas pajas. La autopsia determinó que pudo ser el primero en morir, lo que descartaba su autoría.

La esposa del capataz fue encontrada en el dormitorio de su casa, situada en una de las alas del cortijo, con regueros de sangre que indicaban que había sido transportada al menos por dos personas.

Mientras, el tractorista Parrilla apareció en el camino de acceso, a unos 200 metros de la vivienda, tras haber recibido un primer tiro en el cortijo y luego ser alcanzado y rematado al intentar huir.

"El más sobrecogedor de la España negra" pero también "el más burdo y perfecto", definió Gil Chaparro este quíntuple crimen. Burdo por la formas y perfecto porque no se consiguió saber quién o quiénes los perpetraron.

Hay quien dice, como el propio Gil Chaparro, que la culpa la tiene en parte una "pésima investigación inicial". "El primer juez no llegó al cortijo hasta 24 horas después de producirse las muertes y medio pueblo de Paradas recorrió el escenario del crimen en las horas inmediatas", relató en su día el periodista a EFE con motivo de su libro 'Los Galindos. El crimen de los silencios'.

Un ir y venir de gente que pudo incluso "contaminar" la escena del crimen y llevarse por delante algún indicio que hubiera podido ser clave en la investigación.

El juez Antonio Moreno Andrade, encargado del sumario abierto por el crimen, lo describía así en 1988: "La finca permaneció abierta un día entero desde que aparecieron los cadáveres y en la casa entraron vecinos de Paradas y periodistas de televisión que cambiaron los muebles de sitio. Sin juez, secretario ni forense que levantara los cuerpos, la confusión se apoderó del lugar".

¿Pudo alguien paralizar la investigación?

La Guardia Civil cerró las pesquisas antes de que se cumpliera un mes de los hechos y señaló al tractorista José González como autor de las muertes y de su suicidio posterior.

Sin embargo, ocho años después un juez ordenó exhumar los cadáveres y la autopsia reveló que González y su esposa tenían la cabeza destrozada y que, además, al primero le habían seccionado las piernas y los brazos, lo que evidentemente le descartaba como autor.

Tanto Gil Chaparro, como en su día el juez Moreno Andrade, insinuaron que personas influyentes contribuyeran a paralizar la investigación. "Altas influencias se movieron para que la investigación del caso quedase bloqueada", según dijo el juez.

En una entrevista en Diario 16, Moreno Andrade comentó un hecho que, según él, no se llegó a investigar. Tal y como contaba, antes del crimen se celebró en el cortijo "una reunión secreta de militares de alta graduación, en el instante en que el general Franco agonizaba en una clínica madrileña".

Y fue más lejos. Contó en esa entrevista que el propietario y administrador del cortijo, Gonzalo Fernández de Córdoba, capitán de caballería, mantuvo un encuentro con el gobernador militar de Sevilla, "a quien le pidió que cesara o se limitara a sus justos términos el cerco y las molestias a las que estaba sometido por las primeras investigaciones del quíntuple asesinato".

Crimen pasional, asuntos económicos, reyertas, drogas... fueron las hipótesis que se barajaron como móvil de los asesinatos. Hagan sus apuestas.