Los hijos de la Talidomida, a la espera de una reparación medio siglo después

LUISA ANTÚNEZ 22/11/2009 00:00

El caso de Rafael, 44 años y encargado de obra, es un ejemplo de mala suerte. Su madre tuvo vómitos durante el embarazo de su hermana mayor y el médico le recetó Softenon, uno de los siete medicamentos con talidomida que se vendieron en España. Como ya había superado el período sensible de embarazo (de 34 a 50 días tras la regla), el medicamento no afectó al feto. Cuando se quedó embarazada de Rafael, en el 64, la talidomida ya estaba prohibida en España, pero no retirada de las farmacias. El médico volvió a recetarle Softenon y lo tomó desde el principio del embarazo. Rafael nació con malformaciones en las extremidades superiores.

La droga se vendió por primera vez en 1957 en Alemania, bajo el nombre de Cortegan. En 1961, tras muchos casos de niños con graves malformaciones, en la mayoría de los países se prohibió su venta pero el franquismo la permitió en España hasta 1963.

Esa prohibición no supuso una retirada de las farmacias y, de hecho, en 1973, diez años después de su prohibición, dos de los medicamentos con talidomida seguían apareciendo en el vademécum anual.

Afecta a los órganos internos

El número de víctimas de la talidomida en España es difícil de precisar. En AVITE, la asociación que las aglutina, hay 100 registrados, aunque se cree que fueron unos 2.000. Los efectos del fármaco están médicamente reconocidos: deforma las extremidades superiores o inferiores, pero también afecta a órganos internos, el corazón, la vista, el oído,...

Esa es una de las principales preocupaciones de Rafael que, por su carácter extrovertido, no ha arrrastrado problemas psicológicos por su minusvalía: "una de las cosas que nos preocupa es la capacidad de envejecimiento. Tengo una artrosis enorme. Me duelen los brazos las 24 horas del día. A corto plazo somos personas completamente dependientes".

Como en otros países

Las víctimas españolas aún no se explican cómo nuestro país sigue siendo el único que se ha negado a reconocerlas.

"En España, ha existido, desgraciadamente mucha desidia y desinterés por parte de todos los partidos políticos. Si algun político de altura hubiese tenido algún afectado directo, este tema, se hubiera saldado hace muchos años" declara José Riquelme, presidente de la Asociación de Víctimas de la Talidomida en España.

La situación es tan paradójica que aunque la Ley del Medicamento reconoce que el escándalo de la talidomida cambió nuestra política sanitaria, ningún gobierno ha admitido que hay víctimas en nuestro país. Desde AVITE, esperan el primer reconocimiento del Gobierno. Un reconocimiento que lleve aparejado alguna de sus principales reivindicaciones: "los mismos derechos que han conseguido los afectados de todos los países del planeta: indemnizaciones, pensiones vitalicias, una Unidad Médica Especializada de Referencia, beneficios fiscales, apoyo psicológico, pago de prótesis, exención del pago de medicamentos, jubilaciones voluntarias", detalla Riquelme.

De rositas

Las víctimas creen que la farmacéutica debe asumir su responsabilidad. "En España, de momento, el laboratorio responsable de la masacre, con pasado nazi, Grünenthal, ha pasado de rositas, y no ha querido asumir ninguna responsabilidad, no ya la jurídica, sino la moral. Es más, ni siquiera ha querido recibirnos nunca, ni en Madrid ni en Stolberg (Alemania), donde tiene su central", denuncia Riquelme.

La talidomida sigue vendiéndose por sus beneficios frente a la lepra y algunos cánceres. El Presidente de la asociación inglesa, Freddie Astbury, que se debate entre la vida y la muerte por las degeneraciones internas que produce la talidomida, descubrió recientemente que en Kenia y otros países siguen naciendo bebés con malformidades.

"Cuando veo como Grunenthal vende que son los mejores en su página web se me clava en el corazón", confiesa Rafael. No es para menos.

Rafael, un luchador que empezó a trabajar a los 13 años en una obra, sabe que hay cosas que no podrá lograr por mucho que pelee. Una es jugar al baloncesto (su 1,95 cm. se lo permitirían pero no sus brazos). La otra le afecta a su ámbito privado: "Nunca he podido coger en brazos a mis hijos".