Absorber CO2 para carbonatar bebidas: cómo la tecnología DAC aspira a reducir las emisiones

  • El 'Direct Air Capture' o DAC recoge dióxido de carbono del aire para almacenarlo o reutilizarlo en bebidas, invernaderos o combustibles

  • Hay 19 plantas en la actualidad, que capturan 100.000 toneladas de CO2 al año; una que se inaugurará en Texas en 2024 tendrá diez veces esa capacidad

  • Los mayores impedimentos para escalar esta tecnología son su alto coste y la dificultad de almacenar gases bajo tierra

Imaginen una aspiradora que pudiese absorber el dióxido de carbono que emitimos a la atmósfera. Ahora vayan un paso más allá: imaginen que ese CO2 se reutiliza y sirve para crear las burbujas de su Coca Cola. Por surrealista que parezca esta tecnología ya existe: se llama DAC o Direct Air Capture en inglés. Literalmente, captura directa de aire.

Por ahora, existen 19 plantas repartidas entre Europa, Estados Unidos y Canadá que pueden hacer este proceso. Entre ellas recogen 100.000 toneladas de CO2 al año. Lo que generan unos 450.000 coches en el mismo tiempo. Pero hay proyectos en avanzado estado de desarrollo para crear instalaciones que absorban diez veces esa cantidad. ¿Podríamos estar ante la solución para lograr la meta de emisiones cero para 2050?

¿Cómo funciona la tecnología DAC?

En la actualidad, se utilizan dos sistemas para capturar CO2, después de aspirar el aire:

  • Soluciones químicas líquidas (por ejemplo, de hidróxido).
  • Filtros absorbentes sólidos.

En ambos casos el CO2 es absorbido o se adhiere al elemento líquido o sólido. Después, mediante calor, se separa el dióxido de carbono puro, que vuelve al estado gaseoso.

Luego, se puede reutilizar. Para carbonatar bebidas, optimizar el crecimiento de hortalizas en invernaderos o mezclado con hidrógeno para crear combustibles sintéticos.

¿En qué fase se encuentra esta tecnología?

La primera planta de DAC se abrió hace cuatro años en Suiza. Ahora, existen cerca de una veintena de instalaciones operativas, la mayoría en Estados Unidos -donde más dinero público y privado se está invirtiendo-.

Aunque la más grande, llamada Orca, se inauguró este pasado septiembre y se encuentra en Islandia. La máquina, creada por la empresa suiza ClimeWorks, puede absorber unas 4.000 toneladas de CO2 al año. Lo que emiten unos 890 coches anualmente.

Todavía se trata de instalaciones pequeñas, que sobre todo se dedican a vender el dióxido de carbono a terceros. Para hacernos una idea, en 2020 se emitieron 31.500 millones de toneladas de CO2 en todo el mundo, según la Agencia Internacional de la Energía (IAE, por sus siglas en inglés. Las plantas de DAC recogieron el 0,0003%.

Pero, 2022 podría ser un año clave para escalar la tecnología. Comenzará a construirse un gigantesco sistema de DAC en Texas (EEUU). La compañía canadiense Carbon Engineering aspira a capturar con ella 1 millón de toneladas de CO2 anuales a partir de 2024, diez veces más que todas las plantas actuales combinadas. También está perfilando una planta de proporciones similares en Escocia (Reino Unido). El consorcio noruego Norsk e-Fuel espera generar 3 millones de litros de combustible sintético para 2024, una parte de ellos generados con carbono recogido por DAC.

¿Cuáles son los mayores hándicaps para escalarla?

Se resumen en dos: el coste y el almacenamiento. Para el primero, los números estimados varían enormemente: de los 100 dólares por tonelada capturada hasta los 1000. A los costes operativos hay que sumar la millonaria inversión que supone construir la instalación.

En cuanto al almacenamiento, es la alternativa al uso inmediato del CO2 capturado, menos extendida. Permitiría deshacerse de aún más dióxido de carbono. Pero, éste debe comprimirse a presión muy alta para almacenarlo bajo tierra, para evitar causar seísmos. Lo que aumenta el coste operativo y de construcción y elimina los beneficios de su venta.

A pesar de ello, hay plantas como la de Islandia que se decantan por esta opción. Su propuesta es transformarlo en roca -un proceso que durará 23 años- para enterrarlo en formaciones de basalto. Una iniciativa que da más estabilidad al suelo y que apenas tiene huella hídrica o terrestre.

¿Frenará el cambio climático?

La respuesta en papel es no. Para absorber todo el CO2 producido en 2020 harían falta 31.500 plantas como la que se ubicará en Texas. Con lo que, a corto plazo, sin reducir drásticamente nuestras emisiones no es viable. Además, la mayoría de las oportunidades existentes a gran escala resultarían en la reliberación de parte del CO2 capturado a la atmósfera. Por ejemplo, con la quema de combustible sintético.

Es decir, no sería una tecnología de emisiones cero, pero reduciría los gases de efecto invernadero si estos fueles más verdes sustituyen a los carburantes actuales. De ahí la importancia de profundizar en soluciones como el almacenamiento geológico. O que la energía que active el sistema DAC provenga de fuentes renovables.

Al final, la realidad tiene sus matices. Aunque la captura directa de aire por sí sola no resolverá la crisis climática, es una de las pocas herramientas disponibles para eliminar el CO2 de la atmósfera. Algo que puede ser fundamental en sectores difíciles de descarbonizar, como la aviación y la industria pesada.

Tecnologías como DAC o la reforestación pueden compensar sus emisiones y respaldar una transición ecológica más rápida. Compañías como Microsoft o United Airlines ya han sellado acuerdos en esta línea. La clave es que sean instrumentos que impulsen el cambio, no las excusas que lo impidan.