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Sorteo de Navidad

Así es el dispositivo de seguridad para custodiar los bombos y los números de la Lotería de Navidad en el Teatro Real

Los bombos llegan al Teatro Real
Momento en que los bombos llegan al Teatro Real. Silvia Asiain @silviasiain
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A primera vista, el Teatro Real, donde se celebra el Sorteo de la Lotería de Navidad es una suerte de caos en el que reinan las voces de un coro de niños, bombos dorados y montones disfraces estrafalarios en el patio de butacas. Pero para que el 22 de diciembre todo eso parezca sencillo, durante meses se despliega un dispositivo de seguridad casi quirúrgico que empieza mucho antes de que los bombos lleguen al Teatro Real y que protege cada bola como si fuera una pieza de alta joyería.

De la madera de boj a la cámara de seguridad

El corazón del sorteo son las bolas. Estas se fabrican en madera de boj, que ha sido elegida por su resistencia y estabilidad. Cada una de estas bolas tiene además unas características muy concretas, y pesan aproximadamente tres gramos, midiendo 18,8 milímetros de diámetro. En total, se necesitan más de 100.000 bolas: las que contienen los números del 00000 al 99999 y las 1.807 correspondientes a los premios, desde el Gordo hasta la pedrea.

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Una vez producidas, se revisan una a una y se almacenan en urnas o arcones numerados. Loterías y Apuestas del Estado (SELAE) se encarga de su custodia en cámaras de seguridad, y solo se manipulan bajo supervisión notarial. Las bolas pasan por varias revisiones antes de llegar al sorteo. Cuatro meses antes del sorteo, dos personas se dedican a clasificar las bolas, que han estado guardadas en arcones desde diciembre del año anterior, primero por millares y luego por centenas de manera manual “bola a bola”. A esta comprobación la siguen otras tantas en verano y otoño para sustituir cualquier pieza defectuosa.

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La sala cerrada con llave y los ‘claveros’

La recta final comienza la víspera del sorteo. El día 21 de diciembre se vuelven a contar las bolas de premios y números, se colocan en las liras y se cuelgan del llamado “paraguas” que luego alimentará los bombos. Cuando termina ese recuento, el salón queda desalojado y cerrado bajo llave.

Solo tres personas pueden entrar en esa sala. Por un lado los llamados claveros, que son los encargados de la custodia de las bolas. Son las personas responsables, físicamente, de que nada se altere desde que se cierra el salón hasta que, ya el día 22 por la mañana, las bolas se trasladan desde la tolva al bombo a la vista de todo el mundo, bajo el ojo de varias cámaras.

Los bombos del Sorteo Extraordinario de Navidad en el Teatro Real

Del almacén secreto al subsuelo del Teatro Real

Hasta llegar a ese punto, los elementos materiales del sorteo han recorrido un camino muy vigilado. Durante buena parte del año, bombos y bolas permanecen en una localización no divulgada; desde allí salen en camiones hacia el Teatro Real. Según ha explicado SELAE, llegan por la parte trasera del escenario y descienden en plataforma hasta la planta -16 del edificio.

En ese sótano, 16 metros por debajo del escenario, se guardan los bombos, el grande con las 100.000 bolas de números y el pequeño con las 1.807 de premios, bajo una vigilancia permanente. Es aquí cuando el personal de auditoría desprecinta los conjuntos de bolas, comprueba que el traslado ha sido impecable y vuelve a precintarlos hasta el día del sorteo. Allí quedan custodiados hasta el día del sorteo por dos vigilantes armados de manera continuada, además del por el sistema de seguridad general del Teatro Real.

Del sótano al escenario… y a los hogares

La mañana del 22 de diciembre, los bombos suben de nuevo desde la planta -16 hasta el nivel de calle, en el que está el escenario principal del Teatro Real. Una vez hecha esta operación, se verifica otra vez que están todas las bolas. De nuevo, cuenta una a una las 100.000 bolas de números y las 1.807 de los premios, auditadas en sus liras antes de entrar en los bombos. Solo entonces los claveros abren la sala, se manipulan las tolvas y, ya bajo la atenta mirada de las cámaras y del público que se persona para asistir al sorteo, las bolas caen a los bombos.

Detrás de la imagen icónica de las bolitas doradas girando hay, por tanto, un engranaje muy poco festivo y calculado: cámaras de seguridad, almacenes cerrados a cal y canto, claves en manos de solo tres personas, revisiones sucesivas y guardias armados 16 metros bajo el suelo del Teatro Real.

La “magia” del Gordo se sostiene precisamente en eso: en un procedimiento diseñado para que, cuando los niños de San Ildefonso empiecen a cantar, lo único que quede al azar sea el número que sale del bombo, no la limpieza del sorteo.