Salvad a Toño: un cachalote atrapado en una red lucha por su vida en el Estrecho

  • El cetáceo mide más de 15 metros, y su peso se aproxima a las 50 toneladas

  • Se espera a que caiga el viento de levante para un posible rescate

La vida de Toño pende un hilo, de cientos de hilos del grosor de un dedo, los de la maldita red de deriva en la que está atrapado desde el mediodía del pasado viernes, en el Estrecho. Toño es un macho de cachalote, un viejo conocido de biólogos y observadores de cetáceos, que lleva más de veinte años visitando las aguas de la zona.

El viernes, mientras navegaban en busca de estos cetáceos, un grupo de científicos, a los que acompañaba el campeón del mundo de fotografía submarina Rafael Fernández Caballero, vieron a Toño sumergirse en busca de comida. El momento de su salida no lo olvidarán jamás.

“Vimos que su soplo era muy flojo. Nos acercamos, y se notaba que el animal se comportaba de manera rara”, cuenta la bióloga Eva Carpinelli, de la Asociación Nereide. “Al acercarnos vimos que estaba enredado en una red verde”.

Rafael se lanzó al agua para ver desde abajo las posibilidades que había de liberarle de la red. Nos quedamos muy sorprendidos, era como un embutido de estos que vienen en malla, entero, de la cabeza hasta la cola

“Después de 43 minutos de inmersión salió enmallado”, explica Paco Gil, de la empresa de avistamiento Turmares. “Al verlo, Rafael se lanzó al agua para ver desde abajo las posibilidades que había de liberarle de la red. Nos quedamos muy sorprendidos, era como un embutido de estos que vienen en malla, entero, de la cabeza hasta la cola”.

La imagen, captada por Rafael Fernández, que tiene un permiso de la administración para sumergirse con cetáceos en la zona, es escalofriante. Un animal de más de 15 metros de largo y con un peso de más cuarenta toneladas, completamente inmovilizado por una red de deriva.

“Pase a un metro de su ojo y vi que me miraba así, como con pena. A mí se me rompió el corazón. Sentía pena y ganas de llorar”, cuenta el fotógrafo. “Cuando me puse frente a él, hizo los chasquidos típicos de estos animales para comunicarse. Pasó de mirarme con pena a algo así como no se que está pasando aquí, ni quien eres tú. Se puso más nervioso y comenzó a sumergirse hasta desaparecer”.

La muerte, en forma de red abandonada, navegando entre dos aguas: “Hace años eran uno de las mayores amenazas para estos animales, en el Mediterraneo”, apunta Carpinelli. “Se prohibieron, pero se siguen utilizando”.

“Pase a un metro de su ojo y vi que me miraba así, como con pena. A mí se me rompió el corazón. Sentía pena y ganas de llorar”

“Teníamos dos navajitas pequeñas incapaces de cortar cables del grosor de un dedo, no teníamos bombonas” dice Paco Gil. “Aun así, pensamos en llamar a amigos que nos trajeran botellas y equipos para intentarlo, aunque es peligroso, porque el animal tiene que aceptar todavía que se acaba de enmallar y puede dar un coletazo. Todo eso teníamos en la cabeza, cuando el mar empezó a hervir y salto la levantera”.

Desde entonces, el levante sopla con fuerza en el Estrecho, y lo hará, al menos, una semana. Se está organizando un grupo de rescate con expertos, pero hace falta una ventana de poco viento para llevarlo a cabo. Mientras tanto, la red le causa heridas en la piel. Con la boca atrapada por las mallas, tampoco puede alimentarse. Si no cesa el levante, la vida de Toño corre peligro.