El restaurante de un barrio obrero que ayuda con menús solidarios: "Los que menos tienen, son los que más dan"

  • Desde 'Casa de comidas Carmela" han creado una red piramidal de ayudas para poder repartir menús solidarios

  • Desde el 4 de mayo han entregado casi 1.800 comidas a familias con pocos recursos del Barrio de San Blas

Durante el confinamiento, Jaime Rincón estaba aprovechando para acondicionar el restaurante que le acababan de traspasar. Su idea era tenerlo listo para abrir cuando todo acabara. Pero un día, tuvo un encuentro que le hizo ampliar sus planes de reforma más allá de los muros del local. Una mujer, bien vestida, con dos niños pequeños, le pidió algo de comer y Jaime sintió "una puñalada en el alma".

"Empecé a pensar que tenía que hacer algo por toda esa gente que lo estaba pasando mal. Mi hermano que vive en Chile, colabora con muchas asociaciones de solidaridad y me aconsejó", cuenta Jaime.

Intentó organizar un reparto de comidas por medio del Ayuntamiento pero no contestaron a su propuesta así que decidió hacerlo por su cuenta.

Jaime además de propietario del restaurante Casa de comidas Carmela, es profesor de un máster de alimentación en la universidad Juan Carlos I de Madrid. Asesorado por ellos, decidieron emprender lo que llaman una "acción solidaria de impacto local", a modo de "ayuda piramidal".

"Para que no solo sea el cliente o el propietario el que aporta algo", explica. Y así ha creado Comidas para todos, una red de ayuda que empezó a funcionar el 4 de mayo y ya da de comer a 85 familias con al menos dos niños menores de seis años, en San Blas. El barrio obrero del noreste de Madrid donde está su restaurante.

"Con la red de ayuda colaboramos todos, mi proveedores, los clientes, nosotros. Lo hemos organizado de un modo sencillo para que se pueda participar a través de tres vías", explica.

A través de:

  1. Los pedidos a domicilio: de cada 10 euros facturados, el restaurante destina un euro para el fondo de Comidas para todos.
  2. Accediendo a la página web y adquiriendo directamente un menú solidario de 3 euros.
  3. Comprando vía online a los proveedores del restaurante (a precio de coste).y de lo cobrado estos ceden un porcentaje para el fondo de comidas.

De este modo han conseguido repartir cerca de 1.800 menús. Para elaborarlo sigue las recomendaciones de un amigo nutricionista. Es, insiste Jaime, el mismo menú que da en su restaurante. Menos un día, el de San Isidro. Al ser festivo no abrieron para el público, pero si para los menús solidarios.

"Les dimos chocolate con churros, calamares, cochinillo. Fue muy bonito. Hasta una amiga florista se vistió de chulapa y regaló claveles", comenta Jaime.

Todo lo coordina a través de la Plataforma Vecinal de San Blas, su barrio. Allí le contaron que si antes ayudaban a 300 familias, ahora debido a la crisis generada por el coronavirus, tienen que atender a más de 800. Personas que lo están pasando mal. Que han perdido sus trabajos por Ertes o despidos y que necesitan ayuda para poder alimentarse.

Jaime y su equipo están orgullosos de su barrio, sienten que a pesar de ser mayoritariamente obrero, sin muchos recursos, los vecinos se están volcando:

"Los machacas que piden un café, los que menos tienen, son los que más dan. Siempre donan aunque se un euro para los niños", cuenta emocionado.

Y aunque sabe que la situación no es fácil y que esta crisis puede durar mucho, asegura que piensa seguir cocinando para los que lo necesiten: "Lo del beneficio ahora no importa", añade. Y antes de despedirnos nos agradece que le ayudemos a difundir su proyecto de solidaridad. Entre todos tenemos que hacer saber a las familias con pocos recursos, que "estamos aquí y no les vamos a dejar solos", explica.

Pero no les han dejado solos, al contrario.

Con Paloma empezó todo

Antes de salir de casa, Paloma se ha pintado los labios. Quería que Jaime Rincón la viera bien, porque gracias a él ha recuperado la sonrisa. Y un poco la vida. Tres días a la semana recibe uno de los menús solidarios que Jaime prepara en Casa Carmela, su restaurante de un barrio obrero del noreste de Madrid.

Al llegar a la casa de comidas, se ha quitado la mascarilla, manteniendo la distancia, y tras saludar a Jaime, le ha vuelto a dar las gracias.

Cuando me ha dicho: '¿Te acuerdas de mí?', casi se me rompe el alma. Volver a verla me ha emocionado. Le ha cambiado la cara, ahora parece una persona con esperanza", cuenta Jaime contento.

Como todos los días se ha levantado a las siete de la mañana para trabajar en el restaurante. No volverá a casa hasta las ocho de la tarde, cansado, pero feliz.

Gracias a su proyecto #comidaparatodos, subsisten muchas familias, entre ellas la de Paloma, la mujer "que le rompió el alma" cuando, tragándose el orgullo, se acercó a él un día de marzo para pedirle ayuda.

"Es una persona normal, como podría ser mi hermana. Una currante que de pronto se ha encontrado sin nada. Saber que sus hijas ahora pueden comer gracias a nuestros menús, hace que el esfuerzo merezca la pena", explica.

Paloma tiene 47 años y dos niñas de 7 y 10 años que mantiene como puede. Su pareja murió hace tiempo. Sufre fibromialgia y está en paro. Durante el confinamiento la vida se le cayó encima.

Intentaba no llorar para que mis hijas no me vieran, pero no sabía muy bien qué hacer. Me echaba a la calle a pedir ayuda y nadie me escuchaba", cuenta casi susurrando.

Antes trabajaba en el sector de las hostelería, como pinche o camarera, pero nunca ha tenido un contrato fijo. Siempre eventual o en economía sumergida. Con la llegada de la pandemia todo empeoró.

"Ni siquiera nos daban el menú escolar, ese de pizza que contaban los políticos. Llamé a todas partes, y nada. Solo me daba fuerzas ver a mis hijas. Por ellas seguí luchando, y seguiré luchando. Por ellas me tragué el orgullo y me lancé a pedir", cuenta.

Una pesadilla que mejoró cuando se encontró con Jaime y la vida empezó a sonreír de nuevo.