El exnovio de Déborah Fernández reconoció ante la Policía que mintió para no verse incriminado

  • La Audiencia Provincial de Pontevedra ha obligado a citarle como investigado casi 20 años después de la muerte de la joven

  • La Policía le ha tomado declaración al menos en seis ocasiones con constantes contradicciones. El juzgado tardó ocho años en registrar su coche

  • En 2006, llegó a reconocer que había “falta de veracidad” en sus versiones anteriores por “miedo a que estos hechos le pudieran incriminar de alguna manera”

El día 20 de diciembre de 2006, Pablo P. S. se presentó de forma voluntaria ante los agentes del Grupo de Homicidios de la Policía Nacional que investigaba el crimen de Déborah Fernández, la joven que desapareció el 30 de febrero de 2002 y cuyo cuerpo sin vida fue encontrado once días después en una cuneta de una carretera secundaria. Y allí cambió de versión sobre sus cinco declaraciones anteriores, también como testigo, y reconoció que había aportado explicaciones inciertas con el ánimo de no ser incriminado en la causa. Una investigación por la que ahora, 16 años después de aquellas palabras, la Justicia le ha citado de forma oficial como investigado.

El de Déborah Fernández es uno de los grandes crímenes sin resolver de la historia de España. La joven salió de casa la tarde de su desaparición para dar un paseo, quedó con su prima y las dos se separaron a la altura del Puente de Lagares, en la costa de Vigo. El último testigo que la vio con vida la describe andando por la llamada Curva del Matadero, a solo 600 metros de su casa.

A su prima le dijo que esa noche no pensaba salir, que quería pasar por el videoclub para alquilar Amelie y quedarse en casa tranquila. Tampoco llegó a alquilar la película. A los once días, su cuerpo apareció desnudo en mitad de una recta en una carretera secundaria. No hubo marcas de arrastre ni huellas de neumáticos. Los agentes creen que quien la dejó allí la tuvo varios días en casa antes de abandonar su cuerpo en esa recta, para confirmar gracias a la oscuridad y a las luces de los faros, que no había testigos cerca.

Junto al cuerpo de Déborah, la Guardia Civil encontró un preservativo y un pañuelo. Contenían ADN de un hombre y una mujer, sin identificar 19 años después, pero no eran de la joven ni de nadie de su entorno. Tampoco de su exnovio, ahora investigado. La tesis de los investigadores refleja que el asesino quedó con ella o se la llevó esa misma noche antes de llegar a casa, acabó presuntamente con su vida, mantuvo escondido su cuerpo durante días, tomó el preservativos del suelo de alguna zona donde las parejas acuden a mantener relaciones sexuales, manchó con uno de ellos el cuerpo de la chica y dejó otro junto al cadáver para fingir un ataque sexual realizado por terceras personas.

Los primeros compases: un supuesto novio francés

Desde el primer momento, los agentes de Homicidios de la Policía Nacional han barajado distintas hipótesis sobre el caso. Incluso se habla en la autopsia de una posible muerte súbita, que no explicaría como aparece la joven con el cuerpo desnudo. Y más cuando los forenses confirmaron que falleció con la ropa puesta, por las marcas post mortem que dejó en el cuerpo la malla que Déborah se puso cuando salió a correr esa misma tarde.

Sin embargo, los informes policiales del caso señalan de una forma cada vez más clara al que fuera exnovio de Déborah durante esa época, y a las distintas versiones y contradicciones que este hombre aportó a la causa. Tanto que en 2006 llegó a reconocer que había dado esas versiones por medio a verse incriminado, pese a volver a cambiar parte de sus palabras en 2010.

En total, la expareja de la joven fallecida ha prestado declaración ante la Policía Nacional en al menos seis ocasiones. La primera de ellas fue el 9 de mayo de 2002. Ante los agentes aseguró incluso que el padre de Déborah le había explicado que podría no tratarse de una desaparición forzosa, y que la joven presuntamente una mantenía una nueva relación con un joven francés, aunque él no sabía si este chico estaría vinculado con el crimen.

El 14 de mayo, el ahora investigado se prestó a aportar su ADN de forma voluntaria. El cotejo con todo lo encontrado en la escena del crimen dio negativo o indeterminado, ya que algunos de los restos localizados en la inspección ocular no pudieron ser analizados por falta de material genético. El 3 de junio de ese mismo año, el juzgado le citó por primera vez para comparecer como testigo. No se presentó, alegando que en ese momento residía en Argentina. Y desde ese momento no ha vuelto a ser llamado por en sede judicial, aunque sí por los agentes encargados del grupo de Homicidios de la Unidad de Delincuencia Especialmente Violenta (UDEV) de la policía nacional, que bautizó el caso como la operación Arcano.

El misterio de la ruta

Déborah y Pablo se conocieron dos años antes en la boda de una amiga común, y mantuvieron una relación que acabó en las navidades de 2001. El día de su desaparición, la joven deja sus clases de Diseño Informático con la excusa de un dolor abdominal, pero se va a la peluquería Gala, donde pide hora para depilarse. Sus amigas confirmaron en las declaraciones que era algo que solía hacer cuando sabía que iba a tener un encuentro con alguna pareja.

En una de sus comparecencias como testigo, celebrada en 2004, el exnovio de la joven explica que “en ocasiones anteriores, cuando había venido de Argentina, Déborah se había arreglado (depilado etc) y en esta ocasión, a pesar de que habían cortado, había hecho lo mismo”, para negar cualquier conocimiento de este dato en 2010 “preguntado para que diga por qué motivo piensa que aquel 30 de abril de 2002 Déborah acudió a la peluquería para depilarse, contesta que no tiene ni idea”.

El detalle es importante, ya que los investigadores trabajan con la tesis de que Déborah acudió a la peluquería ese día porque habría quedado después con una tercera persona. Alguien todavía sin determinar. La madre de la víctima explicó también que Déborah le había comentado su intención de quedar con alguien, al igual que otra de las amigas íntimas de la joven. Pero no fue esa la versión que aportó a su prima Núria, la última que la vio con vida.

Ante los investigadores, Pablo reconoció que la mañana del día 30 de abril, habló con Déborah mientras la joven estaba todavía en la peluquería. Dice que fue una charla cordial que duró apenas un minuto y que nunca quedaron esa noche. Después, se marchó a comer con tres amigos al restaurante La Trucha , de ahí a su oficina, a las 18:30 fue a casa de sus padres y a las 19:45 al gimnasio Vista Alegre. Aquí llega uno de los momentos clave, cuando a las 20.40 dice que sale desde allí a un partido de fútbol que juega en el Club de Campo. En esa misma hora, los investigadores fijan más o menos la hora en la que Déborah es vista por última vez a 600 metros de su casa. A las 20.50, los investigadores confirman que Pablo estaba en el coche ya que llama al gimnasio porque se ha dejado un reloj. ¿Qué ruta siguió entonces? ¿Pasó por delante de la casa de Déborah?

Llamadas a la familia y un arcón frigorífico

Aquí viene otra de las contradicciones más importante, donde el exnovio reconoce en un primer momento que toma la ruta de la playa aunque normalmente no lo hace, para después asegurar que no lo recuerda con exactitud. Lo que confirman sus compañeros es que el partido arrancó a las 21.20. Cuando acabó, Pablo asegura que se marchó a casa a ducharse y luego volvió a cenar al mismo club, de nuevo con sus amigos, donde según esta versión estuvo hasta la 1,15 de la mañana.

Con estos datos sobre la esa, en 2006 cambió su versión en varios puntos, y aseguró que pese a había dicho que no había mantenido contactos telefónicos con las hermanas de Déborah, la realidad era distinta. El detalle es importante, ya que aquí se produce una versión contradictoria entre Pablo y la familia de la joven. Mientras él mantiene que eran las hermanas de Déborah las que le decían que la llamase, la familia de la víctima ha explicado en sus declaraciones que el interés en verla era por parte de Pablo. Cuatro años después de la aparición del cuerpo, el exnovio reconoce por primera vez de forma clara esos contactos “sin que en el momento presente se pueda precisar la causa de las llamadas”, aunque “si bien supone que debido a la presión de Carlos (cuñado de la chica) sobre la relación con Deborah”.

A la mañana siguiente, el cuñado de Déborah asegura que fue con Pablo a un apartamento propiedad del exnovio y en el que la pareja se solía citar. Según su relato, Pablo subió solo y les dijo que esperasen en el coche. Algo que el exnovio de la víctima ha negado también en sus declaraciones. Con anterioridad, negó incluso haber pedido a su padre esa misma mañana que revisara la vivienda, algo que el progenitor reconoció después a los agentes, al igual que el propio Pablo.

En otra de sus declaraciones, el ahora investigado dijo que al llegar a su casa del partido de fútbol, sus padres estaban en casa, lo que confirmaría su coartada para esas horas. Sin embargo en 2006 “reconoce que sus padres no estaban, puesto que era conocedor de que estaban en una cena con amigos”. “También recuerda el declarante que hizo una llamada a Carlos S. (Cuñado de Déborah) sin recordar en este acto el motivo de la misma. En 2010, volvió a cambiar de versión y preguntado por si realizó esta llamada explica que “cree que no, pero que no puede acordarse”. Al ser preguntado por el motivo de esa conversación, lo reitera: “Que no le llamó y en consecuencia no puede acordarse”.

Ante la Policía Nacional, Pablo también cambió de versión sobre si su expareja tenía o no una tarjeta de crédito a su nombre: “que si bien en declaraciones pasadas manifestó que Deborah jamás tuvo una tarjeta de crédito del declarante, reconoce en el presente acto que le dejó una tarjeta visa de la entidad Caixanova, no pudiendo precisar cuándo se la retiró”.

Otro punto clave fue la posible existencia en el trastero de esa citada vivienda, de un arcón frigorífico. “Que si bien en declaraciones pasadas manifestó que en el cuarto trastero del apartamento de su propiedad solo podía haber algún mueble traído de las Islas Canarias, reconoce que, o bien en su trastero o bien en el trastero perteneciente al piso propiedad de su padre y colindante con el del dicente, existe un pequeño arcón frigorífico, del que desconoce las medidas”. En 2010, vuelve a mantener que ese arcón frigorífico nunca estuvo en su vivienda.

“Preguntado para que manifieste por qué durante estos cuatro años no ha reconocido los hechos de las llamadas, la tarjeta de crédito y el encomendar a su padre a acudir a su apartamento, manifiesta que ha tenido miedo a que estos hechos le pudieran incriminar de alguna manera en la desaparición de Deborah”. En una declaración posterior justificó estas distintas versiones en su nerviosismo y bloqueo mental cuando es interrogado por los agentes.

Fibras del pelo y un coche con “olor a muerto”

Sin embargo, uno de los elementos que más llamó la atención de los investigadores no tuvo que ver con sus declaraciones, si no con su coche. Según los informes de la Policía Nacional, “en fecha no concretada” pero entre los días tres y cuatro de mayo, (el cuerpo de Déborah aparece el día 10 de ese mismo mes) su exnovio deja el coche en un aparcamiento público junto al que la familia tiene una vivienda. Lo que extraña a los agentes es que la residencia familiar también tiene garaje.

La hermana y la prima de la víctima explicaron a la Policía que el ahora investigado les explicó que había dejado ahí el coche porque olía muy mal y que había tenido que limpiar el vehículo en profundidad, ya que se había olvidado dentro unos langostinos. “Parece ser que un empleado del mismo (garaje) le preguntó qué era lo que tenía dentro, que olía a muerto”, reflejan los informes policiales. Algo que Pablo ha negado de forma tajante en sus declaraciones.

Con esto sobre la mesa, el Juzgado de Instrucción número dos de Tui, encargado del caso, autorizó un registro de su vehículo. Habían pasado ocho años desde que Déborah fue encontrada en sin vida en una cuneta. Los agentes de la Unidad Científica de la Policía Nacional no encontraron nada.

Tampoco fue concluyente el análisis de las fibras azules que los forenses localizaron en el en el cabello de Deborah. Los agentes sospechaban que la joven fue cubierta por la cabeza con algún tipo de manta, similar a las que utilizaba entonces Iberia en sus viajes transoceánicos. Por eso le pidieron a la familia que aportara alguna si tenía, con la esperanza de cotejar las fibras encontradas con alguna manta que Pablo le hubiera regalado a Deborah tras sus numerosos viajes a Argentina. Tampoco dio resultado afirmativo.