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La nueva vida de Josep, el preparador de la Rafa Nadal Academy que vio la muerte de frente: "Todo me cambió en un segundo"

Josep junto a Montse, su mujer, el día de su boda tras el accidente.
Josep junto a Montse, su mujer, el día de su boda tras el accidente. Cedida
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El 11 de noviembre de 2022 cambió para siempre la vida de Josep Salvà y Montse Alegre. Aquel día, un accidente de tráfico en la carretera entre Manacor y Petra, en las Illes Balears, dejó a Josep, un joven de 28 años, al borde de la muerte. Preparador físico en la Rafa Nadal Academy, marido, y padre reciente, pasó de vivir a toda velocidad a tener que reaprender a respirar, hablar, comer y caminar.

“El Josep de antes era una persona muy alegre, muy bromista, con muchas ganas de vivir y superarse. Empecé mis prácticas de la carrera allí, en la Rafa Nadal Academy, y después me ofrecieron quedarme”, recuerda Josep en una entrevista con Informativos Telecinco. Ese joven entusiasta y deportista jamás imaginó que su fortaleza física sería la herramienta más importante para sobrevivir.

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Aquel día, a las tres y media de la tarde, conducía de regreso a casa. Quince minutos después, un conductor distraído por el móvil invadió su carril y le impactó de frente. El golpe fue brutal. Su coche quedó destrozado y él, inconsciente. Los médicos del Hospital Son Espases en Palma de Mallorca hablaron de “un cuadro crítico”. Le dijeron a su familia que se despidiera. Pero Montse, su compañera de vida, no estaba dispuesta a hacerlo.

46 días entre la vida y la muerte

Josep estuvo 46 días en la UCI y un mes en planta. "Cuando los médicos decían que podría no sobrevivir, yo solo pensaba que él no era de rendirse", cuenta Montse, quien acababa de dar a luz a su hijo Jan, de apenas tres meses. Así, la vida la obligó a dividirse entre cuidar a su bebé y sostener a su marido en coma. “Por recomendación de los médicos, llevaba al bebé para que Josep pudiera reaccionar a los estímulos. Lo tocaba y él abría los ojos”, relata emocionada.

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Josep y Montse

Cuando Josep despertó, el mundo era otro. “El despertar no es como lo pintan en las películas. Es algo progresivo y lento. A causa de los antibióticos y del daño cerebral adquirido no recuerdo nada de los tres meses posteriores al accidente, los tengo completamente perdidos”, explica Josep.

Después de un mes en planta, Josep fue derivado al Hospital Sant Joan de Déu, donde pasó nueve meses ingresado. Allí empezó la batalla más dura de su vida: la rehabilitación. “Lo más duro es ver que he perdido mi independencia, que necesitaba ayuda para todo, incluso para poder orinar. Ver que todas tus capacidades se han eliminado de tu cerebro, que tienes que volver a reiniciar todo, desde comer hasta caminar, fue muy frustrante. Pero esa frustración me hacía superarme, porque no quería quedarme en ese estado”, dice.

Aun así, hubo momentos de desesperanza. “Hubo muchos días en el hospital donde veía que no avanzaba, porque quería correr antes de saber andar. Lo que me motivó fue mi mujer y mi hijo. Mi mujer me decía: ‘La próxima vez que me digas no puedo, te cortaré la lengua’", recuerda Josep.

Montse, su mayor pilar

Montse, de profesión administrativa, tuvo que convertirse en madre, fisioterapeuta improvisada, enfermera y acompañante. “Para mí es el mayor reto que la vida me podía plantar. No es fácil asumir ni digerir tanta información y ser el apoyo principal para dos personas a la vez, cada uno con diferentes necesidades, pero ambos me necesitaban por igual. Ser acompañante te nace de dentro, significa dejar tu vida de lado para centrarte en las necesidades de otro”, explica.

A medida que Josep progresaba, Montse debía aprender constantemente cómo ayudarlo a caminar, a ducharse, a vestirse. “Una de las primeras veces que se ponía de pie, pero no tenía equilibrio, caía todo su peso sobre mí. Ahí me di cuenta de que tenía que ponerme muy fuerte para poder ayudarlo”, comenta.

Montse ayuda a Josep a levantarse de la silla de ruedas.

Cuando por fin Josep recibió el alta después de los nueve meses de ingreso, tuvieron que cambiar de vivienda ya que necesitaban mayor espacio: “Buscamos un piso con ascensor, compré un elevador de asiento para el baño, un taburete para ducharse, quité la mampara. Todo era un aprendizaje nuevo y adaptarnos a una nueva vida”, cuenta Montse.

Una boda para sellar su amor incondicional

El accidente también transformó su relación. “Ha cambiado por completo", confiesa Montse. “Hemos asumido diferentes roles, modificado rutinas, cambiado o adaptado muchísimos planes cotidianos que ahora se complican o no se pueden llevar a cabo”, añade Josep.

Pero el vínculo se hizo más fuerte. De hecho, decidieron sellarlo con una boda meses después de su salida del hospital. “La boda fue un símbolo para demostrar que el amor todo lo cura. Fue un momento increíble, de muchísimo amor, de toda la gente que nos acompañó. Para nosotros fue cerrar una etapa y abrir otra”, explica Josep. “Fue una celebración de la vida, porque después de todo lo vivido, entendimos que el amor también se rehabilita”, añade Montse.

Josep y Montse sellan su amor el día de su boda.

Y si hay alguien que también ha sido el motor de esta historia, es Jan, el hijo de ambos. “Él ha hecho que quiera superarme para que pueda tener un padre presente, que no me vea como una persona diferente. Esa ha sido mi mayor motivación. Él ha sido el motor para seguir hacia delante y no tirar la toalla”, expresa Josep.

Jan aprendió a caminar al mismo tiempo que su padre lo hacía de nuevo. Los dos lo consiguieron al mismo tiempo. Una imagen que Montse recuerda con ternura y orgullo. "Cuando vi a los dos de pie en la terraza de casa, no pude parar de llorar de la emoción”, dice Montse.

Josep, Montse y su hijo Jan salendo del hospital.

Las redes sociales como altavoz

Durante su recuperación, Josep tuvo una idea que lo conectó con miles de personas: abrir una cuenta en TikTok para contar su historia. “Durante los días de ingreso, Montse insistía mucho en que escribiera un libro, pero a mí no me gusta escribir. Pensé que las redes sociales eran un gran altavoz. Hoy en día no tienen fronteras y podría llegar muy lejos, ayudar a concienciar y, sobre todo, a que la gente que vive una situación similar no se rinda. Que sepan que no están solos”, explica Josep.

A día de hoy, su cuenta de TikTok, @loqnosevenosentiende, alcanza los casi 90.000 seguidores. En ella comparten sus avances y momentos familiares. “La mayoría de mensajes que nos llegan son muy bonitos, de apoyo, de admiración. Es muy reconfortante. Hay gente que nos escribió pidiendo ayuda y hoy los consideramos amigos”, explica Josep.

Precisamente, el objetivo principal de la cuenta es visibilizar un problema desde la aceptación de una nueva realidad. No buscan compasión: “No queremos que la gente nos tenga lástima, sino que vea que se puede aprender a vivir en cualquier situación”, apunta Montse.

Concienciar sobre mirar el móvil al volante

De igual forma, en sus publicaciones, Josep siempre alerta del riesgo real que es utilizar el móvil al volante. quiere lanzar ese mensaje: “Un mensaje de whatsapp puede esperar, pero la vida no. Por enviar ese mensaje puedes no volver a ser el mismo. Hace falta muchísima más concienciación, tenemos normalizado conducir mirando una pantalla y nadie se sorprende. No son conscientes de todo lo que puede acarrear”, explica Josep.

Pese a su ejemplo de superación, ambos denuncian la falta de apoyo institucional. “Las instituciones son lentas, las ayudas no llegan o son mínimas. Te quieren hacer creer que te están haciendo un favor concediéndote un derecho básico. La palabra ‘inclusión’ está sobrevalorada. A la hora de la verdad, hay una brecha enorme que nadie quiere solucionar”, denuncia Josep.

Un presente lleno de metas

Hoy, Josep sigue rehabilitándose cada día. “Trabajo a diario con un rehabilitador de lesiones, paso mucho tiempo con mi hijo y mi mujer y sigo aprendiendo a tener más habilidades sociales. Me encargo de tareas del hogar y salgo a pasear”, cuenta.

Josep da el biberón a su hijo Jan.

Pero, sobre todo, Josep sueña. “Mi nueva ilusión es construir un nuevo hogar adaptado a mis necesidades. Tengo un proyecto en mente que aún no puedo contar… y también quiero volver a montar a caballo, una de mis grandes pasiones”, dice.

Así, Josep y Montse han entendido su nueva realidad para saber convivir con ella. En su casa, el “no puedo” está prohibido. Cada paso, cada palabra recuperada, cada abrazo con Jan es una victoria. “La vida me cambió en un segundo, vi a la muerte de frente, pero hoy puedo decir que sigo aquí… y que sigo caminando”, concluye.