Influencers

Mamá de Rizos y la promesa que pidió que se cumpliese justo antes de morir: "Me sigue acompañando aunque ya no esté"

Mamadú y Sonia celebran las Navidades junto a sus hijos.. Cedida
Compartir

Cuando Sonia Cámara aterrizó en Guinea Bissau en 2018, no sabía que aquel viaje transformaría su vida. Enfermera navarra dedicada a la cooperación internacional, llegó a Guinea con la convicción de ayudar a otros. Lo que no esperaba era encontrarse —al otro lado del océano, en un hospital africano y en el momento menos previsto— con el amor que cambiaría su destino.

Aquel amor tenía nombre: Mamadú Nfamara, técnico de mantenimiento en el mismo centro y custodio del legado de Sonia. Hoy, un año y medio después de la muerte de su esposa, Mamadú ha terminado de cumplir la promesa que ella le hizo pronunciar antes de morir: terminar ‘Te encontré en Bisáu’, el libro que Sonia comenzó a escribir cuando el cáncer aún no había llegado a sus vidas. Ese libro, publicado el pasado verano y convertido ya en fenómeno de ventas, es la memoria viva de su historia y el refugio al que acuden sus hijos, Joel y Nora, para recordar a su madre.

PUEDE INTERESARTE

“La recuerdo cada día. Sonia está presente en la voz de nuestros hijos y en cada silencio, en las fotos, en los recuerdos. Me sigue acompañando aunque ya no esté”, expresa Mamadú en una entrevista con Informativos Telecinco..

El encuentro que cambió dos vidas

Mamadú nunca podrá olvidar la primera vez que se vieron en aquel hospital de Guinea Bissau. El flechazo, admite, fue inmediato. “Fue una sacudida, pero no supe qué hacer con eso. A ella le costó más, y no me importó porque no quería vivir algo que ardiera rápido y se apagara”, explica.

PUEDE INTERESARTE

Pero aquel amor tenía un precio: la organización prohibía explícitamente las relaciones entre personal expatriado y local. Vivirlo implicaba desafiar normas, rumores y la posibilidad de perderlo todo. “Era una relación prohibida”, afirma Nfamara.

Pese a ello, eligieron el camino más incierto: seguir. Y lo hicieron en silencio. En sus recuerdos aún caben los escondites improvisados entre turnos: “Nuestra relación era secreta… Pero como suele decir, el amor lo puede todo. Encontrábamos entre las escaleras del sótano escondites para ver la luz del sol; subíamos en uno de las barcas de remos, abrazados, para ver este momento que la naturaleza nos regalaba diariamente”, rememora.

Las diferencias culturales, los prejuicios y las dudas ajenas nunca fueron obstáculos para él. Al contrario, reforzaron su convicción. “Nunca sentí que tenía que renunciar a Sonia; al revés, conocerla ha sido un cambio total en mi vida… Sonia me dio la vida”.

Tanto es así que, cuando Mamadú conoció a Sonia, él estaba atravesando el duelo por la muerte de su padre. “Ella me hizo recuperar la ilusión. Me hacía sentirme tan querido y correspondido que tenía miedo de tener que vivir un día sin Sonia”, manifiesta. Ese día, sin saberlo, llegaría años después.

Cruzar mundos

Durante más de un año convivieron entre guiños secretos y encuentros calculados. Hasta que Sonia decidió que su amor no podía esconderse más. Se casaron en Pamplona, formaron un hogar, llegaron Joel y Nora, sus hijos, y Sonia abrió la cuenta de Instagram @mamaderizos, donde relataba su vida con humor, ternura y una honestidad que cautivó a miles.

Para Mamadú, aquel salto a un país nuevo fue también una batalla silenciosa. Tuvo que enfrentarse a un racismo cotidiano que, aunque no hiriera con intención, sí dejaba marcas:. “Recuerdo que alguien me dijo una vez: ‘¿en tu país tenéis coches o cómo os movéis allí? Yo no entendía por qué me decían eso. Dejar mi país fue duro, pero mi propósito era estar con Sonia, vivir nuestro amor y crear la familia de mis sueños”, dice.

Sus hijos se nutrieron de esa mezcla de culturas. “Con mucho amor y dedicación hemos podido inculcarles a nuestros hijos lo bueno de cada cultura”, explica. Al hablar de Sonia como madre, le “sobran las palabras”. “Me tocó la mejor mamá para Joel y Nora”, asegura.

El día en que la enfermedad irrumpió

La tragedia no se anunció. Llegó sin previo aviso, de forma abrupta, cruel, exacta. Y llegó el día de su cumpleaños. “Vino Sonia con mi regalo… y me dijo ‘Feliz cumpleaños’. Luego me dijo: ‘Lo siento mucho de haber arruinado tu cumpleaños, pero tengo que contarte algo’”. Ese mismo día conocieron el diagnóstico: cáncer digestivo con metástasis. “Le dije: ‘vamos a salir de esto. Te prometo que no voy a parar hasta que superemos esta situación’, mientras caían lágrimas en mis ojos”.

Pero el cuerpo de Sonia se fue apagando. “Recuerdo que Sonia dejó de poder coger a nuestros hijos en brazos…”. Hasta que, el 20 de junio —un día después de su aniversario de boda— Mamadú comprendió que el amor también consiste en soltar. “Días antes, ella estaba en el sofá llorando y pidiéndome que no la dejara morir”, expresa emocionado.

Hasta que Sonia no tuvo más remedio que despedirse. “Amor, déjame ir… Yo nunca me rindo, pero no puedo más”, dijo ella. Antes de despedirse, Sonia le pidió una última cosa. “‘No voy a poder terminar mi libro. Prométeme que lo harás tú’, me pidió”.

Y él cumplió la promesa. “Te encontré en Bisáu es más que un legado. Contiene todas las respuestas que Joel y Nora, nuestros hijos, van a tener”, dice. Las preguntas de los niños atraviesan la casa como ecos. “Joel mira al cielo y dice que su mamá está allí… A veces se enfada: ‘¡Papá, por qué no vuelve?!’. Nora también pregunta”.

Lo único que puede ofrecerles es la memoria y el amor que les dejó su madre. “Quiero que mis hijos sean felices… Lucho cada día para que mis hijos y yo llevemos la situación de la mejor manera posible. No está siendo fácil”, reconoce.

El legado que permanece

Un día, Mamadú decidió abrir de nuevo la cuenta de Instagram de Sonia. Su comunidad abrazó a Mamadú entendiendo que él sería ahora el encargado de preservar la memoria de su esposa. “Sonia había creado una comunidad preciosa… y creí que sería bonito seguir compartiendo cosas de ella. Recibí cientos de mensajes, llamadas… Sentí que no estábamos solos”, dice.

Aunque no descarta regresar algún día a África, sabe que su lugar ahora está donde soñaron juntos. “Si un día siento que no puedo con esto, volveré. Pero ahora estoy aquí, cumpliendo lo que soñamos” expresa.

Cada día, Mamadú habla con Sonia. Es la manera de sentirla viva. “Todos los días hablamos con mamá. A mis hijos les leo su libro y le decimos a ella que estamos muy bien… El amor no muere nunca. Solo cambia de forma. Así que nuestra historia nunca tendrá un final”, concluye.