Amparo, ocho años cuidando a los mayores en el Servicio de Ayuda a Domicilio de Cádiz: "Trabajamos con vidas, no con herramientas"

Amparo Segura lleva ocho años cuidando a personas mayores dependientes, pero desde agosto cobra tarde y de forma incompleta, lo que la llevó a interrumpir un pleno municipal
Mientras Ayuntamiento y empresa anuncian un acuerdo, Amparo sigue reclamando la municipalización del servicio y salarios dignos
CádizAmparo Segura tiene 47 años y desde hace ocho trabaja en el Servicio de Ayuda a Domicilio de Cádiz. No llegó a este empleo por casualidad. A ella siempre le ha gustado tratar con gente, cuidarla y acompañarla, así que un día decidió formarse para dedicarse a ello. "Me encanta mi trabajo", resume. Un oficio que consiste en algo tan sencillo y tan difícil como entrar cada día en la vida de personas mayores dependientes y mejorarles la jornada. Ayuda en el aseo, un paseo por la calle, una conversación... Un poco de compañía en definitiva. "Hablar es muy importante para ellos, que alguien los escuche es fundamental", cuenta.
Actualmente atiende a cinco personas. A una de ellas la ve todos los días; al resto, una vez por semana. Tiene un contrato de media jornada y cobra en torno a 600 euros al mes. O cobraba. "Desde el mes de agosto no cobro del todo bien, ni en plazo, ni el sueldo completo", explica. El problema, asegura, comenzó cuando el Ayuntamiento de Cádiz adjudicó el servicio a la cooperativa Óbolo SCA. Desde entonces, denuncia que tanto ella como sus compañeras vienen sufriendo retrasos, impagos parciales y una incertidumbre que se suma a la precariedad estructural del sector.
EL día que alzó la voz en un plenos del Ayuntamiento
Un día se cansó, literalmente. "No pude más y fui yo la que interrumpió el pleno", recuerda. Amparo y otras trabajadoras de ayuda a domicilio se encontraba en el interior del salón de plenos. Portaban pancartas y camisetas en las que se podía leer su hartazgo. En un momento dado la tensión estalló por los aires, miró al alcalde gaditano, Bruno García, y vomitó su reivindicación: "Estamos hartas. Trabajamos con vidas, con personas, no con herramientas, y nos habéis metido a la peor empresa", decía entre nervios y desasosiego.
No era la primera protesta, pero sí la más visible. Y no será la última. Cada lunes y jueves, de 12 a 14 horas, Amparo y otras trabajadoras se concentran ante el Ayuntamiento de Cádiz. A veces son pocas; otras veces, muchas. Pero siempre estarán, salvo que la negociación llegue a buen puerto. Algo que parece estar cerca, porque este lunes, 3 de noviembre, el Ayuntamiento y la empresa implicada han anunciado que habrían alcanzado un acuerdo sobre todos los puntos de la negociación.
Un documento firmado por ambas partes recogería una serie de compromisos relacionados con la mejora del servicio y la relación con la plantilla, algo que llega después de meses de un conflicto enquistado.
Un trabajo vocacional que compensa cada día
La paradoja de su vida es la que comparten miles de trabajadoras del cuidado. Salarios bajos, condiciones inestables, o escaso reconocimiento en general. Aún así, la gran mayoría siente un fuerte compromiso emocional con lo que hacen. Amparo lo explica sin grandes pretensiones: "yo no quiero dejar mi trabajo, me gusta. Llegar a un domicilio y ver cómo te reciben, lo agradecidos que son… hace que todo merezca la pena". Luego añade una frase que repite mucho cuando alguien la da las gracias, "estamos para ayudar".
Pese a todo, quiere cambios. No solo para ella. Para todas. Por eso, en las protestas, su reivindicación va más allá de que se regularicen los pagos: "Queremos la municipalización del servicio y que se mejoren los salarios". Lo tiene claro, está segura de que el cuidado no puede gestionarse solo con lógica empresarial, porque "no se trabaja con maquinaria, se trabaja con personas".
Ante el nuevo documento firmado, Amparo se mueve entre la cautela y la prudencia de quien ya ha escuchado demasiadas promesas. Ella solo quiere que se reconozca que su trabajo no es solo lavar, acompañar o salir a pasear. También es defender que cuidar a otros no puede ser un empleo de última categoría.
"Estoy mal pagada, pero sus sonrisas me compensan", repite mientras pide que se reconozcan los que considera que son sus derechos.
