El problema detrás de que dejes de reconocer a tu hijo adolescente: "La buena noticia es que se les puede recuperar"

La adolescencia viene sin manual de instrucciones, pero Carmina Benamunt pone algo de luz en su nuevo libro para aquellos padres que quieren reconectar con sus hijos
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Cuando Carmina Benamunt, coach y mentora familia, conoció a Alberto y a sus padres se encontró con un joven cabizbajo, sin energía, apático... Con tan solo 13 años parecía haberse rendido ante la vida y no quería prácticamente ni salir de su casa. Los padres, como es normal, estaban desesperados porque no sabían qué hacer. Cuando empezó a tratarlos se dio cuenta que la familia parecía comunicarse como si estuvieran a oscuras. "Hacían lo que tocaba: ir al colegio, hacer los deberes, comprar, trabajar..., pero todo desde un lugar de desconexión, sin un propósito, sin pasión ni entusiasmo". Cuando la terapeuta empezó a trabajar con ellos, en seis meses pudieron ver cómo su hijo empezó a despertar, no sin antes un gran cambio familiar.
Uno de los primeros problemas que atisbó fue una gran sobreexposición a las pantallas, concretamente a la Play y al móvil. Había días que se pasaba hasta seis horas jugando. Como se ha demostrado, el uso excesivo de pantallas provoca que los adolescentes y niños sientan menos empatía hacia su entorno, que sean menos reflexivos, que tengan menos control sobre sus impulsos, menos tolerancia a la frustración y se desensibilicen hacia la violencia.
Carmina empezó a escuchar a Alberto en sus sesiones de una forma más profunda. "Recuerdo que empecé a decirle frases que sabía que le causarían impacto emocional, para despertar su interior". En la sesión 12, Alberto empezó a sonreír y, en poco tiempo, volvió a los entrenos de fútbol. Su padre le dijo a Carmina que nunca en la vida le había visto tan bien. ¿Qué había ocurrido? ¿Cómo se había producido este cambio?
La autora de 'Ponte en mi lugar' (editorial Bruguera 2025) lo explica así a la web de Informativos Telecinco: "Lo que en mi experiencia veo que hay detrás es un sistema educativo y familiar que muchas veces olvida la conexión emocional. Lo que más veo es una voz interna en cada adolescente que dice: 'no soy suficiente'. Veo a mis alumnos que han aprendido a estudiar, a agradar, incluso a esforzarse, pero no saben quiénes son ni cómo manejar lo que sienten en su mundo interior. Les falta autoconocimiento, y nadie les ha enseñado a gestionarse internamente. No saben amarse. Según estudios en neurociencia afectiva (Siegel, 2013), cuando no hay un buen vínculo emocional en el entorno, el adolescente se apaga o reacciona con rabia. Lo que llamamos 'pasividad' es muchas veces una forma de protegerse. No es apatía, es desconexión. Y la buena noticia es que se puede recuperar".
Como dice Alejandro Jodorowsky, "nunca es tarde para una adolescencia feliz”. Para ello, uno de los primeros pasos es que los padres tomen el control de la situación y ocupen sus roles. Es decir, como adultos deben guiar y acompañar a los hijos.
Los principales problemas de padres y adolescentes
¿Qué es habitual en la adolescencia y qué no debería serlo? Lo más habitual es que haya inestabilidad emocional, cansancio, búsqueda de identidad, exploración, distancia con los adultos. Su cerebro está en construcción. La corteza prefrontal —la zona encargada del juicio, la empatía, la organización— no termina de desarrollarse hasta los 25 años, por lo tanto, estos determinados comportamientos son habituales porque el adolescente busca diferenciarse de sus figuras de referencia, lo cual es sano y normal. Lo que no es normal en ningún caso sería el aislamiento extremo, agresividad sostenida, autoagresiones, ansiedad crónica, gritos y broncas repetidas día tras día.
"Hay que observar la duración e intensidad de los comportamientos de nuestro adolescente. No se trata de etiquetar rápido, sino de acompañar con consciencia. La adolescencia trae una crisis y una oportunidad para todo el sistema familiar. Y es importante enfocarnos más en la oportunidad de reestructurar las bases de convivencia en casa, de diseñar la relación y definir cómo quiero, como madre o padre, vivir esta nueva etapa de la vida. Por eso es tan necesario que los padres y madres afronten esta etapa con firmeza y flexibilidad, como una palmera", sugiere Carmina.
Uno de los momentos que más describen los padres es el de los gritos. ¿Qué pasa cuando un adolescente grita y muestra mucha rabia en casa? ¿Qué tipo de errores se suelen estar cometiendo? Cuando un adolescente grita está pidiendo espacio, ser reconocido, límites y comprensión. Y, tal y como expresa, lo mejor es no ponerse a la altura. Para ello, el padre y la madre deben ejercer como líderes emocionales. "El error está en interpretar su rabia como un ataque personal, cuando en realidad es una forma torpe de expresar algo profundo. Lo importante no es apagar el fuego, sino comprender de dónde viene. ¿Qué no está sabiendo gestionar? ¿Qué necesita aprender? Ahí es donde empieza el trabajo. Y la única persona que puede hacer este puente de comunicación, conexión y acompañamiento desde la autoregulación es el adulto".
La llave, por lo tanto, suele estar en los adultos. Una de las tareas pendientes de muchos padres es echar la vista atrás y viajar en el tiempo. Cómo fuiste y viviste tu adolescencia puede ayudarte a conectar con tu hijo adolescente. "El niño y adolescente que fuiste vive dentro de ti: ese que se sintió incomprendido, rebelde, libre o herido. Cuando lo reconoces, dejas de pedir a tu hijo o hija que cumpla lo que tú no pudiste". Es decir, hay que ponerse en la piel y practicar la empatía.
Cómo conectar con tu hijo adolescente
Otro de los casos más comunes con los que se encuentran muchos expertos en educación en adolescentes, es el caso de aquellos padres que tenían la niña o el niño modelo. Niños que eran tremendamente cariñosos en la primera infancia, pero que en la adolescencia no querían saber nada de sus padres, les hablaban mal y les ignoraban. Lo que suele ocurrir en estos casos es que el adulto suele enfocar todo lo malo que está sucediendo en una única persona: el hijo o la hija. "Durante la infancia, los vínculos son más fáciles porque hay más dependencia. Pero la adolescencia exige una nueva forma de relación basada en el respeto, no en el control. Muchos padres quieren seguir tratando a su hijo adolescente como a un niño. Y eso no funciona. Esta etapa necesita una actualización del vínculo, y diseñar una nueva forma de relacionarse. Si no cambias tú primero, el conflicto será inevitable. No se trata de perder la relación, sino de reconstruirla desde otro lugar".
Para que eso cambie, hay que entender que el adolescente emprende un viaje hacia la vida. "Si como madre o padre no tienes tu propio propósito de vida más allá de que el foco sean tus hijos, habrá sufrimiento cuando se marchen. La aceptación es el antídoto".
